Dragon ball y la difusión del manga
Akira Toriyama, el autor de
Dragon Ball, es un artista exagerado. Lo transmite y contagia través de sus
mangas y también cuando cuenta pequeñas cosas de vida a través de su alter ego,
Tori-bot. Cuando Dragon Ball apareció en el mercado
hispanohablante, el cómic norteamericano estaba en un auge comercial gracias a
los X-men ilustrados por Jim Lee y a La Muerte de Superman. Mientras Gokū y los suyos se hacían un lugar
en el mundo de las viñetas, los fans, exagerados, formularon una de las
preguntas que más ha generado controversia y enemistades en el mundo del noveno
arte: “¿Quién gana en una pelea,
Superman o Gokū? – Esa pregunta y sus consecuencias mostraba la fuerza con
la que el manga iba rompiendo con la hegemonía comercial del cómic
norteamericano. Con el paso de los años, aparecieron nuevos hitos como Evangelion, Naruto y One Piece. Los nuevos fans comenzaron a
cuestionar si Dragon Ball era capaz de soportar el paso de los años. Les
costaba aceptar su importancia en la popularización del manga y que es un
clásico.
Es curioso que el mismo Toriyama no pensara que Dragon Ball iba a durar
demasiado. Con suerte y sin exagerar, duraría un año o hasta que los
protagonistas encontraran las esferas del dragón. Los primeros números eran
demasiado simples y la búsqueda de las esferas era más bien un hilo conductor para
presentar personajes y unir aventuras sueltas con un toque de humor “toriyamesco”.
El manga no sobresalía y los fans no recuerdan más que detalles de esta etapa. En
la historia de Gokū había algo más que las aventuras a las que nos tenía
acostumbrados. A Toriyama le fascinaban las películas de artes marciales y
quería introducir buenas peleas en sus obras. El tono bizarro de Doctor Slump no le dejaba mucho margen
para esto y en sus historias cortas como Pink,
jugaba con lo impredecible. Recién en Dragon
Boy, una suerte de prototipo de Dragon Ball, se dio el gusto de mezclar el
género de aventuras con el de artes marciales, manteniendo ese humor que lo
caracterizaba.
El manga comenzó a hacerse popular desde la saga del primer torneo de las artes
marciales, es decir, desde que el Maestro
Rōshi comenzó a entrenar a Krilin y a Gokū. El cambio de aventura a peleas, lo favoreció
muchísimo. Los entrenamientos y los combates eran divertidos gracias a muchas
situaciones impredecibles y a sus personajes. Rompían estereotipos con mucho
humor y a la vez dejaban ver valores como la amistad y la superación, que lo
enriquecieron aún más. Gracias a esto se alejaba del estilo serio y casi trágico
que tenían obras como El Puño de la
Estrella del Norte y Saint Seiya
(Los Caballeros del Zodiaco). Las técnicas eran incluso más fáciles de copiar y
muchos fans se divertían imitando el kame
hame ha hasta quedarse roncos de tanto gritar. Por supuesto, la imaginación
desenfrenada del autor y su capacidad para hacer emocionante lo exagerado,
también ayudaron mucho.
Las ediciones españolas de Dragon Ball llegaron a la Argentina en el momento
justo. En esa época en el canal Magic
Kids pasaban animes que habían sido exitosos en Japón. Había una mezcla
entre alegría y bronca, daba gusto verlas todos los días pero también ganas de
masticar el televisor cuando en un momento importante, como cuando Aioria de
Leo atacaba a Seiya, no daban el capítulo que seguía, sino volvían a darla
desde el principio. Hasta los noventa solamente llegaban series japonesas como Mazinger Z, Robotech (que en realidad son tres series) o Heidi, y no imaginábamos que la mayoría estaban
basadas en mangas. Tuvimos contacto con ediciones bastante libres, en revistas a
color que hoy hacen gritar exageradamente a los coleccionistas, como esos
números de Mazinger Z y la saga de Poseidón de Saint Seiya que salieron en su
momento. Intentaban ir a lo seguro, el mercado no estaba listo para editar tankōbons
(formato de tomos recopilatorios japoneses). En Estados Unidos, Viz Media también tuvo que adaptarse,
es decir, publicaban manga en formatos a los que estaban acostumbrados,
revistas de 24 o 50 páginas y cuando tuvieron un número importante de
seguidores recién pudieron apostar por el tomo. Los españoles también hicieron
lo mismo y su gran caballo de batalla fue justamente Dragon Ball. Lo publicaron
en revistas que salían semanalmente, las llamadas Serie Roja y Blanca, e iban
creando el nicho de mercado para el cómic japonés. Las editoriales Norma, y
sobre todo, Planeta fueron mutando esas revistas hasta llegar a los tomos
japoneses que fueron muy bien recibidos. Los tomos de Dragon Ball sirvieron
para abrir puertas que incentivaron a otras editoriales como Glenat a publicar
títulos como Kenshin y Sailor Moon.
Gracias al éxito que tenían las series,
sobre todo la que protagonizaba Gokū,
había merchandising como álbumes de figuritas y muñecos importados de algún
país oriental que no es Japón. Lo único que faltaba era el manga, pero todo lo
que tenía viñetas estaba demonizado por el público masivo como “algo para
niños” – además, la cantidad de números de las series Roja y Blanca inhibían a
cualquiera que quisiera coleccionarlas y los tomos eran caros para los que no
tenían la cultura de coleccionistas. Sin embargo, a muchos no les importó y los
compraron porque allí había algo más de la serie. Descubrieron que los chistes
no estaban censurados y la narrativa era distinta, más dinámica e iba mucho más
al grano. Tampoco había relleno y podían disfrutar de esas historias que aún no
habían visto en la televisión. Y si
habían comenzado a seguir una serie, ¿por qué no otra? Más allá del fanatismo
que comenzó a darse en las comiquerías, hubo una difusión de boca en boca de
aquellos a los que se les abrió un mundo nuevo.
En Argentina muchas de las editoriales que publicaban cómics habían fundido o
estaban mal. Era raro pensar en que alguien apostara por las viñetas japonesas,
sobre todo cuando se conseguían las ediciones importadas a muy buen precio en
las comiquerías. Un buen día del año 1997, en esas épocas en las que había que
usar un modem ruidoso para conectarse a internet, apareció la revista Lazer. La información era interesante y
apostaban a la difusión del manga y anime. Gokū aparecía en un segundo plano en
la portada y en el segundo número fue protagonista. Lazer tuvo un éxito
importante, tanto, que le sirvió a Leandro Oberto, fundador de Editorial Ivrea, a comenzar a editar
manga en el país desde 1999. No comenzaron con Dragon Ball, sino con series que
estaban de moda, entre ellas Ranma ½
y Evangelion. A pesar de los
argentinismos que tienen sus traducciones, nació una nueva legión de fanáticos
del noveno arte, que crecía junto a la editorial, la panza y el ego de Oberto.
Ellos pedían a gritos que editen las aventuras del niño con los pelos parados
pero salían otras series, hasta que en el 2008 vimos la edición nacional de
Dragon Ball en la que los personajes decían “mina, carajo, etc” – Fue un éxito
tan grande, que lo relanzan después de
que publicaran los 42 números.
Han pasado treinta años desde que se publicó por primera vez Dragon Ball. Gokū
y sus amigos aún tienen la suficiente energía para seguir protagonizando
películas, remakes de la serie y por supuesto, vender merchandising. Hay
algunos diseños de personajes que si se resienten al paso de los años, pero la
magia aún vive. Dragon Ball es más que una serie que ayudó a difundir el manga,
es una obra maestra del noveno arte que merece ser leída, disfrutada y tener un
lugar en sus bibliotecas.