Se van del Cottolengo las últimas religiosas

Se van del Cottolengo las últimas religiosas

La Orden las llama a emprender nuevos desafíos. No son las únicas. Hay cambios de paradigmas: el Estado y la cuestión social.

CARISMA DE DON ORIONE. Las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad cumplieron una función irreemplazable en la atención a los discapacitados. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI CARISMA DE DON ORIONE. Las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad cumplieron una función irreemplazable en la atención a los discapacitados. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI
Con pasos delicados, silenciosos, apenas perceptibles por la costumbre de verlas siempre entre los pasillos y las habitaciones de los internados en el Cottolengo, las hermanitas -como las llaman por cariño-, trabajan sin pausa, en forma casi anónima. Entregadas a la atención de los discapacitados desde hace más de 60 años, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, fundada por San Luis Orione, se van de Tucumán.

Las tres últimas religiosas partieron el miércoles. Les esperan otras tareas, pero en sus propias obras. Renunciaron a festejos y a agradecimientos, que los tucumanos les debemos y mucho. Solo una escueta nota entregada a LA GACETA da cuenta de este "hasta siempre". Con la firma de la superiora Mónica Beatriz Molina agradecieron a la comunidad tucumana el apoyo brindado durante todos estos años: "nos cuesta mucho esta despedida, más a mí supongo, por ser tucumana de nacimiento, pero hasta aquí hemos dado todo lo que podíamos".

Dice la nota que desde los inicios del Pequeño Cottolengo Don Orione, creado a mediados del siglo XX, la comunidad religiosa femenina de la obra de Don Orione estuvo presente. "Hoy, la falta de religiosas jóvenes y el significativo número de comunidades entre Argentina, Uruguay y Paraguay, nos obliga a abandonar ciertos servicios como este, perteneciente a los sacerdotes de la Pequeña Obra, y que continuarán seguramente con la misma y generosa entrega. Muchas religiosas pasaron durante estos años brindando su labor escondida y silenciosa, que ayudó a mantener esta valiosa y maravillosa obra de Dios... Queremos agradecer de manera muy particular y sincera a todas las personas que siempre y de diversas maneras estuvieron presentes acompañando estos años", subrayaron.

Opción

Sin duda se las va a extrañar, pero la obra continuará en manos de los sacerdotes. La opción por los discapacitados es el carisma de esta congregación que posee parroquias con tres capillas, un colegio con 1.200 alumnos, y el Cottolengo con 120 internados, explicó el sacerdote Aníbal Quevedo, director de la obra que en Tucumán abrió sus puertas hace 68 años para responder a las necesidades del pueblo.

Indicó el sacerdote que la labor de las hermanas fue invalorable, sobre todo durante los primeros 50 años, porque en esa etapa de inicio el Cottolengo solo atendía a mujeres, pero actualmente es mixto, ya que asiste a 90 mujeres y a 30 varones.

"Las hermanas eran como sus mamás, y hacían las tareas propias de toda madre. El cariño y la atención diaria que necesitaban los niños estaban en manos de las religiosas, siempre", consignó el directivo. Pero los tiempos han cambiado y las hermanas reconocieron que su congregación las necesita para trabajar en las obras propias "No hay muchas religiosas jóvenes, falta vocación", lamentaron.

Todo cambia

La modernización del Estado y sus leyes fueron llenando esos vacíos antes cubiertos por cientos de organizaciones no gubernamentales, congregaciones religiosas, asociaciones de beneficencia y la solidaridad de miles de personas. Ahora los Gobiernos cuentan con empleados especializados, capaces de desempeñarse en casi todas las áreas.

Sin embargo, según el padre Quevedo, en Argentina esto no se da plenamente, motivo por el cual los sacerdotes creen que su obra continuará por largos años. "En países como Estados Unidos, Inglaterra, España e Italia nuestra congregación ya dejó los Cottolengos y los colegios, porque el Estado asumió la responsabilidad la educación y la atención de la discapacidad. Pero Argentina está lejos de esa situación", sostuvo. En el mundo la obra de Don Orione atiende a 2.000 chicos, y en Tucumán a 120 niñas y niños con discapacidad.

La partida de las religiosas del Cottolengo no es un hecho aislado. Hace cuatro años se fueron las últimas religiosas encargadas de atender a las mujeres con causas penales en el Hogar del Buen Pastor. Cambió el sistema carcelario de Argentina y los roles fueron cubiertos por empleados designados por el Gobierno.

Las hermanas del Buen Pastor habían llegado a la Argentina en 1889, fueron las pioneras de una ola de congregaciones semiespecializadas que arribaron desde Europa a pedido de las asociaciones de beneficencia.

Era el fin del siglo XIX y el país las vio llegar con las manos abiertas, a hacer un trabajo relevante en hogares, colegios, cárceles, sala cuna y hospitales.

Sí, los tiempos han cambiado. Pero ellas, las mujeres consagradas a la vida solidaria, enfrentan ahora nuevos desafíos, por ejemplo, las adicciones. "Es una problemática social que aún no está del todo atendida; vamos a prepararnos", admitió la hermana Mónica.

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