¿Sí o no al Servicio Militar Obligatorio?

Hay dos propuestas diferentes sobre el Servicio Militar Obligatorio.

06 Jun 2016
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Porcel y Olmedo en la película Los colimbas se divierten, que trata sobre el Servicio Militar.


Hay dos propuestas diferentes sobre el Servicio Militar Obligatorio.

Una de ellas no es un servicio militar propiamente dicho, sino un Servicio Comunitario Obligatorio que apunta a los jóvenes que ni estudian ni trabajan (Ni-ni) y fue propuesto por el polémico diputado nacional por Salta Alfredo Olmedo.

La otra propuesta es una convocatoria de firmas en Change.org iniciada por el señor Jorge Martínez y que propone que directamente vuelva el servicio militar obligatorio.

Examinemos los argumentos de estas dos propuestas.

El proyecto de Olmedo apunta a los jóvenes que no estudian ni trabajan, y sería de 6 meses de duración y estaría dirigido por civiles, no por militares. Según Olmedo "los jóvenes cobrarían un sueldo por pintar hospitales, escuelas o por realizar distintas tareas. Duraría como máximo 6 meses y con ello se recuperarían valores que se perdieron dentro de la sociedad".

Olmedo sostuvo que lo que busca con este proyecto es la inserción en la sociedad de los jóvenes sin recursos o delincuentes. Este proyecto tiene una debilidad conceptual manifiesta, y es que no es obligatorio para todo un conjunto de la sociedad, sino para algunos (los llamados ni-ni) con lo cual abre un ancho margen de criterios según los cuales hacer este Servicio Comunitario Obligatorio sería para un determinado conjunto de un grupo poblacional. Esto es: no todos los jóvenes tendrían la obligación de hacer este servicio, sino los que están fuera de los sistemas educativo y/o laboral.

Desde el punto de vista sociológico, este sistema no parece propicio a generar futuros lazos entre diferentes clases sociales, sino más bien, a sectorizar aún más a una franja etaria de la población. 

El otro proyecto, el del ciudadano Jorge Martínez, sostiene:

"El objetivo de reimplantar el mismo, seria, volver a lograr una convivencia en PAZ, entre los JOVENES de distintos sectores SOCIALES, que componen nuestra querida ARGENTINA. En mi barrio, de chico, jugábamos al fútbol, morochos, blancos, ricos, pobres, y en la colimba durante 1 año, todos estos sectores sociales, vestimos igual, comimos lo mismo, sufrimos, extrañamos , reímos, y lloramos, mil anedoctas para contar que recordaremos hasta nuestro último día de vida, todo esto, sin importar raza, posición social ni económica, eramos todos CAMARADAS, eramos todos COLIMBAS.

Cuando nos dieron la baja, nos estrechamos en un fuerte abrazo, con lagrimas en los ojos, quizás sabiendo que en muchos casos no nos veriamos nunca más. Hoy los jóvenes de distintas clases sociales, no tienen contacto entre sí, y en muchos casos, hay odio social y racial, de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba, los llamados chetos, contra los llamados guachiturros, guachiturros contra chetos, morochos contra blancos, blancos contra morochos, se han formado tribus, estamos tomando lo PEOR DE LATINOAMÉRICA, estamos cayendo en una violenta XENOFOBIA (la fobia hacia los grupos étnicos diferentes o hacia a las personas cuya fisonomía social, cultural y política se desconoce)., y en el RACISMO más extremo.

La vuelta del Servicio Militar Obligatorio, tendría como objetivo, fomentar la camaradería, la solidaridad, el compañerismo, la amistad, tender puentes, entre las distintas clases y etnias sociales y culturales, lograr una mixtura socio/cultural."

Argentina, junto a Ecuador y Venezuela, es uno de los tres países sin Servicio Militar Obligatorio de América Latina. Es tristemente cierto que el servicio militar, apodado por los mismos regentes castrenses 'Colimba' (Corre - Limpia - Barre) dejó de ser obligatorio en nuestro país luego de la repercusión del Caso Carrasco, y en 1994 bajo un decreto emitido por Menem, quedó suspendido hasta el presente.

Sin entrar en la vieja y tosca discusión del grado de fascismo, de extrema derecha, que supondría la reimplantación de un servicio militar obligatorio, hay que preguntarse si realmente es necesario que el Estado promueva algún tipo de programa coercitivo sobre una franja de la población que, ciertamente está educándose de un modo incierto en inciertas esquinas, en asociaciones delictivas, en una tradición de 'salir de caño', de 'ganar o perder' en escruches y atracos. ¿Esa franja poblacional es susceptible de ser recuperada en saluble ciudadanía? Y si lo es ¿es el servicio militar obligatorio el recurso adecuado para que se produzca esa recuperación?

Uno de los argumentos a favor del servicio militar es el de la cohesión social que propone el ciudadano Martínez en su petición en Change.org, y su fundamentación radica quizás en lo que en psicología se llama Efecto Pigmalión, y que consiste en el efecto que tiene sobre un sujeto la calidad de expectativa que en él se deposita, y en informar al sujeto de esas expectativas.

El efecto Pigmalión puede ser negativo si las expectativas que se comunican a un sujeto determinado son negativas, como cuando una madre, temerosa de que su hijo se golpee jugando en una plazoleta, inconscientemente le anticipa: "te vas a caer y te vas a ir a la casa llorando" condicionando así la pérdida de equilibrio del vástago y el subsiguiente porrazo.

Del mismo modo, una fe positiva en el sujeto y en su desempeño, genera una respuesta positiva. Este es un argumento que, aplicado a un servicio militar (o social) obligatorio, podría verse traducido en algún tipo de expectativa puesta en la juventud, que por modesta que fuera, es una expectativa y no el abandono y la nadificación que verifica la indiferencia que tuvo el Estado respecto del asunto durante estos últimos veinte años.

Una variante del proyecto cambia el carácter militar del servicio por una educación de oficios obligatoria. Esto consistiría en un año obligatorio de aprender un oficio (carpintería, albañilería, electricidad, herrería, etc) bajo el sistema de pupilaje que acostumbraba el antiguo Servicio Militar, y no es mala. Pero tiene la dificultad de cómo generar políticas interdisciplinarias entre los ámbitos educativo y castrense.

Finalmente, hay que tener en cuenta que los beneficios socioculturales de toda sociedad están regidos por políticas de estado y no sólo por la viscosa e indefinida ayuda de la suerte o el azar. Es cierto que ningún pibe nace chorro, pero no menos verdadero es que ningún ciudadano se construye sin educación, y esta última, en tanto dependa del Estado, siempre será coercitiva, por aquello que entendió Weber cuando definió al Estado como el monopolio de la violencia. 

Usted, ¿qué opina?

@Cesario


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