Un auto, un tren y la muerte misma, mirada desde la vida

Un auto, un tren y la muerte misma, mirada desde la vida

Se estrenó "Los autoiluminados", con la dirección de Martín Giner. Una obra que juega con las sombras y el asombro

MUY BUENA

Un tren arrasa con lo poco que hay arriba del escenario y todo, la obra, la luz, el mundo, el tiempo y las carcajadas se vuelve pedacitos dispersos que dan vueltas en la mente del espectador. Eran tres arriba de ese auto detenido hace horas con un desperfecto en el medio de la vía y nadie fue capaz de evitar la tragedia.

¿Habrá experiencia más surrealista que pensar la muerte desde la vida? Bueno... es la única forma que tenemos de pensarla, aunque difícilmente comprenderla. En "Los Autoiluminados", la obra de Martín Giner estrenada el jueves a la medianoche en El Árbol de Galeano, la muerte se piensa desde lo que parece ser la misma muerte, porque los personajes ni siquiera saben si perdieron la vida.

Sin luz y con linternas autoiluminándose los rostros, los personajes intentan encontrar entre ese lugar inexistente al que fueron a parar, los pedacitos de quién sabe qué para intentar reconstruirse. Ahí se encuentran con la hipocresía, que es "rosadita, suave y con los bordes redondeados", según sentencia Nerberto (Gabriel Carreras). "Ja! Esto debe ser tuyo", le dice Juan (Gonzalo Véliz) a Ifigenia (Lucía Galíndez)

Desde la platea, lo que se ve es un teatro negro en el que no interesa la perfección de la técnica, porque las marionetas que manejan -e iluminan- los actores tienen tanta fuerza que a quién le interesa ver una mano o un cuello en movimiento. Y la penumbra, los sonidos y las voces que vienen de ningún lado, llevan al espectador a estar dentro de esa historia en el que el tiempo es todo en un mismo instante. Pura psiquis.

No tan surrealista

Juan e Ifigenia son una pareja. Arriba del auto y entre chistes, ella se da cuenta de que no quiere estar más con Juan y que no es feliz, a pesar de que acabaron de comprar la pileta de lona de "tres cincuenta por dos, y un metro veinte de profundidad". Ni siquiera cuando la muerte les ha sido casi confirmada puede cambiar de opinión.

Si existe un infierno en vida, ese debe ser la culpa, el sentimiento de culpa. En "Los autoiluminados" la metáfora -otra de las miles- está representada por un bebé caníbal que quiere devorar a la pareja cobarde y culposa. Y Nerberto, el personaje que ha conservado la razón en medio de esta locura, trata de defenderlos: "no, no hagan eso. Pueden hacer terapia de pareja, dormir en camas separadas, maltratarse psicológicamente, hay miles de soluciones", propone cuando el matrimonio piensa separarse.

A veces son los rostros de los actores y otras son sus voces; a veces son las marionetas que manejan y a veces sólo son sus manos las que actúan y las que hacen reír igual que pensar y autoiluminarse al público. Una obra inteligente, divertida, con enrosques filosóficos de los que logran salir impunes los tres actores y el autor, que son miles de personajes en escena.

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