“El vínculo con los hijos es de por vida, el matrimonio se puede destruir en un día”

“El vínculo con los hijos es de por vida, el matrimonio se puede destruir en un día”

Fallecido hace algunas semanas, fue uno de los mayores autores israelíes y uno de los más traducidos al castellano. Compañero de generación de Amos Oz, indagó como pocos la identidad judía y los conflictos de su país. En esta entrevista, publicada en este suplemento en 2005, reflexiona sobre los dilemas de Israel, el hebreo, el antisemitismo y el matrimonio, una de las cuestiones que más abordó en sus libros. “La clave del futuro de Israel está en la resolución del problema palestino”, afirmaba.

“El vínculo con los hijos es de por vida, el matrimonio se puede destruir en un día”
18 Septiembre 2022

Por Paula Varsavsky

Para LA GACETA - TEL AVIV

Entre las décadas de los 80 y los 90 se consolidó en Europa un boom de escritores israelíes. Algunos de los nombres que más han trascendido son Amós Oz, David Grossman, A.B. Yehoshua y Aharón Appelfeld. Asimismo, el reconocimiento internacional los instaló cómodamente entre el público lector de los Estados Unidos. Los motivos del creciente interés por la literatura de un país que es más pequeño que nuestra provincia de Tucumán se podrían resumir de la siguiente manera: la complejidad étnica y religiosa; la apertura de la mirada hacia el mundo árabe; el universo de los “resistentes” a la occidentalización y los fundamentalismos religiosos. Todos estos temas se encuentran, hoy en día, en el centro de interés de Occidente.

A.B. Yehoshua es, sin duda, uno de los escritores israelíes más reconocidos tanto en su país como internacionalmente. Nacido en Jerusalén en 1938, luego de haber vivido cuatro años en París, en la actualidad reside en Haifa. Allí se desempeña como profesor de Literatura en la Universidad de esa ciudad. Asiduo colaborador del matutino español La Vanguardia y de otros diarios europeos, lleva alrededor de veinte libros publicados entre novelas, ensayos y piezas teatrales. La gran mayoría de su obra ha sido traducida a más de diez idiomas, incluido el castellano. La prensa norteamericana lo ha calificado como el Faulkner israelí por su estilo para retratar la conciencia. Se lo conoce, ante todo, por sus novelas El señor Mani (Anaya), Viaje al fin del milenio (Siruela) y Divorcio tardío, que son algunas de las que se pueden leer en castellano. Nueve de sus novelas han sido llevadas al cine, con producciones de distintos países.

El encuentro con A. B. Yehoshua tuvo lugar en Tel Aviv. Sonriente y dinámico, Yehoshua es un hombre de tupido pelo gris ondulado y nariz aguileña. Treinta y cinco años de militancia por la paz árabe-israelí lo convierten en referente obligado respecto de la formación del Estado palestino. “No estoy de acuerdo con mi gobierno. En los últimos cuatro años algunos judíos han tomado distancia con Israel. Hay gente que dice que hemos perdido nuestro encanto. Tenemos que llegar a un acuerdo de paz. La clave del futuro de Israel está en la resolución del problema palestino”, afirma.

Nacionalismo y religión

Su vida y su obra están plagadas de reflexiones acerca de la identidad de su pueblo: “La mayoría de los judíos estaba en contra del judaísmo. La gente está empezando a creer que el problema judío es un problema que atañe al mundo entero. Luego de la Segunda Guerra Mundial a la gente le preocupaba el proceso de normalización de los judíos. Porque a los judíos no les gusta que los llamen normales”. Y reflexiona sobre esta definición que acaba de dar: “El problema es cómo seguir agrandando la identidad israelí. Empezamos esta operación hace doscientos años, con la introducción legítima del judío secular dentro de la identidad judía, inclusive a ojos de los más religiosos. Tuvo éxito y la pregunta que tenemos que evaluar ahora es si seremos capaces en los próximos cincuenta o sesenta años de separar, poco a poco, el vínculo oficial entre nacionalismo y religión para normalizarnos como cualquier otro pueblo del mundo”.

Así, Yehoshua encuentra que la identidad judía se define por dos pilares: la nacionalidad y la religión. Y se sigue preguntando una y otra vez: “¿Qué es un judío? ¿Quién es un judío?”. Pero, a diferencia de las críticas que guarda para el terreno de la política, el autor sostiene que Israel se encuentra, hoy en día, en un momento de gran ebullición en distintas áreas del campo de la cultura: “Las situaciones de conflicto son buenas para la literatura, son propicias para la creación. Desde el punto de vista de la cultura, a Israel le va muy bien. James Joyce, William Faulkner, Marcel Proust y Thomas Mann escribieron sus mejores libros en el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Si se quiere promover la literatura hay que crear problemas”.

Nacer con lengua muerta

Entrando en el tema puntual de los escritores israelíes, Yehoshua trae a colación la singularidad del hebreo y del rol de los autores respecto de su lengua: “A principios del siglo XX el hebreo estaba prácticamente muerto, o sea que fue a través de la lengua como se construyó la nación de Israel. Mi país recibió inmigrantes de cerca de setenta naciones. Abandonaron sus idiomas y comenzaron a hablar hebreo. Nuestro idioma les dio la sensación de pertenencia. Luego, la consolidación del lenguaje fue una tarea de los escritores. Por ese motivo es que tenemos una sensación de responsabilidad respecto de nuestro idioma”.

Son seis millones de personas los habitantes de Israel. Todos ellos hablan hebreo, incluido el millón trescientos mil árabes ciudadanos israelíes. Se podría establecer alguna similitud con lo que sucede en Cataluña, que cuenta con el mismo número de personas comunicándose en catalán. Además, en ambas regiones, la cantidad de libros publicados está entre las más elevadas a nivel mundial.

Una relación particular

Un tema que aparece recurrentemente en sus novelas es el del matrimonio: en Open Heart, un muchacho recientemente casado de menos de treinta años se enamora de una mujer de cincuenta años; Ben Atar, el protagonista de Viaje al fin del milenio, situada en el año 999, es perseguido por ser bígamo, y así otros ejemplos. Consultado sobre este asunto, nos dice: “El matrimonio es una relación muy particular. El vínculo con los hijos es de por vida, con los padres también. En cambio, el matrimonio es una relación que se puede destruir en un día”. Y agrega: “Para mis novelas he investigado bastante este asunto a lo largo de la historia. Hace mil años, el noventa por ciento de los judíos vivía en el mundo musulmán. Solamente el diez por ciento vivía en Europa y ejercía la monogamia. Para mi novela Viaje al fin del milenio, quise crear una situación en donde la cuestión acerca de la bigamia y la monogamia fuera un problema”.

Luego se sigue explayando: “Yo estoy casado con una psicoanalista. Por eso me da miedo contarle mis sueños a mi mujer”.

Texto con muchos baches

Confiesa ser un novelista tardío: “Me tomó mucho tiempo llegar a escribir una novela. Durante largos años escribí cuentos”, y aconseja a los jóvenes escritores: “no se apuren en escribir novelas”.

Generador de polémicas, acaba de escribir un ensayo donde indaga acerca de las raíces del antisemitismo: “Se encuentran menciones antisemitas ya en el mundo pagano”, asegura

Luego, continúa con la idea central del innovador ensayo que ha elaborado recientemente: “Un judío es como un texto con muchos baches y esto permite al antisemita proyectar sus miedos, sus ansiedades y sus angustias. Cuando Hitler perdió, su frase fue: ‘Yo desconocía que los judíos tenían tanta influencia en Churchill’”, dice el escritor con una sonrisa irónica.

© LA GACETA

Perfil

Abraham “Buli” Yehoshua nació en Jerusalén en 1936. Obtuvo una licenciatura en Letras en la Universidad de Jerusalén y fue profesor de la Universidad de Haifa desde 1972.

Algunos de sus libros son Viaje al fin del milenio, El cantar del fuego, Una mujer en Jerusalén y La novia liberada. Entre otras distinciones ganó el premio Israel (el más alto galardón de su país), el Nialik, el Médicis y el premio al mejor libro extranjero de Francia.

Murió el 14 de junio pasado, a los 85 años, en Tel Aviv.

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