El diálogo con el médico tiene un innegable poder de sanación

El diálogo con el médico tiene un innegable poder de sanación

El enfermo también necesita ayuda anímica.

Todos somos  pacientes y la necesidad de conocimiento, claridad y protección se vuelve un reclamo colectivo, dice Ivonne Bordelois. "Todos somos pacientes y la necesidad de conocimiento, claridad y protección se vuelve un reclamo colectivo", dice Ivonne Bordelois.
26 Agosto 2009
La palabra es el eje fundamental de la vida de relación. "De palabras están hechos los compromisos afectivos, políticos, vitales -afirma la lingüista argentina Ivonne Bordelois-. Pero la palabra que se usa en el diálogo médico-paciente está rodeada de ansiedades y de dudas, porque existe una situación de riesgo físico a la que se agrega el riesgo del malentendido. Sucede porque se puede compartir el mismo lenguaje pero no necesariamente el mismo código que comunique plenamente."
Bordelois escribió su reciente  libro "A la escucha del cuerpo" a partir de la sugerencia de algunos médicos para que ahondara en el diálogo médico-paciente. La mayoría admite que ese diálogo está afectado por la velocidad de la consulta médica impuesta por exigencias del sistema de salud.
Sobre los malentendidos, Bordelois reconoce que la palabra "cáncer", por ejemplo, se halla expuesta a un ominoso tabú que resulta difícil anunciar. "Como todos somos pacientes, la salud nos resulta un territorio sensible en lo individual y en lo social, y la necesidad de conocimiento, claridad y protección se vuelve un reclamo colectivo ", sostiene la autora.
Bordelois admite que si bien hay una queja acerca de los médicos que desconocen el valor de su palabra o abusan de ese poder, el mayor reproche está dirigido a las obras sociales y prepagas que abrevian excesivamente -en muchos casos por afán de lucro- el tiempo de comunicación entre el médico y el paciente. "De ese modo, no permiten un acercamiento positivo, un diálogo comprensivo y provisto de una calidad terapéutica innegable", afirmó.
Ivonne cuenta que antes de hacerse operar de vesícula, el cirujano le preguntó sobre las enfermedades que tuvo y de qué murieron sus padres. "Advertí que en mis respuestas el médico pescaba lo que había detrás de mis palabras, y me decía muy sutilmente dónde veía grietas en mi vida, en mi personalidad, y de qué manera esas grietas podían estar incidiendo en lo que me estaba pasando. A pesar de que entre el interrogatorio, la operación y el postoperatorio, cuando me sacó los puntos, yo habré estado con él no más de cuatro horas, me di cuenta de que ese señor me había abierto una perspectiva nueva de mí", relata.
En su opinión, aún con instrumentos sumamente burocráticos, los buenos médicos pueden llegar a tener empatía con el paciente.

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