Más allá de la semana que viene

Más allá de la semana que viene

“No veo la semana que viene”, dijo el miércoles el economista Juan Carlos de Pablo, para graficar la neblina que envuelve a la endeble situación del país. Tampoco la política sabe lo que va a ocurrir dentro de siete días. Y eso es lo más preocupante: no hay nadie que indique un rumbo, en el oficialismo, en medio de esta bruma en que se ha convertido la Argentina.

El Frente de Todos es lo más parecido a un hormiguero pisoteado, con dirigentes que corren en cualquier dirección desorientados, perdidos y aturdidos. Alberto Fernández sólo suma confusión. Nadie sabe qué puede pasar a su retorno de Estados Unidos. ¿Habrá más cambios en el gabinete? ¿Con qué criterio los define? Antes de partir, y como si no le sobraran problemas de los cuales ocuparse, se adosó uno más con la designación de Daniel Scioli al frente del Ministerio de Desarrollo Productivo. Traer de vuelta al embajador en Brasil implica crearle un rival directo a Sergio Massa para 2023. ¿Lo hizo con ese propósito? Si la intención era provocar una estampida, lo está logrando: apenas se conoció la elección de Scioli, funcionarias ligadas a Malena Galmarini, la esposa del presidente de la Cámara de Diputados, se fueron en fila de un grupo de Whatsapp gubernamental. Quizá allí se encuentra la explicación de por qué el Presidente llevó a Massa a Estados Unidos.

Las vacilaciones de Alberto Fernández afectan directamente a Juan Manzur. El jefe de Gabinete tampoco conoce cuál es la dirección y se lo percibe cada vez más incómodo en su función. Por ratos le encienden la luz verde para que avance con el armado y por otros lo encandilan con una luz roja para que frene. ¿Bastan esas marchas y contramarchas para que tome la decisión de regresar a Tucumán? “No hay que descartar nada”, responden en su entorno. Manzur no habla de estas cuestiones con los funcionarios tucumanos que lo visitan semanalmente; ante ellos se muestra compenetrado en la gestión nacional y con la misión de encauzar al oficialismo para 2023. Pero mira de reojo lo que sucede en Tucumán. Conversa con Osvaldo Jaldo prácticamente a diario, porque el tranqueño le cuenta –casi todo- lo que acontece en esta provincia. Por ejemplo, lo llamó por teléfono para avisarle apenas se habían secuestrado los casi 30 kilos de cocaína en Colalao del Valle.

Es evidente que Manzur y Jaldo hoy atraviesan una etapa de coincidencias. Comparten desde la impaciencia porque a dos meses de la asunción de Fabián Soria al frente del Ministerio de Obras Públicas no perciben el impulso que pretendían dar a las obras proyectadas con su arribo; hasta las gestiones para conseguir que se normalice el suministro de gasoil en la provincia.

Más allá de la semana que viene

No obstante, más allá de esa sociedad que hoy han recuperado Manzur no está dispuesto a regalarle nada a Jaldo. O, dicho en otras palabras, nada será gratis para el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo. El jefe de Gabinete es consciente de que su compañero de fórmula hoy corre con ventaja para sucederlo, porque las circunstancias así lo dispusieron. Sin embargo, está empecinado en mantener el control más allá de los próximos comicios. ¿Piensa en postularse para la vicegobernación? En los últimos días ya desde su entorno comenzaron los sondeos informales en tribunales para saber qué curso tendría una acción declarativa de certeza que dilucide si puede ser candidato o no. En el manzurismo creen que, si Jaldo resulta bendecido por el jefe de Gabinete, la única alternativa de que no haya fisuras en el Frente de Todos sería con él en la fórmula. Ningún delfín, afirman, garantiza que haya unidad. Con ese análisis coincide el jaldismo: por eso son cada vez más las voces –y las pintadas- ligadas al contador que piden por el binomio “Jaldo-Manzur”.

Manzur se encuentra, en algún punto, entrampado por la coyuntura. Para mantenerse a gusto en la mesa del poder nacional debe sostener a Tucumán en velocidad crucero. Cualquier aceleración brusca o freno repentino le quitarían margen de negociación en Buenos Aires. Y el calendario no es su mejor aliado: aquí las elecciones serán un par de meses antes que las nacionales.

Por eso Jaldo se siente tan seguro. Quienes lo frecuentan aseguran haberlo escuchado repetir, desde hace un par de semanas, que “ahora” comienza su carrera. Las reuniones con la ex ministra de Educación Susana Montaldo, hasta estos días funcionaria de Germán Alfaro, se inscriben en esa lógica. El gobernador interino pretende rodearse de un consejo de técnicos con experiencia en la gestión pública, con la mirada puesta en 2023. De igual manera, vigila de cerca cada movimiento de sus rivales. Apenas se enteró de que el intendente de Tafí Viejo Javier Noguera pretende disputarle la postulación, tomó la decisión de no dejarlo mover con libertad. Le organizó un locro en su ciudad cuando él estaba en Estados Unidos y comenzó a minarle el grupo de aliados para dejarlo en soledad. Esta semana se sacó una foto con el intendente de La Cocha, Leopoldo Rodríguez (h), y se reunió con su padre, el legislador Leopoldo “Puma” Rodríguez. Como resultado, se orquestó un mitin con delegados comunales y dirigentes del departamento para la semana próxima. Se acercó a Roberto Moreno (Trancas) y sonrió cuando escuchó al luleño Carlos Gallia decir que sólo la fórmula “Jaldo-Manzur” garantizaría el triunfo en 2023. De igual manera, apuró los movimientos en Monteros para alinear a Francisco Serra: el problema es que allí hay tres pesos pesados que contener: Regino Amado, Juan Antonio Ruiz Olivares y el propio Serra. El intendente quiere a su hijo como sucesor, un lugar “salible” como legislador para él y una banca de concejal para su hija.

En charlas privadas, los jefes municipales a los que mira con recelo Jaldo juran que sólo participaron de un asado en Tafí Viejo y que, más allá de lo que expuso aquella noche Noguera, “nadie puede hablar en nombre de ellos”. Por el contrario, el ex presidente de la Federación Argentina de Municipios sostiene que las presiones de Jaldo eran previsibles y confía en la solidez del grupo de intendentes y de dirigentes que, asegura, lo acompañan. Envalentonado, este jueves organizó una reunión masiva de su agrupación y allí pronunció un discurso más focalizado en la interna taficeña que en la pelea que se avecina por la Provincia. Planteó que, sin reelección, como “jefe político” del espacio trabajará para garantizar la continuidad de ese proyecto.

Sin vista nítida a mediano plazo, la política avanza a ciegas. Porque si la economía no permite saber qué pasará de aquí a una semana en el país, mucho menos el oficialismo puede proyectar más allá de lo que los anhelos, la intuición e imaginación le permiten.

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