La encarnación de la canción romántica

La encarnación de la canción romántica

“De amor y desamor”, el nombre del disco que vino a presentar, es la síntesis de la fórmula infalible del cantante-actor-ídolo español

CALENTANDO MOTORES. El show acaba de comenzar y Raphael empieza a desplegar su andamiaje a través de la balada romántica. la gaceta / fotos de antonio ferroni CALENTANDO MOTORES. El show acaba de comenzar y Raphael empieza a desplegar su andamiaje a través de la balada romántica. la gaceta / fotos de antonio ferroni
“Anoche, en Tucumán, fue TANTO que sería pedante por mi parte contarlo. ¡Lo dejo para los comentaristas! Fui MUY FELIZ!!!”

Raphael publicó esta frase en Facebook pocas horas después del show que dio en Floresta el domingo a la noche. Sin alentar pedantería alguna hay que dar fe de que su concierto fue tanto, y más. Y que la felicidad de Floresta colmado hasta el centímetro cuadrado merece respeto y obliga a repensar algunos preconceptos.

De sobria elegancia, irrumpió en escena de traje y camisa negra. La corbata le duró un tema. El saco, solo unos cuantos, y se lo quitó en el momento en que el drama lo requería. El cinto negro con tachas le marcaba la figura -envidiable- y remarcaba sus andaluces quiebres de cadera. Es que “El Niño” no tiene edad de calendario. En lo único que se le nota la experiencia es -nada menos- en la encarnación del artista consagrado con 55 años en escena.

Dueño y señor

Maneja su territorio -el escenario- a lo largo de casi tres horas, con la naturalidad y la precisión de una puesta en escena que él protagoniza y dirige, acompañada de luces y proyecciones que gestan climas ya íntimos, ya exultantes, a su disposición. Lo secunda una banda que respira al ritmo del cantante e intuye sus movimientos.

Él se sirve de las orquestaciones melosas tanto como de la banda rockera; de la intimidad en la veta jazzera o tanguera del piano solo como de la hondura de la guitarra flamenca.

El ritual

Raphael sigue siendo aquel que actúa cada canción frente a miles de adictos. Como en un ritual, provoca alaridos desde el primer acorde cuando se ha reconocido el tema. Si se trata de un tema nuevo, en algún momento se produce el aval del público con el aplauso. Si se desplaza hacia un lado del escenario, multiplica los “¡te amo!”, las manos que se agitan y los besos soplados en la seguridad de cada fan de que lo mira solo a él.

Imprescindibles, sus movimientos aflamencados son controlados, y la afectación en el canto, que es su sello de fábrica, están intactos. La voz cantada de “El Niño” se lleva bien con la madurez, y la prueba es la diferencia con la voz hablada.

La eficaz fórmula de sus canciones se mantiene a lo largo del tiempo: crescendo dramático más explosión, con la temática que da título a la gira y al disco, “De amor y desamor”.

Como él mismo dice, “tengo la suerte de tener un repertorio enorme...” Por eso la ceremonia entra en un continuum que podría durar toda la noche, o todas las noches, para satisfacer a sus fans.

Entre himnos inoxidables -que emocionan hasta las lágrimas con rímel- y novedades, él se sale del culebrón de los despechos y encara su “canción fetiche”, “Gracias a la vida”, entona un vals peruano o le entra al tango más adecuado para él, “Nostalgia”. O deja el micrófono y zafa, canchero, a capella. De postre, abandona por un rato al torero y rapea en “Escándalo”.

Todos de pie

Casi todas las canciones reciben el aplauso ¡de pie! Y -cada vez- él sonríe enternecido, agradece, aplaude a su vez, se agacha a saludar y señala a sus músicos con los brazos extendidos.

La ceremonia se lleva a cabo a lo largo -y a lo ancho del drama raphaeliano- de unas 30 canciones. Para sus fieles insaciables el cantante-actor-ídolo no duda en entregar un bonus de cinco bises. Entre ellos, les regala “Espejo”, y no solo lo canta sino que en perfecto acting rompe un gran vidrio que lo simula.

“Soy el mismo Raphael de siempre”, declara.

Amén.

Carteles amorosos.- “Bienvenido. Gracias por tantos años”. “Por siempre Raphael”. “Te amo”. “Siempre te amé”. Estas son solo algunas de las frases escritas con fibrón en carteles dedicados al ídolo. Los acercaban y los escribían promotores de la tarjeta de crédito auspiciante. Una vez escrito, otro promotor sacaba la foto, que luego sería subida al Facebook de la firma. En lo alto de la tribuna Sur se destacaba una gran bandera argentina con la frase: “Tucumán con Raphael” .

Enamorados de Monteros.- “Lo vi hace 25 años. Yo estaba esperando mi primer hijo en la primera fila y él cantó un villancico a capella. Le mandó un beso a mi panza y eso no me lo olvido más. Somos divorciados y ahora estamos juntos. Somos apasionados por él. Tenemos todos sus discos, CD y DVD”, dijo Noemí, abrazada por Ramón, que vinieron de Monteros.

Madre e hijo.- “Vine con mi mamá, Berta. Yo soy compositor, hago pop melódico. Le entregué material a su gente para ver si me da una opinión acerca de mis temas. Y si él pudiera cantar alguno sería lo máximo. Mi mamá lo admira de toda la vida”, contó Hugo.

El ranking de Gabriela.- “Desde chica me encanta. Lo sigo siempre. La canción que más me gusta y me hace llorar es el Ave María; la que me hace recordar mucho a mi papá es ‘A mi manera’. Y por supuesto, ‘Corazón maravilloso’”, confesó Gabriela, cámara de video en mano, en la primera fila.

Calidad y calidez.- “Nos encanta la calidad de su propuesta artística, nunca necesitó recurrir a la grosería, y la calidez y la humildad de un gran artista. Mi mamá lo ama”, declaró Betina, en la fila ocho junto a su hermana y su madre.

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