¿Qué hace el Papa Francisco en la Plaza de la Revolución?

La Habana, el absurdo que domina el planeta aumentó hasta un límite ultrasurreal y plusbizarro.

20 Sep 2015
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Foto cortesía de Eameo.

Con la misa que ofició este domingo el Papa Francisco en la Plaza de la Revolución, en La Habana, el absurdo que domina el planeta aumentó hasta un límite ultrasurreal y plusbizarro.

Para no ofender a cristianos ni revolucionarios comunistas, es necesario poner en claro algunos puntos de las dos perspectivas de la existencia que se cruzaron en esta misa: la ideológica y la religiosa. Están en planos diferentes pero entrelazados por varios puntos cruciales en lo que los autores Berger y Luckman llamaron 'universos simbólicos', que vendrían a ser estructuras de significado que intentan explicar por qué el mundo es como es y no conviene que sea de otro modo.

Una de esas estructuras de significado es la religión. La ideología comunista, en conjunto, ejerce el mismo intento de legitimación de la realidad. Pero según la perspectiva comunista, nacida de Marx y Engels, las religiones son el 'opio del pueblo'.

El mismo Karl Marx escribe: “La miseria religiosa es al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella.  La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu.  Es el opio del pueblo.  La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real.  El estímulo para disipar las ilusiones de la propia condición,  es el impulso que ha de eliminar un estado que tiene necesidad de las ilusiones.  La crítica de la religión, entonces, significa, en germen, la crítica del valle de lágrimas del cual la religión es el reflejo sagrado.” 

Con lo cual la pregunta basal que nace en el sentido común o en el simple entendimiento es ¿qué hace el Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana dando una misa en la Plaza de la Revolución, donde el Estado teóricamente es ateo?

En realidad la pregunta no tiene una respuesta que se ajuste a la racionalidad, y es así porque el mundo no es racional. Y es que en este mundo poblado y decorado absurdamente por tantas guerras, tantas revoluciones permanentes que duran pocos años, tantas ideologías contradictorias, tantas corrientes new age, tantas dietas paleolíticas, tanto veganismo evangélico extremo, tanto talibanismo mascotero, tanto feminazismo empoderado; en este mundo donde dibujantes como Nik o comediantes como Beto César tienen trabajo, donde empresarios y empresarias dejan a sus hijos al cuidado televisivo de educadoras como Panam o Caramelito, en este mundo policromático en absurdo y sinrazón, la labor del Papa Francisco es otra forma más de mantener la salud mental, en medio de tanto descalabro económico, social y cultural.

Pero la mejor explicación a la presencia del Papa Francisco en la Plaza de la Revolución la vamos a encontrar en un texto fundamental de la literatura e incluso de la filosofía existencialista, en El Gran Inquisidor, del preclaro y agudo Fedor Dostoyevski en un pasaje de los Hermanos Karamazov. Allí, el Inquisidor habla con Cristo, a quien tiene preso en un calabozo, y le explica cual es su función en el mundo de los pobres y desgraciados, en el mundo de los hombres:

“Mientras gocen de libertad les faltará el pan; pero acabarán por poner su libertad a nuestros pies, clamando: "¡Cadenas y pan!" Comprenderán que la libertad no es compatible con una justa repartición del pan terrestre entre todos los hombres, dado que nunca -¡nunca!- sabrán repartírselo. Se convencerán también de que son indignos de la libertad; débiles, viciosos, necios, indómitos. Tú les prometiste el pan del cielo. ¿Crees que puede ofrecerse ese pan, en vez del de la tierra, siendo la raza humana lo vil, lo incorregiblemente vil que es? Con tu pan del cielo podrás atraer y seducir a miles de almas, a docenas de miles, pero ¿y los millones y las decenas de millones no son bastante fuertes para preferir el pan del cielo al pan de la tierra? ¿Acaso eres tan sólo el Dios de los grandes? Los demás, esos granos de arena del mar; los demás, que son débiles, pero que te aman, ¿no son a tus ojos sino viles instrumentos en manos de los grandes?... Nosotros amamos a esos pobres seres, que acabarán, a pesar de su condición viciosa y rebelde, por dejarse dominar. Nos admirarán, seremos sus dioses, una vez sobre nuestros hombros la carga de su libertad, una vez que hayamos aceptado el cetro que -¡tanto será el miedo que la libertad acabará por inspirarles!- nos ofrecerán. Y reinaremos en tu nombre, sin dejarte acercar a nosotros. Esta impostura, esta necesaria mentira, constituirá nuestra cruz.”

Eso es lo que hace el Papa Francisco en plazas como la de la Revolución.


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