La caída del "Malevo": los días de encierro

La caída del "Malevo": los días de encierro

EL INGRESO. En marzo de 1994, Mario Ferreyra es trasladado desde Santiago del Estero al penal de Villa Urquiza. EL INGRESO. En marzo de 1994, Mario Ferreyra es trasladado desde Santiago del Estero al penal de Villa Urquiza.

El destino quiso que Mario Oscar Ferreyra sea el primero de los nuevos condenados por el triple crimen de Laguna de Robles en ingresar al penal de Villa Urquiza. Y a partir de ese 5 de marzo de 1994, lo hizo en un lugar especial: el sector que en algún momento permanecieron alojados los detenidos ilegalmente durante la última Dictadura Militar. Varios meses después lo harían los otros penados. Y se mudaron al penal por una situación inédita.

El ex jefe de la Brigada de Investigaciones compartía pabellón con hombres que él conocía perfectamente: los acusados de haber asesinado al oficial Juan Salinas en enero de 1992. Los acusados habrían estado vinculados al Comando Atila. Esperaban que se defina su situación procesal porque los fiscales Esteban Jerez y Gustavo Estofán, habían solicitado que sean enjuiciados por el crimen del integrante de la fuerza que había colaborado de alguna manera con la caída del “Malevo”, planteo aceptado por el juez Jorge Lobo Aragón. Ellos eran Miguel “Tono” Pereyra, Domingo “Perro” Bobbi, Jorge “Feto” Soria, Luis “Niño” Gómez (condenado a 18 años por el crimen del comunero Javier Chocobar en 2009), Camilo Orce (uno de los denunciados por Ferreyra de enriquecimiento ilícito), Luis “Chueco” Medina, Juan “Ratón” Velárdez, Ricardo “Cuchulo” Sánchez (el comisario que le facilitó el arma al grupo) y Juan Carlos Ovejero (el que les habría facilitado el vehículo en el que se movilizaron).

El gobernador Ramón Ortega estaba feliz. A su criterio, tenía lo peor de la Policía tras las rejas. Estaba tranquilo porque Ferreyra ya estaba condenado, pero temía por la suerte de los otros uniformados que esperaban afrontar un debate. En los pasillos de tribunales siempre circuló la versión de un acuerdo. Se analizaría su situación procesal a cambio de que se retiren de la fuerza.

Y el primer paso se dio en abril de 1994. La Cámara de Apelaciones declaró nulo el pedido de investigación en contra de los acusados del crimen de Salinas y, como consideraba que al iniciarse una nueva investigación los acusados estarían detenidos más de dos años, decidieron concederles la libertad a todos, pero seguirían ligados al proceso. El expediente cayó en manos de la fiscala Raquel Asís de Ferreyra que se excusó. Luego hizo lo mismo Joaquina Vermal. La causa terminó en manos del ex fiscal Carlos Albaca que no hizo mucho y el homicidio terminó prescribiendo, ya con todos los acusados fuera de la fuerza.

Visitas y algo más

Al quedar desocupado el pabellón, en cuestión de semanas, todos los acusados por el triple crimen terminaron en la cárcel. “El Malevo” dormía en una pieza, sus subalternos en un pabellón que tenía capacidad para albergar a ocho personas. En esos días se rumoreaba fuertemente que los policías se habían peleados luego de haber escuchado la condena. Se decía también que, pese a que él reconoció haber sido el autor de los disparos en contra de Hugo “Yegua Verde” Vera, José “Coco” Menéndez y Ricardo “Pelao” Cabrera, pero nunca los desvinculó de la causa aclarando que sólo habían obedecido sus órdenes.

“Esas son habladurías. Obviamente que las relaciones se tensaron un poco, pero después se calmaron la cosas”, explicó Juan Sotelo, uno de los penados. “Si bien él estaba en una pieza separada, hacíamos todo juntos. Él estaba con nosotros todo el tiempo, comía y después jugábamos a las damas y al ajedrez en una especie de patio que habíamos montado”, añadió el ex comisario.

En ese patio, “El Malevo” recibió varias visitas. Fue entrevistado en varias oportunidades por la periodista Sibila Camps, autora del libro “El Sheriff: vida y leyenda del Malevo Ferreyra”, una de las pocas y más completas biografías del ex jefe de la Brigada de Investigaciones. En ese lugar también se instalaron los equipos de televisión para que Fanny Mandelbaum termine de instalar en todo el país la imagen del “pobre justiciero” caracterizado con la camisa negra y el sombrero blanco que había caído preso por haber acabado con la vida de tres delincuentes en un enfrentamiento. “Un día las autoridades de la cárcel nos informaron que había llegado un oficio diciéndonos que los jueces habían autorizado a esta mujer a que nos entrevistara. Lo hablamos con los muchachos y decidimos que no era oportuno salir en la televisión. Por eso salió él”, comentó Sotelo.

Allegados y fuentes del penal confirmaron que Ferreyra recibía varias visitas en sus días de encierro. Entre ellas, la de su pareja María de los Ángeles Núñez que dio dos veces a luz estando él privado de su libertad. “’El Malevo’ tuvo un día de alegría’ con su nuevo hijo’”, tituló LA GACETA la nota que daba cuenta del nacimiento de Mario Oscar, registrado el 11 de marzo de 1996. Para la ocasión, los familiares vistieron al recién nacido con pantalón blanco, camisa negra y le pusieron un sombrero blanco como el que usaba su padre. En agosto de 1997, en una entrevista con nuestro diario, el ex jefe de la Brigada de Investigaciones, informaba que estaba esperando un nuevo hijo y que quería llamarlo Dendo Branco. “A uno de ellos le iba a poner Cisco Alain, pero no me han dejado los del Registro Civil. ¿Cómo cree que hicieron Adán y Eva? Los nombres son todos inventados”, señaló. En esa nota, el ex comisario confirmó que fue padre de siete hijos con cinco mujeres diferentes y recordó que su única hija falleció a los cuatro meses de haber nacido.

Pese a que varias fuentes consultadas lo negaron, “El Malevo” sí recibió la visita de varios dirigentes políticos, especialmente de Fuerza Republicana. Uno de ellos fue el actual legislador Ricardo Bussi que él mismo reconoció años posteriores. “Él lo buscó cuando pretendía aspirar a la gobernación porque quería que lo apoyara en la campaña, que es lo que sucedió”, comentó un ex dirigente republicano. hablaba por teléfono con varios de ellos. Entre otros, con aliados a Olijela del Valle Rivas que intentaron convencerlo a que se volcara a la política para ayudarlos a vencer a Domingo Bussi. En esa lista también aparece el ex “carapintada” Aldo Rico el que le pidió que se sumara a su partido, el Modín. Además recibió a centenares de camaradas, entre ellos a Roberto Véliz, que era subjefe de la fuerza cuando fue detenido en Zorro Muerto. “Uno de los hijos de él sentía admiración por ‘El Malevo’ y lo llevó para que lo conociera personalmente”, contó Sotelo. Pero fueron empresarios y ruralistas los que no se olvidaron de él y semanalmente se presentaban. “Muchas veces iban al mediodía con una importante cantidad de carne para compartir un asado”, indicó un ex guardiacárcel.

A lo largo de esta investigación surgieron varias pistas que confirmaron la estrecha relación que mantuvo hasta su muerte Ferreyra con los hombres poderosos de la provincia. Fueron importantes productores del norte tucumano los que abonaron los servicios de los defensores. También eran empresarios los que le aseguraban ingresos “extras” cuando trabajaba en la Brigada. “Era muy conocido que personas, en vez de hacer denuncias, iban a buscarlo para que le recupere las cosas a cambio de una recompensa. Y él lo hacía, aunque nadie preguntaba cómo lo había hecho o cómo sabía quién lo tenía”, aseguró Oscar Terraza, un ex camarada.

El juez jubilado Pedro Roldán Vázquez, miembro del tribunal que lo condenó, recordó que en el juicio declaró el propietario de una importante empresa de construcción que confirmó que había contratado al ex jefe de la Brigada para que realizara tareas de vigilancia y de investigaciones cada vez que sufrían robo en sus obras.

Un quiebre

La vida de encierro de los condenados por el triple crimen de Lagunas de Robles no fue sencilla, pero tampoco complicada. Por razones obvias, siempre se movían en grupo. “Sólo tuvimos un problema con otro recluso, pero de ahí nunca más, porque todo lo hacíamos juntos. Desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a dormir”, comentó Sotelo en una entrevista con LA GACETA. El oficial Juan Hermosa, otro de los penados, consiguió una autorización para estudiar en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Detrás de las rejas comenzó con la carrera y no paró hasta recibirse. “Juancito iba casi todos los días a tomar clases y después se pasaba horas estudiando. Hizo un enorme esfuerzo”, añadió su compañero de encierro.

“El Malevo”, se pasaba horas adiestrando al búho que tuvo como mascota, al igual que un tero. También alimentaba a los pollitos y patitos que crió mientras estuvo encerrado en una celda que parecía un departamento. El ex comisario lo había bautizado como “el bunker del ‘matrero’”, donde tenía una biblioteca con los libros que leía y numerosos recortes de notas periodísticas donde él aparecía. Tenía una particular inclinación por aparecer en los medios de comunicación y esta era una prueba.

Huelga y libertad

Habían pasado casi dos años de haber recibido la condena y la Corte Suprema de Justicia de la provincia no resolvía los planteos que habían realizado los subalternos de Ferreyra. Se reunieron para analizar el tema y el agente René Albornoz decidió comenzar con una huelga de hambre para exigir una respuesta. Hicieron una nota y pidieron a las autoridades que comunicaran la novedad al Gobierno y al máximo tribunal de la provincia. “Como no obtuve respuestas, a partir del décimo día, decidí empezar con una huelga seca. Y al poco tiempo, se presentó un funcionario de apellido De Prada y prometió que solucionaría el caso porque consideraba que la condena que habíamos recibido era injusta”, sentenció. “Fue un episodio curioso, porque de nosotros hablaban pestes, y el hombre entró con un enorme temor al pabellón. Pero después de habernos escuchado, se retiró mucho más tranquilo”, explicó.

La Corte recibió el mensaje de parte del gobernador Bussi. Y al poco tiempo, el máximo tribunal decidió que los ocho subalternos de Ferreyra deberían haber sido condenados por participación secundaria, por lo que la pena a prisión perpetua pasó a una condena de 10 años. Como en esos tiempos aún estaba en vigencia la ley del dos por uno (un año en prisión se consideraba dos al no estar firme la sentencia. “Fue patético lo que nos hicieron. Nos llevaron a tribunales en un operativo con más de 100 efectivos y esperaban que escuchemos el fallo esposados, pero las autoridades no se lo permitieron”, explicó Sotelo. “Ni bien se firmó la resolución, comenzamos a gozar de salidas laborales y, al poco tiempo, directamente dejamos la cárcel por nuestra excelente conducta”, añadió Sotelo.

“El Malevo” no fue alcanzado con este fallo. Él fue considerado como autor del triple homicidio. Pero sabía que tenía un as bajo la manga y era su estrecho vínculo con el bussismo. Deliraba con el indulto, que saldría de Villa Urquiza en medio de los vítores de sus seguidores, pero ese sueño nunca se cumplió.

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