La solidaridad, en la historia

La solidaridad, en la historia

Cynthia Folquer | Hermana Dominica, Investigadora Histórica

05 Agosto 2012
En Tucumán, las primeras casas y hospitales creados a principios del siglo XIX generalmente estaban en manos de mujeres pías, devotas, que atendían a los enfermos y a los sectores más vulnerables. Siempre fue muy femenina esta actividad. Hay una evolución de la conciencia de cómo hay que organizarse para ayudar: de la limosna se pasa a la asociación de beneficencia, en la que la mujer ha tenido un rol protagónico. Ha sido históricamente ella la que asume el cuidado de los cuerpos y de las enfermedades lo largo de la historia. Hay estudios en ese sentido de mujeres médicas, mucho antes de la obtención del título para ejercer. Fueron llamadas curanderas o brujas, no podían acceder a los claustros académicos.

Cuando se crea la Sociedad de Beneficencia en Tucumán aparecen en Europa organizaciones y congregaciones más profesionalizadas, y las mujeres son invitadas a ayudar. Llegan los primeros grupos de religiosas preparadas para asistir a los enfermos -en el siglo XIX no había enfermeras, tampoco médicos recibidos-; gente con buena voluntad que trabajaba en hospitales y brindaban atención a mujeres en riesgo. Llegan las Hermanas del Huerto y las del Buen Pastor, y después de un largo proceso, otras congregaciones con carismas específicos: atención a los mendigos, hospitales, hogares y cárceles, huérfanos, de acción educativa, y también de vida contemplativa. Hay una evolución en la cuestión social. Hasta que los Estados naciones asumen esta tarea pasa mucho tiempo.

La Iglesia no evoluciona por fuera de la sociedad: hoy por hoy, muchos de estos problemas ya son asumidos por el Estado. A las congregaciones que tanto han fortalecido los lazos de la solidaridad les llega el momento de reubicarse. Evolucionan en su modo de estar presentes y reasignando nuevos roles. Hoy los problemas son mucho más complejos: trata de personas, adicciones, y otras patologías en las que deberán capacitarse para reinstalarse en su rol carismático. Las congregaciones, en definitiva, por lo menos las católicas, no se definen sino por su mística. Estamos asistiendo a cambios importantes en la historia, y las mujeres asumen nuevos roles.

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