La caída del "Malevo": el trágico final de una figura que dividió a la sociedad

La caída del "Malevo": el trágico final de una figura que dividió a la sociedad

ENTREVISTA HISTÓRICA. Santiago Pérez Cerimele entrevistó a Ferreyra  la noche anterior a que se quitara la vida. ENTREVISTA HISTÓRICA. Santiago Pérez Cerimele entrevistó a Ferreyra la noche anterior a que se quitara la vida.

Los hombres de Gendarmería ingresaron a su casa de San Andrés para detenerlo mientras un equipo de Crónica TV lo entrevistaba en vivo en un tanque de agua, lugar que había elegido para resistir su arresto. “María, me despido”, dijo y le regaló un besó a su amada María de los Ángeles Núñez, llevándose la mano a la boca. Segundos después, tomó su arma y se disparó en la cabeza. Así terminó la vida de Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra. Suicidándose en vivo y lo hizo para evitar volver a la cárcel. Lugar que había habitado por varios años -pocos por los beneficios que recibió- y al que inexplicablemente no había regresado cuando fue acusado por varios delitos de amenazas y robo en las zonas rurales. Ahora iba a enfrentar otras acusaciones por hechos que habría cometido durante los años más oscuros de la última dictadura como integrante de un grupo que se dedicaba a secuestrar personas.

Ferreyra, antes de ser el “Malevo”, formó parte del aparato que había montado el Estado para la represión ilegal. Él públicamente se jactaba de dos hechos. El primero, registrado en 1973, cuando se enfrentó a cinco militantes de la Juventud Peronista (JP) en una pelea mano a mano y el resultado fue una cicatriz en su cabeza producto de haber recibido un botellazo, versión que nunca fue acreditada. El otro, un enfrentamiento que nunca existió. El ex jefe de la Brigada siempre dijo haber sido el autor de la muerte de Juan Carlos Alsogaray, militante de Montoneros. “Los dos teníamos FAL (fusil de asalto liviano), pero él perdió porque dudó entre disparar y cubrirse”, contó una y otra vez a largo de su vida. Pero en realidad, con el paso de los años, se supo que él no había sido el autor de la muerte del hijo del teniente coronel Julio Alsogaray (encabezó el golpe que acabó con el gobierno de Arturo Illia en 1966), sino un soldado que nunca fue identificado. El hermano del militante asesinado, que denunció al ex gobernador Antonio Domingo Bussi por el caso, le dedicó una frase al ex jefe de la Brigada: “se trata de un polizonte pendenciero con hambre de figuración”.

La carrera policial del “Malevo” en esos años es un misterio. Entre 1976 y 1978, en su expediente figura que estuvo disponible, sin que se conocieran muchos detalles de los motivos. Los especialistas sostienen que en realidad, esa laguna, no es casual. Fue la manera para encubrir que en esos años formaba parte de algún grupo de tareas y no se consignó ningún destino para cubrirlo legalmente en una futura investigación. En su edición del viernes 11 de marzo de 1994, LA GACETA publicaba que Ferreyra había realizado dos viajes al exterior. El primero fue en 1977, cuando fue enviado a Estados Unidos para hacer un curso de “inteligencia militar”. El otro, concretado en 1981, cuyo destino final fue Lima, capital de Perú. Allí se realizó un encuentro de policías de todo el continente donde los invitados, de acuerdo a la recolección de datos realizados para esta entrega, contaron su experiencia en la lucha contra los grupos revolucionarios en un país que estaba jaqueado por Sendero Luminoso.

“Siempre lo denunciamos por los excesos que cometió a lo largo de su carrera y su vinculación con el bussismo en tiempos de democracia. Dijimos que él y su gente fueron mencionados varios hechos con los que violó la ley y que tenían que ver con su experiencia por haber integrado grupos de tareas”, explicó el ex legislador Juan “Chino” Robles que, con el ya fallecido Gumersindo Parajón y José Vitar denunciaron al ex comisario en varias oportunidades. Los tres dirigentes, de pensamientos diferentes, se unieron para tratar de frenar su accionar cuando lucía la chapa, pero nunca lograron concretar sus intenciones. “Sí puedo decir, porque fui testigo, que ‘El Mencho’ invitó a pelear mano a mano al ‘Malevo’ y el duro no se le atrevió”, agregó el abogado.

La causa

Carlos Raúl Osores tenía 26 años. Vivía en la zona de El Empalme, Ranchillos. Casado, con un hijo de cuatro años, el joven trabajaba, estudiaba y militaba en el Partido Comunista. El 17 de setiembre de 1976 fue secuestrado de su casa. De allí lo llevaron a la comisaría de Ranchillos (para los organismos de Derechos Humanos fue un edificio clave en la represión ilegal), para trasladarlo definitivamente al centro clandestino que funcionaba en Arsenales. Allí encontraron sus restos.

Los parientes testificaron que los responsables del secuestro habían sido integrantes del grupo conocido como “La Patota de Ranchillos”, que estaba integrada por Ferreyra y Camilo Orce, otro de los comisarios que el ex jefe de la Brigada había denunciado por enriquecimiento ilícito. También afrontaban una acusación en su contra de haber abusado de una adolescente en medio de los procedimientos ilegales que realizaban en esa zona del este tucumano.

El juez Andrés Bejas citó a ambos policías a declaración indagatoria. Ninguno de los dos se presentó, por lo que se ordenó su detención. “No tengo nada que ver. Que investiguen, que vayan a los lugares, que busquen. Si miento, que me fusilen”, desafió en una nota realizada por el periodista Santiago Pérez Cerimele el 19 de noviembre de 2008. El ex comisario denunció que detrás de la causa hay intereses económicos. “Cobran $ 250.000 por cada preso o desaparecido. Hay dos mujeres en esto, (la jueza) Alicia Noli y la (abogada de los organismos de Derechos Humanos) Laura Figueroa. Supe que Figueroa cobra una parte. Las hago responsables de lo que me pase a mí o a mi familia”, advirtió. Al día siguiente, Gendarmería se presentó en el lugar y él se suicidó en vivo en una especie de refugio que había construido en el tanque de agua que estaba separado de la casa y que tenía unos 30 metros de altura.

Hasta en su muerte hubo algo ilegal. “El hombre que decía defender a rajataba la ley tenía en sus manos una pistola ‘zurda’. Esto es un arma ilegal. Le habían borrado todos los números de serie tanto del cañón como del cargador”, explicó el periodista de LA GACETA Juan Manuel Montero al hablar sobre el instrumento que utilizó para quitarse la vida. “Esa pistola había sido secuestrada por la Justicia hace dos años, cuando lo investigaban por amenazas, dijeron fuentes judiciales. ¿Cómo llegó de nuevo a sus manos? Lo cierto es que ese hombre que resolvía quién moría y quién vivía en sus años como policía, tomó ayer otra decisión extrema. Y se escapó para siempre de la Justicia”, publicó.

La despedida

Su casa de San Andrés fue el lugar elegido para despedir al “Malevo” antes de que su cuerpo fuese trasladado al cementerio de Los Pereyra, como él lo había pedido siempre. Centenares de tucumanos pasaron por el cajón para darle el último adiós. Al cuerpo lo habían vestido con su tradicional ropa y, debajo del sombrero, tenía una enorme venda que impedía que se le viera la herida. María de los Ángeles, lloraba desesperada. “Justo se fue cuando comenzábamos a disfrutarlo”, era una de las pocas palabras que emitió ese día. “No vinieron ni el jefe de Policía Hugo Sánchez (condenado años después en la causa del crimen de Paulina Lebbos), ni el gobernador (José Alperovich); y él se decía amigo de Mario, de la época en que era ministro y mi marido compró un auto”, se quejó ante LA GACETA. Sí estuvo presente “El Abuelo”, ese extraño personaje vinculado a los servicios de inteligencia, que había intentado desalentar a la fiscala Marta Jerez de seguir en su acusación en contra por el triple crimen de Laguna de Robles.

Nuestro diario publicó que entre los pocos visitantes políticos pudo verse a los legisladores Ricardo y Luis José Bussi (FR), al edil capitalino Claudio Viña (FR, hoy funcionario del alfarismo) y al ex vicegobernador, también republicano, Raúl Roque Topa. El creador del partido, Antonio Domingo Bussi, el que le dio alas durante los años de plomo, y le otorgó numerosos beneficios, no pudo asistir: estaba cumpliendo con el arresto domiciliario por una de las condenas a perpetua que había recibido por los delitos de lesa humanidad.

“Si el Gobierno nacional no detiene esta persecución, pueden ocurrir muchos casos como el de Ferreyra. Mucha de la gente que vivió aquellos años hoy sufre la presión de falsos defensores de los derechos humanos y puede llevar a tomar una decisión similar (a la del ex policía)”, advirtió Ricardo Bussi. “Forjamos una relación de respeto; conversábamos sobre temas cotidianos”, contó. Bussi (h) responsabilizó por el suicidio a los organismos de Derechos Humanos. “El camino que tomó Ferreyra es entendible. Es muy difícil soportar una situación así, porque no hay un solo juez en la Argentina con el coraje para decirles no a los Kirchner”, aseveró.

Una multitud formó parte del cortejo que terminó en el cementerio de Los Pereyra. Portando banderas argentinas, llegaron insultando a todos aquellos que pensaron que tenían algo que ver con la drástica decisión que tomó Ferreyra. Una acusación gravísima, que no tuvo sanción hasta el momento. Orce, el otro investigado por lesa humanidad, se presentó en la Justicia dos días después de la muerte del ex comisario. Quedó detenido, pero en el juicio que se hizo en su contra, terminó siendo absuelto. ¿Y si el ‘Malevo’ se hubiera presentado al debate? Es una pregunta que nunca tendrá una respuesta.

El final

Los meses siguientes transcurrieron sin sobresaltos. Después de una semana, la noticia del suicido del ex jefe de la Brigada de Investigaciones quedó en el olvido. Los diarios de todo el país y varios internacionales ya no hablaban de él. Pero después de que se cumpliera un mes de su fallecimiento, Alain y Franco Ferreyra, dos hijos del ex jefe de Investigaciones, presentaron una demanda ante la justicia. Señalaron que su padre había sido inducido al suicido y por eso pidieron que se acuse a todo el personal de Gendarmería que participó en el procedimiento y exigieron una reparación económica de $600.000 (unos U$S 175.000 en esos tiempos). El pedido no prosperó porque los demandantes nunca pudieron probar su petición. En marzo de 2014, Alain Ferreyra fue condenado a 14 años de prisión por el crimen del policía Mario Sebastián Rodríguez que intentó evitar que asaltaran al distribuidor que custodiaba.

La muerte de Ferreyra creó una grieta en la sociedad tucumana. En un lado, están los que lo siguen idolatrando y sosteniendo que se necesitan más hombres como él para acabar con la inseguridad. En el otro, los que están convencidos que no puede ser considerado como ejemplo un hombre que siempre actuó fuera de la ley en nombre de ella. “Si tuviéramos 10 ‘Malevos’ en la Policía todo sería distinto. Por más que en LA GACETA salgan informes difamatorios sobre su figura, la gente lo sigue queriendo”, explicó el taxista Julio Domínguez. “Es cierto que cometió excesos, pero qué policía no lo comete para el bien de la sociedad”, se preguntó Estela de Prado.

“Fue un delincuente y un asesino. No lo digo yo, sino los fallos de la Justicia. Todavía no puedo creer que haya personas que defiendan a un asesino. Era un criminal y corrupto. Eso es lo que debe decir la historia. No existe el justiciero que viola la ley”, comentó Marcos Sánchez. “Ferreyra es lo peor que le puede pasar a una policía moderna. Hoy todo el mundo grita espantado cuando se entera de un hecho de corrupción, pero sigue apoyando a un hombre como ese que hizo lo que quiso durante años”, razonó Esteban Pedrotti. Este año se cumplirán 14 años de la muerte de un ex comisario que violó la ley en nombre de ella. Una figura que despierta pasiones y enconos. Un hombre que supo representar uno de los capítulos más negros de la historia de la provincia.

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