Preso en mi ciudad
En el
mundo del cómic hay dúos que potencian tanto sus talentos, que marcan eras. Tal
vez el más conocido a nivel mundial sea el de Stan Lee & Jack Kirby,
sin embargo en Argentina la fusión de talentos fue algo que definió su
historieta. Allí encontramos a Eduardo
Mazzitelli y Enrique Alcatena en
fantasía; Robin Wood y Lucho Olivera en sagas épicas que
saltaban entre lo histórico y la ciencia ficción; Carlos Trillo y Horacio
Altuna con sus pinceladas en lo cotidiano. Eran artistas apasionados por
los mismos temas, ya sea la historia o las mujeres, que a su vez buscaban la
mejor forma de expresarse juntos, sin que un talento aplaste al otro. La vida
los juntaba, o a veces eran encuentros que se daban por casualidad, como el de
dos fanáticos de lo bélico, la ciencia ficción y los aviones: Juan Giménez y Eduardo “El loco” Barreiro.
Comenzaron sus andanzas en una historieta bélica, As de Pique, que sin dudas, se alimentaba mucho de Ernie Pike de Oesterheld y Pratt en lo
humano. Sin embargo, Barreiro, a pesar de haber sido de la primera generación
de guionistas herederos del maestro, impuso rápidamente su impronta personal
con cuatro facetas que lo caracterizaron: La violencia, el pesimismo, los
protagonistas contra un sistema opresivo y algo interesante para la época, su
afinidad por la ciencia ficción dura (le encantaba explicar el funcionamiento
de aparatos y dar detalles científicos). Juan
Giménez por otra parte, se lució desde sus primeras historietas por sus
máquinas detalladísimas y perfectas que prácticamente se convertían en
protagonistas de sus páginas. Su estilo es bastante particular porque genera
climas a través de las máquinas y el entorno y no de los personajes, que si
bien tienen lo suyo, no son su punto fuerte. No importa, sabe lograr un nivel
de detallismo notable sin llegar a cargar nunca sus viñetas y se luce siempre.
El punto cúspide de este dúo fue Ciudad.
Es irónico que una de las historietas argentinas más ricas y originales lleve
un título tan simple, pero así son las cosas. La idea le vino a Barreiro
después de algunos Cubalibres en España. En una entrevista, se reía de la forma
en la que los preparaban allá: el vaso lleno de ron con una coca cola al lado.
Para preparar el trago había que tomar bastante de ese ron puro. A los cinco o
seis cubaslibres, “El loco” volvía al hotel, dobló mal en una esquina y se dio
con algo que no conocía. Se había perdido y encima estaba borracho. Entre
luchando por encontrar de nuevo el camino al hotel y no vomitar, pensó en una
historia que fue el germen de ciudad, una historieta en las que se dio el gusto
junto a Giménez de experimentar y unir los tópicos de moda en esa época en una
saga que va desde la ciencia ficción de Mad Max a la metaficción sin caer nunca
en lo rebuscado ni perder nunca el ritmo. Ciudad es simplemente uno de los
mejores cómics latinoamericanos que tuve el gusto de leer.
Es fácil llegar a “La Ciudad”, basta perderse en alguna calle, mejor si son
momentos desesperados. Así, cuando aparezca el cartel de Rue Aleph, un guiño a Borges,
sabemos que lo peor está por llegar. Ciudad es una pesadilla cosmopolita en la
que todos los personajes están atrapados en ese mundo urbano del que no
encuentran salida. Allí reinan la violencia, el hambre y cada faceta oscura de
la humanidad. Esa Ciudad es un personaje silencioso que se encarga de aflorar
eso en sus habitantes, casi como si disfrutase ver cómo luchan por sobrevivir y
salir adelante. Cómo se matan entre ellos y cómo se dejan sucumbir por la
desesperación. Barreiro podía dejar que su historia sea algo así como Rascacielos de Ballard, pero optó por
dejar que la idea de dos personajes “náufragos” en una ciudad prácticamente
infinita, le sirva como eje central de varias sub historias. Cada capítulo de
Ciudad es un género y una historia nueva que va desde lo Mad Max a lo
Lovecrafiano, pasando por referencias bíblicas o cuentos clásicos. Incluso en
el último capítulo aparece un personaje muy icónico del cómic argentino, al que
Barreiro sabe utilizar de manera magistral para cerrar lo que es esta
historieta y a su vez, dejar en claro que tan grande es su ciudad. De esto se
encarga Giménez. No importa lo que estén haciendo los personajes o qué esté
pasando. Su entorno urbano es siempre opresivo, siniestro y sobre todo,
peligroso. El nivel de detalle es grande, pero incluso así logra un gran
dinamismo y expresividad en las secuencias de acción, en las que se luce todo y
deja en claro la enormidad del entorno, sin perder jamás la sensibilidad
artística. En este sentido se asemeja en parte a la primera saga a esa obra
maravillosa que fue La Leyenda de Madre
Sarah de Katsuhiro Ōtomo y Takumi Nagayasu, aunque no tiene esa
fuerza.
Hay pocas obras en el mundo del noveno arte que manejen tanta cantidad de
tópicos siguiendo una misma línea. Las más conocidas en este aspecto son Planetary de Warren Ellis y John Cassaday
y Animal Man de Grant Morrison, pero al desarrollarse en varios números y pierden
esa fuerza y fluidez que tiene Ciudad.
Esta historieta es una gran obra del noveno arte que tienen que tener en sus
bibliotecas. Aprovechen porque hace poco fue reeditada en una edición excelente
por Editorial Doedytores- La pueden
conseguir en Legión Cómics. Más
bien, deben tenerla antes de perderse en alguna ciudad.