Entre tiros y risas
Aunque
usted no lo crea, puede haber humor en las historias del oeste norteamericano.
Dejemos de lado al ceño fruncido de Clint
Eastwood o esa sonrisa con olor a burbon de John Wayne. Pensemos mejor en términos de historieta, y más específicamente,
historieta argentina. Los pistoleros e indios que pasaron por nuestras viñetas
tuvieron el peso necesario para darle giros interesantes al género. Allí estaban
el Sargento Kirk con sus dudas éticas,
Jackaroe, el blanco que fue criado por
los apaches y Mandy Riley, ese adolescente que nos hizo vivir en carne propia
lo que era el día a día en el salvaje oeste. El entorno era hostil, pero había un
pequeño espacio para el humor, después de todo sin risas eran historias demasiado
oscuras, como Wakatanka de Oesterheld y Zanotto.
Cuando comencé a leer las primeras historietas cortas de Las Tierras del Oso de Carlos
Vogt, sufrí esa sensación desagradable de “este dibujante está intentando
copiar a Robin Wood” – Después de todo, había colaborado con el guionista
durante décadas en clásicos de la aventura-humor como Mi Novia y Yo y Pepe Sánchez.
Era lógico pensar que ese humor woodiano iba a quedar impregnado en la
narrativa de Vogt. Allí estaban los chistes inocentes y los personajes que eran
ligeramente estúpidos y simpáticos a la vez. Esto repercutía en los diálogos,
donde abusaba de los chistes fáciles y forzados. Además tenía un vicio que hacía mucho ruido:
buscaba un remate en la última viñeta, incluso cuando la historia ya había
terminado. Un recurso para nada efectivo. A la cuarta o quinta historia, Vogt
recordó que es un gran profesional y cambió su forma de encarar tanto la
narrativa como la construcción de personajes. Hizo algo arriesgado: decidió ser
fiel a sí mismo.
El humor seguía presente, pero no en un primer plano. Lo que importaba eran los
personajes y un mejor trabajo en los diálogos. Al sacarles los chistes
innecesarios, mejoraron notablemente sin perder ese humor o simpatía que son
marca de este artista. No olvidemos que Vogt es un gran dibujante de historietas.
Su estilo puede parecer simple, pero es un maestro en el manejo de las
expresiones y sobre todo, algo que tienen pocos, sabe reflejar perfectamente lo
que quiere en cada viñeta. Sus historias fluyen con mucha naturalidad, y tienen
algo que se da en muy pocos artistas, logra contextualizar y definir personajes
en viñetas. Es impresionante como en las doce páginas de estas historietas nos
sumerge sin problemas en el entorno en el que se dan las aventuras y realmente
terminamos creyendo que esos personajes van seguir con sus vivencias después
del fin. El único problema está en la simpleza de estas aventuras. No hay
grandes giros argumentales, aunque el género tiene que ver, pecan de ser
lineales pero son divertidas y fluyen con fuerza.
En Tierra de Osos van a encontrar aventuras en el oeste con indios, bandidos,
cazadores de recompensas y muchos tiros. No se preocupen, salen del género
porque sin dudas Vogt se divirtió y disfrutó mucho al hacerlas. También tienen
esa frescura que hace falta a la historieta actual. No es una obra
transcendental, pero es una lectura muy divertida que los va a desconectar un
rato.