Dos ingenieros inventaron en Tucumán una pintura para transformar contaminación en color

Dos ingenieros inventaron en Tucumán una pintura para transformar contaminación en color

Sorroza y González Lemus desarrollaron el producto Neptuno a partir del reciclaje de plásticos descartables. El emprendimiento, que se llama Xenilab, se prepara para pasar del laboratorio a la escala piloto. El equipo ya recibió numerosos reconocimientos en el país y este mes presentará el invento en el London Week Tech, una de las muestras de innovación más relevantes del planeta.

INVENTO E INVENTORES. La doctora González Lemus y el ingeniero Sorroza con una muestra de Neptuno, la pintura blanca basada en plásticos descartables. INVENTO E INVENTORES. La doctora González Lemus y el ingeniero Sorroza con una muestra de Neptuno, la pintura blanca basada en plásticos descartables. La Gaceta / fotos de Diego Aráoz

El proyecto que se propone convertir desechos en arte y en belleza lleva una denominación de mujer. “Xeni se pronuncia ‘ceni’: es un nombre de niña de origen guatemalteco que significa ‘protectora de las plantas y de las flores’”, dice Julián Sorroza, el ingeniero industrial graduado en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta) que, junto a la doctora en Tecnología Química de origen colombiano, Vanessa González Lemus, inventó la resina y la pintura Neptuno. Ese producto nacido en Tucumán hizo su debut mundial este 12 de junio con un stand en la feria de innovación británica London Week Tech.

El emprendimiento “revive” a plásticos descartables a partir de su transformación en pintura decorativa para paredes y otras superficies. “Técnicamente somos una ‘startup’ con base científica y tecnológica que trabaja con plásticos posconsumo, principalmente los PET, que son las botellas de agua y de gaseosas, y los polietilenos de baja densidad de las bolsas. A esos materiales los sometemos a distintos procesos químicos y obtenemos el precursor que es la resina, el corazón de toda pintura. A partir de allí, fabricamos el producto: pintura decorativa para hogares”, refiere el cofundador de Xenilab durante una entrevista en la Redacción de LA GACETA.

Fanático de la expresión artística, Sorroza, que tiene 35 años, se dio cuenta de que necesitaba emprender mientras trabajaba en una empresa metalúrgica de la provincia. Pero durante el diálogo destaca que quería lanzarse por su cuenta no de cualquier manera, sino con ciertos condimentos. “Debía ser con un propósito que me motive a mí como creo que tendría que existir para cualquier emprendimiento personal y laboral; con un componente de innovación; con otro de cultura y de color; con otro de sustentabilidad y con otro de ciencia orientada a la parte de fluidos. Empecé a investigar y, después de mucho tiempo, di con esta idea”, explica.

Se trata de un invento que, según Sorroza, no se aplica en la Argentina. Al respecto añade: “en otros lugares se utiliza otro tipo de plásticos para fabricar otro tipo de pintura. Nuestra innovación consiste en el aprovechamiento de plásticos en desuso para obtener resina a la que le agregamos otros productos de origen natural para reemplazar los sintéticos, que son contaminantes. Entonces, usamos resina conseguida a partir de plásticos y, además, generamos los complementos naturales”.

La invención aún no fue patentada -ni está a la venta- porque todavía no fue terminada, aunque sí hay un registro de marca. “Pero sí venimos con un impulso muy bueno y por eso dejé mi trabajo en la metalúrgica”, cuenta el emprendedor quien, en paralelo, asesora a empresas en el diseño de procesos y en la certificación de normas de calidad.

Xenilab está generando ruido en el ecosistema emprendedor. En pocos meses, el proyecto ganó la fase local del programa de estímulo al emprendedurismo Naves (Fundación Banco Macro y Universidad Austral) y fue finalista en la etapa nacional. “Para nosotros implicó una gran validación por el prestigio del certamen”, observa el ingeniero. Además, consiguió un premio de un millón de pesos: el máximo galardón ofrecido por el concurso “Mi primera empresa” del BBVA. “A partir de eso se disparó todo: nos aceptaron en las aceleradoras Latam Explorer VC aquí en Tucumán; Emprelatam de Buenos Aires y estamos trabajando actualmente con Incubate, del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que nos vino muy bien porque nos da la posibilidad de vincularnos con la Fundación Argentina de Nanotecnología”, dice. Xenilab y su criatura Neptuno pasaron también por Campus Summit, un acontecimiento tecnológico de alcance global. Fue allí que el equipo recibió una invitación de la Embajada de Reino Unido para exhibir su propuesta en Londres.

Poder impermeabilizante

“Xenilab persigue más que fabricar un simple producto de góndola. Nuestra misión es transformar la contaminación plástica en color, arte y belleza. Lo que nos está faltando es terminar de hacer las pruebas de calidad de este producto con características químicas. La pintura funciona: nosotros ya la probamos en exteriores e interiores, y hasta ahí va muy bien, pero aún no completamos nuestro laboratorio ni disponemos de cierto instrumental que nos serviría para comprender con precisión las propiedades físicas y químicas de Neptuno”, destaca. Hoy Xenilab está compuesto por tres ingenieros industriales, Sorroza, Rosario Ottonello y Martín Robles; por una ingeniera química, González Lemus, y por la contadora Susana Conrad (sólo los cofundadores Sorroza y González Lemus trabajan en la provincia).

Si bien el recorrido es prometedor, aún parece posible mejorar la pintura: encontrar el punto de mayor calidad al menor costo. Está llegando la hora de pasar de la microescala a la etapa piloto. Sorroza refiere: “con lo poco que tenemos hicimos el producto, pero sabemos que hay margen para crecer. Y por supuesto queremos estar seguros acerca de su durabilidad y de su respuesta”. La creación de Xenilab llamó la atención de algunos jugadores grandes de la industria, y hay una negociación en marcha para establecer alguna clase de asociación que acelere los tiempos y amplíe el impacto del emprendimiento tucumano.

Cuando se le pregunta a Sorroza cuál es la génesis del proyecto, él responde: “mucha investigación”. ¿Cuándo investigaba? Al término de su jornada laboral en la planta metalúrgica. “Existe un gran volumen de información. Así llegué a diferentes procedimientos químicos que, combinados de diferentes maneras, podían arrojar el resultado buscado. Avancé solo y, luego, contacté a González Lemus, que es una genia, y le pregunté qué opinaba respecto de lo que yo había concluido. Esta ingeniera química advirtió hasta dónde se podía llegar”, manifiesta Sorroza.

Ese techo supone ventajas que trascienden el compromiso ambiental porque, al proceder de plástico, una de las prestaciones naturales de la pintura es su poder impermeabilizante. “Esto quiere decir que reduce la probabilidad del paso de la humedad que obliga a añadir un impermeabilizante en el caso de las pinturas convencionales. Nuestro producto presenta una capa de alta resistencia y mayor rapidez de secado”, agrega el emprendedor.

“Plastívoros”

Un tacho de cuatro litros de Xenilab se fabrica hoy con seis botellas de dos litros: el plástico provee el 25% del contenido del envase. En el esquema proyectado, el emprendimiento necesitaría 300 kilos diarios de materia prima, cantidad que los centros de reciclaje de la provincia están en condiciones de proveer. Pero el horizonte se agranda hasta límites insondables si se considera que si algo hace bien la humanidad es degradar la naturaleza con su forma de consumir.

Afirma el ingeniero industrial que existe un volumen abrumador de evidencia acerca de la necesidad de actuar en forma urgente para reducir los niveles actuales de contaminación ambiental. “Empaparme de esto me llevó a cambiar y a tomar conciencia sobre lo que implica el punto de incertidumbre en el que estamos. Sé que con los problemas que tiene la Argentina a la gente le cuesta pensar en la situación ambiental, pero esto ya se está volviendo una amenaza muy cercana”, analiza.

“Por ejemplo, existe un término llamado ‘plastívoro’, que indica que es sumamente probable que nuestro cuerpo ya posea micropartículas plásticas, que derivan del petróleo. No se sabe exactamente qué produce esto a mediano y a largo plazo. Sí puedo decir que de los 16.000 componentes químicos que puede presentar un derivado del petróleo, entre ellos el PET, 3.200 son contaminantes. La gente no toma nota de esto. Y si miramos hacia los gobernantes, más me indigno”, acota Sorroza.

Xenilab acaricia la posibilidad de contribuir a la resolución de un problema dantesco. “Hoy necesitamos una inversión para terminar el producto. Luego buscaremos otra para montar la fábrica de transformación de plásticos en resina”, expresa el ingeniero industrial.

Mientras acaricia estos sueños, Sorroza intenta contestar la pregunta sobre si valió o no la pena dejar su trabajo “seguro” con un sueldo decente a cambio de los riesgos que comporta emprender. “En este momento no podría responder con exactitud. Fue un proceso difícil. Tuve que abandonar algunas cosas y algunas cosas tuvieron que abandonarme a mí también. O sea que hasta ahora el precio es alto y hay un sacrificio, aunque yo disfruto al máximo: desde que me levanto estoy pensando en esto”, admite. Y remata: “en su momento me decían que estaba loco por renunciar a la relación de dependencia, pero la realidad es que yo no estaba conforme. Me sentía deshonesto porque mi cabeza ya estaba en este emprendimiento”.

La receta de Xenilab

- Fabricar resina y pintura basada en plásticos descartables.

- Innovar en el mercado de los revestimientos.

- Transformar contaminación en color, arte y belleza.

- Aplicar ciencia y tecnología para lograr los máximos parámetros de calidad.

- Contribuir a frenar el desastre ambiental.

- El emprendimiento en la web: xeni-lab.com

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