La increíble historia de Juliane, que cayó desde un avión y sobrevivió

24 Nov 2017
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Juliane Kopcke en la selva amazónica peruana.


Juliane Köpcke nació en Lima, Perú, en 1954; cuando tenía 17 años volaba junto a a su madre María en un avión de la empresa Lansa sobre la selva peruana para pasar navidad junto a su padre Hans Köpcke, un biçologo que la esperaba en Pucallpa.

Pero un rayo partió la aeronave en pleno vuelo y Juliane se precipitó en caída libre desde unos 3000 metros hacia la espesura selvática.

Estaba atada por el cinturón de seguridad a su butaca, que se desprendió del fuselaje y que, al caer sobre las ramas de los árboles, le salvó la vida. Juliane fue la única superviviente del accidente del Vuelo 508 de Lansa (Perú), ocurrido el 24 de diciembre de 1971.


El accidente


Cuando Juliane abordó el avión en la mañana del 24 de diciembre de 1971, el Lockheed 188 Electra de cuatro motores de la empresa LANSA se dirigía a Pucallpa, donde trabajaba su padre, quien las esperaba a ella y a su madre para festejar la navidad.

Durante el vuelo, una súbita tormenta azotó la nave, que descendió unos 4000 metros mientras el piloto buscaba mejores condiciones aerodinámicas para poder hacer un aterrizaje de emergencia. El avión se escoró gravemente y comenzó a caer en picada, gobernado solo por la fuerza de gravedad, entonces un rayo lo hizo explotar y Juliane quedó en el aire, cayendo sobre la selva amazónica.

Las copas de los árboles y la butaca a la que estaba atada aminoraron el impacto sobre el suelo, donde perdió el conocimiento por unas tres horas. Cuando Juliane despertó, increíblemente tenía sólo una clavícula rota, un ojo morado y un corte en un brazo, todas heridas menores.

Juliane contará luego: “Me desperté sentada en el mismo asiento, como iniciando otro viaje pero, esta vez, al infierno. Había tres cuerpos desmembrados a mi alrededor, creía que se trataba de una pesadilla y me volví a dormir por unos instantes. Cuando creí volver en mí me atraganté de realidad. Cuerpos inertes colgaban de los árboles, hierros, asientos, ropas y maletas desparramadas por la selva, humo, mucho humo y crepitar de combustiones desperdigadas hasta donde la espesura de la jungla dejaba distinguir.”


La supervivencia 


Juliane decidió aferrarse a la vida, recordando los consejos de su padre, que era biólogo y quien le enseñó nociones de cómo orientarse en un lugar desconocido; empezó a seguir el curso de un arroyo, con la esperanza de que éste la condujera hasta ríos más caudalosos, en donde podría habitar gente.

Debido a que el río era cálido, pudo calentarse y no morir de frío, además de que el agua era potable. En algunos tramos tuvo que nadar, porque presentaba cierta profundidad. Los cocodrilos de la zona no le atacaron. Aunque observó algunas frutas en los árboles, no se las comió porque sabía que eran venenosas.

Fueron días tremendamente difíciles en los que debió hacer frente a un calor insoportable, a las picaduras de los mosquitos, y al peligro de que se le apareciera un animal salvaje o un predador de la fauna atóctona.

Juliane no sabía que se encontraba a más de 600 km de cualquier centro habitado, en plena Amazonía peruana. Tras diez días de caminata por la jungla, finalmente llegó a un río navegable y caminó por manglares y la orilla hasta dar con una canoa a motor y una choza, que servía de refugio para cazadores.

No quiso robar la canoa, por lo que esperó varias horas hasta que los propietarios llegaran de vuelta. En tanto, y dado que su cuerpo se había emparasitado con larvas de moscas, se roció con combustible para intentar limpiar la herida. A la mañana siguiente, los cazadores, que eventualmente transitaban por dicho lugar, la encontraron en el refugio.

La llevaron hasta su aldea, donde le dieron comida y le curaron las heridas más graves. Al día siguiente, Juliane fue llevada en canoa durante diez horas de viaje hasta el pueblo de Tournavista, donde la trasladaron en avión hasta Pucallpa para ser internada en el hospital. Allí, se reunió con su padre, en un emotivo reencuentro.

Las indicaciones de Juliane Köpcke ayudaron a dar con los restos del avión —se encontró la parte delantera casi intacta— y constatar que si bien sobrevivieron 13 pasajeros, entre los cuales se encontraba el piloto del avión, que quedó muy malherido tras la caída, estos no vencieron a la selva y fallecieron en diversas circunstancias.

Un dato anecdótico es que en ese mismo vuelo iba a subir el director alemán Werner Herzog, pero lo perdió. Herzog, en el año 2000 hizo el documental sobre la milagrosa hazaña de supervivencia de Juliane llamado Wings of Hope (Alas de Esperanza) y que está (en inglés) en este link.

También, en 1974, el italiano Guiseppe Maria Scotese, dirigió la película llamada I miracoli accadono ancora (Los milagros existen todavía) y que relata en tono semidocumental la hazaña de Juliane Köpcke, la increíble muchacha que cayó del cielo y que sobrevivió, más allá de la suerte que le promoviera su butaca y los árboles, por su tenacidad con la vida y por el conocimiento legado por su padre.

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