Así mira Elpidio a los candidatos tucumanos

Así mira Elpidio a los candidatos tucumanos

“Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República por cuya grandeza he luchado y que, si alguna vez, he recogido amarguras y sinsabores me siento recompensado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi patria”.

El párrafo es parte de la carta que Elpidio González le escribió el 6 de octubre de 1938 al entonces presidente de la Nación, Roberto Ortiz. González explicaba en la misiva las razones que lo llevaban a rechazar los beneficios de la ley que aseguraban una pensión vitalicia de $ 3.000 para ex presidentes, y de $ 2.000 para ex vicepresidentes y que había sido impulsada por el diputado Adrián Escobar cuando salió a luz la tremenda pobreza en la que vivía “El Bienamado”, como le decían a González. “Habiendo sido promulgada la Ley que concede una asignación vitalicia a los ex Presidentes y Vicepresidentes de la Nación, cúmpleme dejar constancia al señor Presidente, en su carácter de 'jefe Supremo de la Nación, que tiene a su cargo la Administración General del País', de mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha Ley”, decía en su misiva.

González hoy descansa en el Panteón de los caídos de la Revolución del '90, junto a Leandro Alem y los presidentes radicales Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia. Justamente fue su amigo, “El Peludo” Yrigoyen, quien le pidió que fuera su ministro de Guerra en su primera presidencia, un cargo reservado para militares, pero que él aceptó para ayudar al Gobierno. Luego fue jefe de Policía. Finalmente, Marcelo Torcuato de Alvear le pidió que lo acompañase en la vicepresidencia, a sabiendas de su amistad con Yrigoyen. Fue en ese momento que González aceptó con una condición: no cobraría un sueldo por ejercer el cargo. “Si el pueblo me honra con semejante responsabilidad, no está bien recibir dinero a cambio. El prestigio y el honor están por encima de un sueldo a la hora de servir a la Patria”, aseguró. Sólo puso una condición: su horario de trabajo sería de 9 a 16, y no hasta las 18 como el resto de la administración pública. Esas dos horas restantes las pasaba en las plazas y recorriendo casa por casa vendiendo anilinas y pomadas para zapatos. Así lograba sobrevivir. Vivió sus últimos años en una pensión, la misma que lo había cobijado de joven. En octubre de 1950 debió ser operado en el Hospital Italiano. Estuvo internado porque no tenía dónde ir a vivir. Falleció el 18 de octubre de 1951, hace ya 72 años.

¿Qué pensaría González si hoy viviera en Tucumán? Los procesos electorales de los últimos 20 años fueron similares desde que el partido justicialista inventó dos sistemas que vinieron a descalabrar lo conocido hasta entonces. Primero fue la Ley de lemas, con la que se votó en 1991 y que llevó al triunfo a Ramón Ortega y luego, una remoción creada por José Alperovich que fueron los acoples, que comenzaron a utilizarse en 2007. La mejor forma de decir “compitan todos los que quieran, pero al final el único que ganará seré yo”.

Estamos a 18 días de las elecciones en Tucumán y la semana pasada la Junta Electoral Provincial dio a conocer que se presentaron 18.142 personas dispuestas a ocupar los 347 cargos que se ponen en disputa. Hay un candidato cada 72,2 ciudadanos. Para ponerlo en otros parámetros: cada dos cuadras de toda la provincia hay alguien que quiere ser electo. ¿Elpidio González se sentiría orgulloso de lo que sucede en nuestra provincia? Una mirada utópica mostraría que vivimos en una provincia en la que en cada 200 metros hay una persona con vocación política. Alguien que se preocupa por sus vecinos, que quiere aportar soluciones, que tiene visión de futuro. Es increíble que una carrera, en la que tan pocos llegan al final, tenga tantos inscriptos. En Tucumán se ponen en juego el cargo de gobernador y vice, de 49 legisladores, 19 intendentes, 184 concejales y 93 comisionados rurales. Es cierto, hay 154 candidatos menos que en las elecciones de 2019 (uno cada 67 electores). El número de candidatos se explica en la mayor cantidad de partidos que firmaron acuerdos de acople en Tucumán. Como en 2019, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio harán uso de colectoras para potenciar sus postulantes a cargos ejecutivos. El oficialismo llevará 61 partidos acoplados, frente a los 55 de hace cuatro años. En cuanto a la coalición opositora, sostiene 17 convenios con agrupaciones provinciales cuando en 2019 habían sido 16, más la lista oficial de ese momento. La otra visión, más realista, es que la política se convirtió en una bolsa de trabajo y los candidatos aspiran a vivir del Estado al menos durante cuatro años. Tal como decía Max Weber en su ensayo “La política como vocación”: “Hay dos formas para hacer de la política una profesión: vivir para la política o vivir de la política. Aquel que vive para la política hace de ello su vida en el sentido íntimo o se solaza simplemente en el ejercicio del poder que conserva, o mantiene su equilibrio y la tranquilidad en su conciencia por haber dado un sentido a su vida al haberla puesto al servicio de algo. Entre vivir ‘para’ y vivir ‘de’ la política existe una diferencia, ya que el individuo que vive de la política se coloca en un nivel mucho más burdo, es en el nivel económico.. Quien vive de la política como profesión, ésta es su fuente de ingresos; quien vive para la política se encuentra en un nivel más alto”.

Sería imposible que hoy cunda un ejemplo como el de Elpidio González. ¿Se imaginan a los políticos trabajando sólo por el honor? Un legislador tucumano cobra, en blanco, en la mano, hoy, unos $ 340.000. Sólo el sueldo. ¿Vocación o profesión? Hace ya 14 años el ya por entonces diputado por Mendoza Nicolás del Caño presentó un proyecto que decía: “Iguálese el monto total de las dietas y/o haberes que perciben los/las legisladores nacionales y todos los/las funcionarios/as políticos/as de los poderes Ejecutivo y Legislativo de la Nación con el salario que percibe mensualmente uno/a docente que trabaja 36 horas cátedras, con 20 años de antigüedad”. Adivinen si llegó a tratarse…

La escena se repite cada cuatro años. Dos meses antes del día de las elecciones los políticos recorren como nunca pueblos, barrios y ciudades. Prometen, entregan, abrazan. Todo en busca de su único objetivo: ser electos. Ya lo decía Bernard M. Baruch, uno de los principales asesores del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt: “Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione”. Elpidio González, seguramente, estaría de acuerdo.

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