Julio Paz fue rostro de LA GACETA por más de 40 años

Julio Paz fue rostro de LA GACETA por más de 40 años

Su partida terrenal ayer, a los 81 años, enluta a amplios sectores de la sociedad.

Julio Paz fue mucho más que el gerente comercial de LA GACETA durante más de 40 años (1962-2006). Fue la cara visible de nuestro diario en tiempos en que las relaciones humanas no pasaban por el filtro de la tecnología. Don Julio o Julito, como lo llamaban según de quien se tratara, tenía tantos amigos y una forma tan cordial de atender a los anunciantes que naturalmente se había adjudicado para sí la misión de manejar las relaciones institucionales de la empresa. Julio era el nexo que tenían con LA GACETA representantes del mundo del deporte, al que tanto amaba a través del rugby; de la Iglesia, por ser ferviente católico y de la cultura, que le venía de cuna, por influencia de su abuelo, el famoso filósofo Alberto Rougés. Todo este bagaje social ponía él al servicio de su trato cotidiano y afable con las empresas que sostenían al principal diario del Norte argentino.

Había nacido en 1940, en un hogar cristiano, constituido por Héctor Paz y Marta Rougés. En el colegio Sagrado Corazón cosechó sus primeros amigos que lo acompañaron hasta el jueves por la noche, cuando falleció, tras soportar distintos problemas de salud. Tenía 81 años. Con Julia Frías Silva, de quien enviudó hace pocos años, compartió la pasión por el rugby y una gran familia conformada por sus hijos Julio José, Alejandro, Salustiano (que falleció el año pasado) Mercedes, Francisco, Maximiliano, Celina y Guillermo.

Julio tenía un don especial para las relaciones públicas. Pedro León Cornet, amigo de la infancia y ex compañero del colegio, lo recuerda como “una persona muy amable, ecuánime y enérgica. Por eso era tan respetado en Tucumán Rugby y en todos los clubes. Tenía autoridad y técnica”. “Julio era un tipazo”, coincide Jorge Malmierca, que lo conoce desde la misma época. “La amistad para él era un culto. Cuando ibas a sacar un aviso te recibía él mismo y siempre te hacía una rebaja”, confiesa.

Tras su jubilación Julio se integró a la comisión asesora de la Fundación Miguel Lillo (2008) y se desempeñó como secretario y vicepresidente de la institución hasta 2021, cuando se alejó por razones de salud. “Era muy querido y respetado. Acompañó y colaboró en la preservación y crecimiento del legado del sabio Lillo”, atestigua la historiadora Elena Perilli de Colombres Garmendia.

¿Quién más que una secretaria con la que se trabaja todos los días durante 25 años sabe cómo era su jefe? Ella era Magdalena Sauze, hoy jubilada. “Julio era una de las personas más solidarias que conocí en mi vida. A todos atendía con una sonrisa, desde el más encumbrado hasta el último empleado. Con los anunciantes tenía una relación de amistad y ayudaba al que tenía dificultad para pagar su aviso, para que progrese, porque entendía tarde o temprano los beneficios de ser solidario volvían a la empresa”, recuerda con nostalgia.

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