Tucumán se reacomoda en un país que no encuentra rumbo

Tucumán se reacomoda en un país que no encuentra rumbo

En medio de la tormenta perfecta, Alberto Fernández le ha encomendado una tarea nada sencilla a su jefe de Gabinete, Juan Manzur: conseguirle paraguas a Silvina Batakis que resistan a semejante tempestad política, económica y fiscal. No hay suficiente margen de maniobra. El gobernador en uso de licencia debe lidiar no sólo con las dudas del mercado que han llevado al dólar a superar los $ 300 por unidad, en una Argentina que es cada vez menos creíble en el contexto internacional, con un Riesgo País que roza los 2.800 puntos básicos (cuando Alberto Fernández asumió la Presidencia era de 2.189 puntos), según las mediciones de la banca internacional JP Morgan. El Riesgo País se entiende que está relacionado con la eventualidad de que un Estado soberano se vea imposibilitado o incapacitado de cumplir con sus obligaciones con algún agente extranjero, por razones fuera de los riesgos usuales que surgen de cualquier relación crediticia, define Rava Bursátil. Las experiencias vividas y la constante práctica de gestionar al borde de la línea alimentan la incertidumbre de los inversores. La ministra de Economía de la Nación tiene la misión de revertir ese cuadro psicoeconómico, pero son pocas las herramientas de política económica que dispone. De allí la necesidad de reconstruir la confianza a través de los apoyos. Como el que le brindó el lunes un grupo de gobernadores peronistas, entre ellos el tucumano Osvaldo Jaldo. Las fotos de visitas ilustres al Palacio de Hacienda continuarán y no sólo de mandatarios provinciales (ayer lo hicieron los gobernadores de San Juan, Sergio Uñac; de Entre Ríos, Gustavo Bordet, y de La Rioja, Ricardo Quintela, todos ellos afines a Manzur), sino también de sindicalistas y empresarios.

La celeridad en definir la segmentación tarifaria es un indicio de que el Gobierno está dispuesto a recorrer el camino de las correcciones de los desequilibrios. Pero el país se topa de lleno con una inflación que será más elevada que antes (se estima un 7% para este mes), en un período que se orienta hacia la baja de la actividad económica y con una inestabilidad cambiaria que se refleja con los dólares financieros e informal por encima de los $ 300. En lo que va de este 2022, el peso argentino fue la moneda que más perdió frente al dólar estadounidense en toda la región. Entre el 1 de enero y el 19 de julio, el tipo de cambio oficial aumentó 24,7% mientras que el blue lo hizo en 46,1% y el MEP en 50,1%, de acuerdo con un reporte de la Fundación Libertad y Progreso. Esto contrasta con los movimientos de las demás monedas de la región, donde la devaluación promedio respecto al dólar fue de 7%. Incluso hay monedas que, respecto a su valor a principios de enero, incluso registraron una apreciación o estabilidad, como son los casos de Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Esto explica el éxodo de extranjeros a las fronteras argentinas para adquirir productos que están a precios de ganga, pero también la oleada argentina que busca en los países limítrofes productos que no se consiguen en territorio nacional y, si hay stock, están a valores inalcanzables para cualquiera.

La devaluación progresiva de la moneda nacional se acelera y es una señal más de la desconfianza del mercado a las pautas establecidas por Batakis. Los operadores se cansaron del relato. Quieren hechos concretos para saber cómo hará el Tesoro para abonar los casi $ 6 billones de deuda que vencerán antes de las elecciones del año que viene. El Gobierno se ha quedado sin vías de financiamiento. No puede salir a pedir voluntariamente préstamos por aquello del Riesgo País; tampoco puede emitir más moneda porque, de hacerlo se expondría otra vez a incumplimientos de metas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Subir los impuestos dejó de ser una opción para el Gobierno. Nadie resiste más presión tributaria que la vigente.

Tucumán intenta reacomodarse en este cúmulo de desequilibrios. Jaldo sabe que no puede ni debe soltarse de la mano de la Casa Rosada. Allí el propio Presidente lo ha colocado entre sus aliados más firmes, de la mano de Manzur. La sociedad entre el jefe de Gabinete y el vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo pasa por uno de sus mejores momentos. Hace un año se sacaban los ojos; el presente los encuentra unidos por la supervivencia política y por el espanto que representa la economía argentina. El lunes, ante el Presidente, el gobernador interino se mostró más oficialista que siempre y agradeció no sólo a Alberto Fernández por los proyectos que gozarán de financiamiento (en su discurso destacó el federalismo de la actual gestión), sino también a su compañero de fórmula. Jaldo necesita pensar en el año de gestión que le queda por delante si Manzur decide no retornar antes a su cargo. De una u otra forma hay un pacto de continuidad. De allí el requerimiento permanente de la provincia para que se giren los fondos acordados para la ejecución de obras públicas. El vicegobernador prefiere no hablar de megaemprendimientos o de proyectos faraónicos que se devalúan en el tiempo y que, en definitiva, quedan guardados en el cofre de los recuerdos y de las promesas oficiales. Viviendas, rutas y cloacas son los trabajos que más se ven social y electoralmente en el corto plazo. Esa es la apuesta pensando en 2023.

La Casa de Gobierno local también abre una nueva etapa en este segundo semestre, que arrancó con el arrastre financiero de una primera mitad de 2022 con ingresos por encima de lo presupuestado. Para dar una idea de que las finanzas están, en cierta medida, estables, basta con observar esos ingresos: la coparticipación ha crecido nominalmente un 70% interanual en ese período (en términos reales, descontando el impacto inflacionario, la expansión ha sido de casi 8%), mientras que la recaudación de impuestos provinciales aumentó un 62% nominal (cinco primeros meses del año). La contrapartida ha sido el crecimiento del gasto en personal que pasó de $ 8.660 millones de planilla salarial en mayo de 2021 a los $ 14.121 millones en igual mes d este año. Aún resta computar los reajustes anticipados de las paritarias. El margen de maniobra fiscal se achicará. Por esa razón, Jaldo se ha puesto en rol de ministro de Economía (supo ocupar ese cargo en tiempos de la gobernación de Julio Miranda) y comenzó a revisar todas las transferencias que se efectúan en el Estado, particularmente en los organismos descentralizados. ¿Ahorro forzoso o ajuste voluntario? La respuesta es un mix de aquel interrogante. En otras palabras, Jaldo ha decidido sentarse en la caja y frenar decretos que impliquen gastos discrecionales en tiempos de restricciones fiscales. Para mantener la tranquilidad social, el vicegobernador a cargo del Ejecutivo sabe que debe mantener los sueldos estatales al día y no descuidar la asistencia social y sanitaria de la población. Tampoco la seguridad. Hoy, por caso, citará a la plana mayor de la Policía para bajar línea en el plan de lucha contra el narcomenudeo y para repasar algunos indicadores delictivos. No se descarta que el mandatario interino ordene la creación de unidades especiales de lucha contra la droga, como un complemento de la Dirección General de Drogas Peligrosas (Digedrop).

Otra vez, el gabinete (propio y heredado) ingresa en zona de revisión. Jaldo no quiere más sorpresas y pide más acción. Juega en tiempo de descuento para intentar mostrar que puede pelear por la gobernación en los comicios del año que viene, más allá de las vicisitudes de un país en crisis permanente.

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