En su día internacional, cada vez son más los perros callejeros que necesitan ayuda

Con la pandemia creció la cantidad de canes sin hogar y con la llegada del invierno su situación se vuelve crítica.

ANTES Y DESPUÉS. Kevin con Rosi, una perra que fue rescatada de una casa abandonada en muy mal estado. Hoy, está casi lista para la adopción. ANTES Y DESPUÉS. Kevin con Rosi, una perra que fue rescatada de una casa abandonada en muy mal estado. Hoy, está casi lista para la adopción.

“Pueden morir de hipotermia, sobre todos los recién nacidos, que no tienen un techo ni un lugar calentito. Todos los cachorritos que rescatamos en el crudo invierno fallecen por las bajas tenperaturas. Hay muchos que llegan en un estado deplorable, les agarra el frío y los termina matando”, narra Bárbara Artero, rescatista.

Estamos en invierno y hace mucho frío. Mientras nuestras mascotas duermen cómodas, en la cama o cerca de la calefacción en una casa, hay miles que rondan por las calles sin destino, solas, abandonadas, sin nada que los arrope o las proteja de las lluvias y las temperaturas casi polares que nos tocaron este 2021.

De un tiempo a esta parte se celebra, cada 27 de julio, el Día Internacional del Perro Callejero, propuesto por un activista chileno para crear conciencia sobre el sufrimiento de estos animales y para promover su adopción. La fecha no es puesta al azar; coincidiendo con la estación más helada del año y es un llamado de atención a la sociedad por los animales que viven en la calle.

Los rescatistas tucumanos nos corrigen: prefieren hablar de “perros en situación de calle” y no “perros callejeros”, porque estos animalitos no eligieron vagar kilómetros en busca de comida y agua; están ahí por el descuido humano, por abandono o por la falta de castraciones masivas, que hizo que la población de estos creciera de manera sostenida. En síntesis, que haya tantos perros callejeros es directa o indirectamente culpa de los humanos. Y es una “situación” porque es reversible: sólo hace falta poner manos a la obra y darle voz a todos aquellos que no la tienen.

Existe la creencia de que los humanos somos conscientes del sufrimiento de estos amiguitos de cuatro patas y que hay cierta solidaridad con ellos. Desde hace algunas semanas circula por las redes sociales un vídeo que confirma lo contrario: un hombre, con total impunidad, le robó a un perro la pechera que tenía para protegerse del frío. El video fue registrado en Lanús, Buenos Aires, e indignó a los internautas. La pregunta que más se repetía era “¿quien puede hacer eso?”. Spoiler: en Tucumán también pasa. “Muchos (voluntarios) les ponen casitas, trapitos, y es la gente la que los roba”, resume Karina Garbero, apasionada por los animales y rescatista. ¿Empatía? Un sueño, pero posible...

Pasan frío

“He oído gente decir que los animales en situación de calle no sufren frío, y están equivocados. Mi perra, que duerme bajo una colcha todos los días de invierno, tiembla. ¡Imaginate los que viven en la calle!”, resalta Kevin Lencina, también rescatista. “Creo que más del 50% de los tucumanos no es consciente de lo mal que lo pasan los animales en esta época. Recién toman consciencia cuando estamos en pleno invierno, y eso no sirve, porque hay que actuar dos o tres meses antes. Al estar sobre la hora es difícil controlar y realmente la pasan muy mal”, explica el joven, que hace casas de madera y pecheras para perros en situación de calle. Hasta hoy, lleva entregados más de 750 pecheras y 40 casas, que albergan a cerca de 80 perros.

Cada vez más

Lo que alerta a los mascoteros es que este año hay muchos más perros en la calle y pocos lugares para resguardarse. “Sin dudas, se vieron muchos más perros en situación de calle, La pandemia afectó económicamente a todos y a los rescatistas les costaba más (recuperarlos). Al mismo tiempo, la gente empezó a abandonar más animales”, cuenta Bárbara, integrante de Orejitas Callejeras.

“Al cerrar establecimientos de todo tipo, los canes que estaban establecidos ahí prácticamente quedaron en la calle. Y así, muchas de las perras se embarazaron y entonces se registró un aumento de partos. Esto lleva a que los rescates sean mucho más frecuentes”, agrega Lencina.

RESCATE. Libertad fue chocada. Después de la recuperación, adoptada. RESCATE. Libertad fue chocada. Después de la recuperación, adoptada.

“Con la pandemia han sido muchisimos más los perros abandonados, mamás embarazadas y con sus crías. Es impresionante cómo hay, y no damos a basto -se lamenta Garbero-; la gente tiene que entender que lo que nosotros hacemos, todo el mundo lo puede hacer. De esa forma habrían menos animales en las calles y sería más fácil para nosotros... pero no hay adopciones, no hay tránsito, no se consigue ayuda económica, desbordamos las veterinarias”

Mirar con el alma

“No se trata de que la gente nos aplauda o nos de bendiciones, se trata de que actúe: darles un poco de agua, un lugarcito en la vereda de casa, cuidarlos si no los podés meter adentro. Esas cosas son un gran paso; que todos imiten lo bueno, esto que es tan noble, loable y te llena el alma”, añade Garbero. “Aparte de ser más conscientes, hay que mirar con el alma. Con cada perro rescatado que ha pasado en mi vida me he sentido identificada -agrega-; he necesitado ayuda y no he podido pedirla, y a veces cuando la pedí, no la recibí. Yo me desespero por cambiar sus vidas, que estén bien, porque yo sé lo que es ese dolor, la indiferencia. Los entiendo perfectamente, ¿cómo no ayudarlos”.

“Si no puedo llevarlo a casa, puedo sacarle una foto y difundir, eso nos ayudaría a nosotros para poder movernos. Si no puedo hacer eso puedo transitar (ofrecerse a tener el perro rescatado en casa hasta que se le encuentre un lugar definitivo). Si no puedo, puedo donar alimentos o dinero; y si no puedo donar, puedo difundir en las redes casos de otros perros ya en adopción”, enumera Bárbara las opciones de colaborar.

No miremos al costado

“Hay que ser precavidos, pensar antes del invierno, preparar una casita comunitaria en la vereda, en el barrio, y así les vamos a hacer este tiempo más llevadero”, concluye Lencina.

“No hay que mirar para el costado. Muchas veces, el ver un segundo y darles una mano les cambia la vida. Sabemos que nunca vamos a poder salvar a todos, pero sí a uno y le va a cambiar la vida. Hay que arriesgarse, involucrarse, mirarlos”, finaliza Artero.

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