La corrupción descarnada de “la ruta del dinero K”

La corrupción descarnada de “la ruta del dinero K”

26 Febrero 2021

Antes de que el tucumano José López revoleara bolsos llenos de dólares y joyas con la intención de ocultarlos en un convento, el valijero arrepentido Leonardo Fariña se sentó ante las cámaras del programa del periodista Jorge Lanata y reveló las vigas de la llamada “ruta del dinero K”. Una frase de este testimonio pasó a la historia: era tantos los fajos de dinero que lavaban en la cueva llamada “La Rosadita”, que los pesaban en lugar de contarlos. Fariña habló por primera vez en 2013 y provocó un terremoto porque su versión incriminaba a uno de los empresarios más cercanos al kirchnerismo, Lázaro Báez. El Gobierno de la entonces presidenta y hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner desacreditó a Fariña, y más adelante directamente atribuyó las acusaciones al “lawfare” llevado adelante por el macrismo, un sector del Poder Judicial y la prensa. Esa historia tuvo un punto de inflexión el miércoles, cuando un tribunal certificó que Fariña decía la verdad y condenó a Báez, y a otros 22 imputados (incluidos cuatro hijos de aquel) por lavado de dinero.

Los jueces federales porteños Néstor Costabel, Adriana Palliotti y María Gabriela López Iñíguez (Tribunal Oral Federal -TOF- N°4) emitieron una sentencia inédita en la trayectoria amarga de la lucha anticorrupción que registra la Argentina. No sólo impusieron penas efectivas de prisión para buena parte de los acusados, sino que también dispusieron el pago de multas multimillonarias y el decomiso de 61 millones de dólares, cifra “lavada” en un circuito que incluía escalas en Santa Cruz, la “city” de la capital del país y paraísos fiscales extranjeros. Según los magistrados, está probado que Báez, quien construyó una de las mayores fortunas de la Patagonia a partir del ascenso político de los Kirchner, reunió los fondos por medio de actividades ilícitas. La mayoría del TOF consideró que el dinero provenía de contratos irregulares de obras públicas, además de la defraudación al fisco con facturas apócrifas.

La investigación de Báez y su firma insignia, Austral Construcciones, dejó a la vista un patrimonio de aproximadamente 190 millones de dólares. El acusado condenado llegó a acumular innumerables campos, estancias, departamentos, lotes, oficinas, galpones, máquinas viales, etcétera. El juez federal Sebastián Casanello, quien dirigió la instrucción de “la ruta del dinero K”, inventarió 418 propiedades en Santa Cruz, Chubut y Buenos Aires, y 937 vehículos, según recordó ayer el diario La Nación. Se estima que Báez posee el 10% del territorio santacruceño. El empresario se desempeñaba como empleado de un banco cuando su destino se cruzó con el del ex presidente fallecido Néstor Kirchner. Austral Construcciones nació en 2003, poco antes de que aquel llegara a la Casa Rosada con un capital inicial de $ 3.000.

El crecimiento patrimonial de Báez fuera de toda lógica y de todo límite expresa la voracidad insaciable de los aparatos de corrupción. Las fortunas construidas a partir del delito se transforman en monstruos que esclavizan a sus dueños o testaferros. En ese tren, los corruptos olvidan de que no hay mecanismo inviolable de “blanqueo”: tarde o temprano, los volúmenes astronómicos resultan inmanejables y la dinámica de la criminalidad, por muy sofisticada que esta sea, termina por dejar flancos descubiertos. Fariña abrió uno de esos costados: confió en el periodismo de investigación y, aunque también resultó condenado por el TOF, no irá a prisión por haber colaborado con la Justicia.

Es cierto que hicieron falta casi ocho años para juzgar y sentenciar el caso de “la ruta del dinero K”, y que el fallo aún no está firme. Pero también hay que apuntar que nunca los Tribunales habían lidiado con maniobras de esta magnitud: que hayan podido probarlas y determinar culpabilidades representa una noticia de primer orden en un país con recursos insuficientes para esclarecer causas de este tipo. La condena debe leerse, entonces, más allá de los Báez, y como una señal positiva para la ciudadanía golpeada por la impunidad de los poderosos y el exhibicionismo de los corruptos.

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