Sexo, drogas y video

Sexo, drogas y video

Si poco se había avanzado en la lucha contra la trata de personas, el cóctel de prostitución y adicciones encuentra a las autoridades sin ideas.

Extrema vulnerabilidad. Así describió Carlos Garmendia, abogado de la Fundación María de los Angeles, la situación en que caen las chicas adictas, que son fáciles víctimas de las redes de trata de personas. Ese es el caso de tres adolescentes de los barrios El Palomar y Antena, de Banda del Río Salí, que se prostituyen para drogarse. También es, por extensión, el caso de un terrible video, en el cual una joven, alterada por la droga, es violada. La filmación, que circula por los teléfonos móviles de los barrios de la Costanera como si fuera un video porno, pone a prueba los límites éticos de los espectadores que lo consumen, porque no se trata de una agresión ficticia a los sentidos, como podría ser la película "Irreversible", sino que se trata de un caso real que le da al espectador un cachetazo: es una agresión que ocurre ahí nomás, a 30 cuadras de la plaza Independencia.

Demasiado lejos
El cachetazo, no obstante, no impacta aún en el sistema. Todavía esa extrema vulnerabilidad parece demasiado lejana de la plaza Independencia. Por eso las autoridades esquivan ese cóctel de drogas, extrema pobreza y sexo que se visualiza en esos barrios. No se hacen muchas denuncias, pero cada vez hay más casos: hace cinco años había una denuncia por mes en el departamento de Familia de la Municipalidad capitalina, y ahora hay entre una y dos por semana. Eso, en la capital. ¿Cómo será en La Costanera y en los otros barrios donde ha crecido la marginalidad?

La verdad es que las autoridades -que en este asunto son un fiel reflejo de la sociedad- todavía no saben bien cómo actuar frente a la prostitución. Hace un año se calculaba que había unos 40 prostíbulos funcionando en la ciudad y ahora, con la presión de la Fundación María de los Angeles, se ha avanzado en cuanto a tener una idea más aproximada: se cree que hay 30 locales "públicos" (unas 300 prostitutas), aunque se desconoce en cuántos departamentos se ejerce esta actividad en la ciudad.

Más allá del número, muy pocas cosas han cambiado, a excepción de la concientización que ha generado la Fundación, surgida tras la desaparición de Marita Verón. Su caso fue exhibido hace tres semanas, cuando se presentó el documental "Fragmentos de una búsqueda".

Pero la causa penal está muy oscura y no llega a juicio; y la visión social de los prostíbulos sigue siendo la de centros semimarginales de placer de personas adultas que son mantenidos en la semiclandestinindad, al igual que la prostitución callejera, porque no se sabe muy bien qué hacer con ellos. Aunque de vez en cuando se hacen megaoperativos como el de diciembre (en el que se allanó 17 lupanares y se detuvo a dos personas) o se encuentra a alguna menor de edad obligada a ejercer este "oficio", a los prostíbulos se los trata como bares -y se los clausura cuando no tienen habilitación como tales- y a las prostitutas se les examina su salud sin constatar -como señalan quienes exigen cambios en las leyes- si son esclavizadas, víctimas de proxenetas u obligadas a drogarse y endeudarse para seguir en el círculo vicioso.

El rol de proveedores
Al mismo tiempo, a quienes ejercen la prostitución en las calles se les aplican las contravenciones policiales (Art. 15, arresto o multa) o los códigos de faltas, lo cual pone a estas personas en el papel de proveedoras de la caja policial, por derecha o por izquierda. Sólo Santa Fe, tras larga polémica, ha despenalizado la prostitución callejera hace apenas un mes.

De todos modos, la sociedad no se pregunta demasiado. ¿Acaso Holanda no tiene bien normalizado el sistema de prostitución, con las chicas que esperan a sus clientes en llamativos escaparates? Los que están a favor de legalizar la prostitución -con personas adultas- dicen que así se evitarían la corrupción y las redes de proxenetas y trata de personas. Los que se oponen y quieren cambios más fuertes dicen que urge transformar el paradigma machista de la sociedad. La feminista Catherine Mackinnon, asesora de la Corte Penal Internacional, dijo a comienzos de mes en Buenos Aires que la prostitución es una práctica de violación serial, porque el dinero coacciona el sexo, y porque la inmensa mayoría de la gente prostituida surge de la pobreza.

Clientes en la mira
No sólo ella dice eso. Las normas en general se fijan en las trabajadoras sexuales, persiguen poco a los proxenetas y del cliente no se acuerdan. Hasta ahora. Lo reclamó Susana Trimarco, madre de Marita Verón. Argentina acaba de plantear ante la Comisión de Prevención del Delito de la ONU que los países adecuen las leyes para penalizar al cliente, tal como ocurre en Suecia. MacKinnon dice que Suecia ha logrado sacar de la invisibilidad al cliente (también llamado "comprador", "John" (en EEUU) o "pasajero" (en la India) para poner énfasis en que sin él no hay prostitución. La ley en Suecia obligó a un profundo cambio cultural y a capacitar a la Policía "para que viera al cliente como delincuente", al decir de la experta feminista. No es una teoría de Stieg Larsson en "Millennium". Es una tendencia que hasta se ve en los grafittis de las calles tucumanas, como el de la esquina de Santa Fe y Maipú.

Si hasta ahora, tras intensa presión, se hizo poco, el desafío que se viene es mayor: el cóctel de droga y sexo terminará obligando a un gran debate y cualquier definición -¿penalizar? ¿despenalizar?- generará polémicas. ¿Por qué es tan difícil abrir los ojos? ¿Porque mirarlo impacta tanto como "Irreversible"?

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