Vecinos del barrio Parque modifican sus vidas por la inseguridad

Vecinos del barrio Parque modifican sus vidas por la inseguridad

Las víctimas se quejaron de que el Estado los abandonó. Preocupación por el incremento de los robos, que son cada vez más violentos

INSÓLITA SITUACIÓN. Un desconocido se aprovechó de una gruta para ingresar a una vivienda y apoderarse de un sistema de iluminación.  INSÓLITA SITUACIÓN. Un desconocido se aprovechó de una gruta para ingresar a una vivienda y apoderarse de un sistema de iluminación.

“Es un infierno. Tu vida gira en torno a cómo hacer para que no te roben o te maten”, respondió Marcos Juárez, habitante de barrio Parque, uno de los que padecen la inseguridad. “La gente no tiene idea de lo que significa hacer todo pensando que podés ser víctima de un delito. No dormís bien porque tenés miedo de que alguien entre a tu casa o porque tus hijos deben volver en colectivo. Hay que tomar recaudos para ir a trabajar y para hacer las compras”, resumió el empleado de la administración pública.

En su edición del 14 de junio, LA GACETA publicó el caso de Aída, una mujer que sufrió un ataque de motochorros. La víctima, que fue golpeada por los delincuentes, denunció en esa oportunidad que le había dolido más la inacción policial que el castigo físico que había sufrido por parte de los delincuentes. “No solo no cambió nada, sino que hubo otros casos mucho más violentos. Entre todos los vecinos estamos buscando una solución. Queremos que al menos nos escuchen”, explicó.

Los hechos de inseguridad se suceden día tras día. “En una semana pude presenciar cuatro robos en la misma cuadra. Estamos totalmente abandonados porque casi no hay policías y, cuando están, están reunidos en una misma esquina dejando desprotegidas tres”, explicó Eduardo Mansilla, empleado de un comercio del barrio, en una entrevista de LG Play. “Iba con mi hijo de 13 años por Lola Mora y, al llegar a la esquina con Cuba, vimos que venía una moto con dos jóvenes. Uno venía con la pistola en mano y nos quitó todo lo que teníamos”, explicó Érica Aguirre.

El sábado, Mabel Mendoza y su amiga Graciela caminaban hacia el sur por Lola Mora. Antes de llegar a la avenida Benjamín Aráoz, fueron sorprendidas por dos jóvenes que se desplazaban en una moto. “Llevaba una mochila y cuando me di cuenta que me estaban por robar, la agarré con toda. Terminó empujándome al suelo para quitármela. Como no podía hacerlo, empezó a patearme las costillas para que lo hiciera. Cuando vi que tenía una pistola, recién la solté”, relató la víctima.

Celeste Baigorria sufrió dos robos en menos de una semana. El domingo, cerca de las 21, mientras realizaba unas compras en el almacén de Mario Bravo al 400, un motochorro le quitó el celular que tenía en la mano cuando esperaba ser atendida. El viernes se levantó y descubrió que desconocidos se habían apoderado de las bebidas que su hermano distribuidor guarda en su vivienda de Mario Bravo al 200. “Sospechamos que fueron al menos cuatro y que también atacaron a por lo menos otra casa donde le llevaron las cosas que tenían en el fondo”, añadió la mujer, que vive a menos de media cuadra de un gimnasio en el que también ingresaron delincuentes para apoderarse de un celular mientras había personas realizando actividades físicas.

Reglas de ocasión

En el barrio El Parque hay reglas que impuso la inseguridad. Una de ellas es que todos los empleados de los comercios atienden detrás de rejas y, en algunos casos, los clientes ingresan luego de que les abren las puertas. Varios de ellos tienen el cartel en el que se puede leer la leyenda: “Prohibido ingresar con el casco puesto”. “Ni aun así se calman las cosas. Hace menos de un mes rompieron dos vidrios para tratar de robar mercadería. Eran blindex y ni les importó. Crecí en este barrio, me fui por la inseguridad, sólo me quedé con el local y las cosas están peores. Nunca antes pasó algo así”, sentenció Cristian Puertas.

En este sector de la ciudad se construyó un complejo habitacional en altura, que a nivel provincial es conocido como “Las Torres”. Son cuatro edificios y cada uno tiene 49 departamentos. Sus habitantes también tuvieron que modificar sus hábitos por los robos. Todos esperan el colectivo en el hall y, cuando ven que el ómnibus de la Línea 4 se aproxima, salen urgidos a tomarlo. “Es la única que nos queda porque si estás solo en la parada, no estás ni 10 minutos sin que te afanen todo lo que tenés. Es una vergüenza lo que está pasando”, indicó Fernando Pastrana. “Cada paso que damos debe ser estudiado para que no te dejen sin celulares. No entiendo por qué se fueron los efectivos. Ahora que todos los ‘gatos’ saben que no hay prevención, hacen lo que quieren. La situación es desesperante”, agregó.

En Mario Bravo al 300, Daniel Lagarde construyó una gruta para que los vecinos rindan honores a la virgen. “Nunca me imaginé que la utilizarían para treparse a la tapia y para apoderarse del sistema de iluminación que tenía en el jardín. Lamentablemente nos han abandonado a la buena de Dios”, señaló.

Grave situación

Los vecinos de barrio El Parque, además de la sensación de inseguridad, los invade la angustiosa sensación de abandono por parte de las autoridades. Hace poco más de un año, toda la cúpula del Ministerio de Seguridad visitó la zona para presentar el programa de Cuadrantes de Patrullas. Luego fue el intendente Germán Alfaro entregó el sistema de alarma vecinal. En la actualidad, ninguno funciona. Los policías fueron trasladados hacia otros puntos. Las sirenas suenan cada rato, pero no hay nadie que actúe. “El grupo de WhatsApp vecinal es lo más cercano a un sistema de protección que tenemos”, reconoció amargado Juárez.

Voceros de Seguridad destacaron que se están encargando del tema y que hasta tienen previsto reunirse con los vecinos para escuchar sus quejas. Ese estado de desprotección genera otra peligrosa situación: los vecinos están asumiendo roles que no les corresponden. Por ejemplo, hicieron una especie de investigación con la que determinaron que los delincuentes que cometieron los arrebatos se movilizan en una Honda Wave blanca y que atacan entre las 12 y las 20. “Eso lo sabemos porque las víctimas los ponen en el grupo. Estamos atentos a verlos para protegernos”, comentó Juan Pablo Méndez, habitante de “Las Torres”.

La calma de la madrugada desaparece con tres sonidos: la sirena de la alarma barrial, la alerta del celular por la llegada de un mensaje al grupo de WhatsApp y luego disparos de algún vecino que intenta espantar a los delincuentes. “Esto va a terminar mal. Los vecinos estamos cansados. No se puede vivir así. Alguien tiene que hacer algo porque hay muchos que ya están decididos a defender lo suyo como sea. Prefieren caer en cana que seguir viviendo de esta manera”, finalizó María Eugenia Pereyra.

Planteo: piden asistencia para jóvenes adictos

“En barrio El Parque no sólo necesitamos mayor presencia policial, sino que el Estado se haga cargo de los adictos que caminan como fantasmas buscando la manera de comprar drogas. ¿Y cuál es la manera? Robar cualquier cosa para cambiarlas por porquería”, explicó María Eugenia Pereyra. “Pero lo más grave es que muchas veces los transas no aceptan las cosas que llevan y las terminan tirando en la calle”, añadió.

Este vecindario limita con La Costanera, lugar donde los vecinos denuncian que venden drogas a diestra y siniestra. “Hay de todas las edades. Vos descubrís que vienen caminando del este perdidos, todos sucios y malolientes. Es evidente que duermen en la calle y no piensan en alimentarse, sino en comprarse drogas. Hay chicas que a la noche que piden a los hombres dinero a cambio de intimidad. Es increíble lo que está pasando”, contó Martina de Rivadeneira.

“Esos son los chicos que entran a las casas a buscar cualquier cosa para llevarse. Hay una vecina que todavía se está riendo porque le sustrajeron un papagayo y una chata que utilizaba su padre fallecido hace más de 20 años cuando estaba enfermo. ¿Quién puede apoderarse de esos elementos que estaban secándose al sol? Un enfermo”, contó Laura Rodríguez.

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