Sexualmente hablando: Euforia

Sexualmente hablando: Euforia

En 1985, en Canadá, se realizaron dos estudios que probaron los efectos de la meditación trascendental colectiva, con un numeroso grupo de participantes. ¿Los resultados? Se redujeron de manera significativa la cantidad de suicidios, homicidios y muertes por accidentes de tráfico. Otro estudio similar, realizado entre 1983 y 1985, midió su influencia sobre el terrorismo y los conflictos internacionales. La meditación colectiva se llevó a cabo en tres períodos de entre 8 y 11 días, con derivaciones igual de sorprendentes: un descenso del 72% en el terrorismo y del 32% en los conflictos internacionales. Por otra parte, en 1983, se propuso esta práctica en Jerusalén con la intención de mejorar la calidad de vida y gravitar de manera positiva sobre la guerra en Líbano. Una vez más quedaron a la vista sus beneficios: menos muertes generadas por la guerra, el crimen y los accidentes automovilísticos. Además, se registró una mejora en el mercado de valores y el estado de ánimo a nivel nacional.

Estos experimentos prueban que, más allá de las apariencias, no estamos separados. ¿Cómo habríamos de estarlo si, de acuerdo a lo que nos enseñan los físicos, además de materia somos energía, sin principio ni fin? Lógicamente, si de pronto somos muchos los que estamos “en la misma”, vibrando en una frecuencia… los efectos se hacen notar, se vuelven más evidentes.

Algo de esto ha ocurrido con la alegría que trajo el triunfo de la selección argentina en el Mundial de fútbol. Aunque hubo algunos hechos penosos, incidentes y contratiempos, no resultan relevantes si se piensa en la cantidad enfervorizada de gente que se congregó a lo largo de todo el país. Una verdadera euforia compartida, en la que asistimos a escenas conmovedoras, expansivas, llenas de amor. Bastante impensables en este país caracterizado por divisiones de todo orden. Por ejemplo, la famosa abuela a la que todos le cantaban, celulares que se perdían y eran devueltos, abrazos entre desconocidos, comerciantes que regalaban sus productos (como ese vendedor de telas que repartió cientos de metros de bandera).

Lo que ocurrió desde el punto de vista erótico fue también notable. Parejas besándose apasionadamente y, como en las películas, más de uno se arrodilló -anillo en mano- para hacer una propuesta de matrimonio. Muchas personas confesaron en las redes sociales que el domingo del triunfo tuvieron “el mejor sexo de sus vidas” y los hoteles alojamiento explotaron en varios lugares. De hecho hubo algunos que redujeron el clásico turno de dos horas a la mitad, para satisfacer la enorme demanda. Y hasta en Río Cuarto, Córdoba, el dueño de una pequeña cadena, en el fervor del entusiasmo, ofreció las habitaciones gratis.

Muchos escépticos podrían afirmar que tales manifestaciones son efímeras y artificiales, impulsadas por un mero exitismo. O que responden a la necesidad de compensar “lo mal que anda todo” por parte de un pueblo abatido. Todas hipótesis razonables.

Pero también cabe la posibilidad de que el amor, esa energía que “que mueve al Sol y las estrellas”, al decir del Dante, sea lo más verdadero en nosotros, nuestra esencia. Quizás solo necesite que le creemos algunas condiciones. Y si es antes del 2026… ¡mucho mejor!

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