En Anfama destacan los esfuerzos docentes, pero hablan de un año escolar perdido

En Anfama destacan los esfuerzos docentes, pero hablan de un año escolar perdido

Habitantes del valle intermontano contaron a LA GACETA las dificultades que viven a causa de la pandemia y las restricciones sanitarias.

CERRADA. Los vecinos se conectan al WiFi de la escuela en su exterior. CERRADA. Los vecinos se conectan al WiFi de la escuela en su exterior.

El Valle de Anfama resplandece entre intensas tonalidades de verde y un cielo cargado de nubes que batallan, casi sin éxito, con los fulgurantes rayos del sol. La vegetación y el caudal de los ríos no dejan dudas: la temporada estival ha llegado para quedarse en esta ecorregión intermontana del departamento de Tafí Viejo. 

Fue justamente en noviembre que los habitantes del paraje -unas cincuenta familias pertenecientes a la Comunidad Diaguita- reabrieron el paso para los foráneos. Durante meses, la norma fue el aislamiento total para prevenir el ingreso del coronavirus a uno de los edenes que más cuesta acceder en Tucumán.

Valle de Anfama Valle de Anfama

Aquí, entre El Siambón y el Valle de Tafí, la vida ha transcurrido con cierta calma desde que comenzó la pandemia. Sin embargo, el correr del tiempo desnudó numerosas dificultades propias de la incomunicación de una zona que, a 2.000 metros de altitud, posee escasas conexiones: no hay señal telefónica y no existen caminos para vehículos grandes. “Hacemos de todo por la supervivencia, ¿usted vio? Gracias a Dios, a la Virgen y a la Pachamama estamos bien”, dice a LA GACETA Griselda Aguilera de Chocobar, una anfameña devota.

LOS CHOCOBAR. Griselda saluda desde su casa construida con adobe. LA GACETA / Fotos de Juan Martín de Chazal LOS CHOCOBAR. Griselda saluda desde su casa construida con adobe. LA GACETA / Fotos de Juan Martín de Chazal

Madre de ocho hijos y abuela de cuatro nietos, Griselda vivió con gran temor el inicio de la cuarentena, allá por marzo de 2020. “Se enteramo’ por la radio que cerraban todo. Yo me preocupaba porque teníamos que bajar a la ciudad y no íbamos a poder comprar nada”, cuenta esta artesana, tejedora y agricultora.

Accesos a Anfama Accesos a Anfama

En su casa, en donde habitan 12 personas, se abastecen con la mercadería que adquieren una vez al mes en San Miguel de Tucumán. También en la ciudad, Griselda cobra las pensiones (cinco de sus hijos padecen algún tipo de discapacidad) que le permiten subsistir. “Nosotros pensábamos: ‘¿cómo vamos a ir?’ Hasta que uno de mis hijos y mi marido empezaron a viajar en el mismo día, en caballo y en moto”, relata. Ella pudo acompañarlos sólo en junio, pero luego estalló la situación epidemiológica en los centros urbanos y prefirió quedarse en el valle. Para diciembre analizaba “otra escapada por la platita y unos trámites”.

La situación escolar

A menos de un kilómetro de la vivienda de la vivienda de los Chocobar se encuentra un CAPS (ver aparte el trabajo sanitario en el lugar) y la pintoresca escuela de Anfama, cuya antena de WiFi alimentada con luz solar es utilizada por los vecinos para conectar sus teléfonos al menos una vez por día. “Ya cuando se ha sabido del virus en marzo los chicos no han ido más. Se han ido los maestros y los profesores, y no han vuelto más”, se lamenta Griselda. “Las tareas se las mandan por celular y las hacen como pueden. Los changuitos han extrañado mucho la escuela”, agrega. Benjamín, de 9 años, coincide con el diagnóstico mientras se distrae con una bicicleta.

Cuesta del caballo, tras el río Grande. Cuesta del caballo, tras el río Grande.

La anfameña destaca el esfuerzo de los docentes, residentes en otros sitios, por mantener una relación virtual con los alumnos de la montaña durante la cuarentena. Aun así, considera que el ciclo lectivo 2020 fue para el olvido. “La escuela ya está perdida. Es un año perdido. Dios quiera que vuelvan las clases (presenciales) en marzo”, anhelaba justo cuando finalizaba el período escolar.

LA GACETA consultó a fuentes del Ministerio de Educación de la Provincia para obtener un balance gubernamental sobre la situación de la enseñanza en las comunidades de alta montaña durante la pandemia. Si bien reconocieron en diciembre cierta “adversidad” ante la gran brecha digital y deslizaron que practicaron “alternativas para mantener los vínculos” con los estudiantes, finalmente no hubo comentarios de funcionarios jerárquicos.

Antes de Año Nuevo abundaba la hospitalidad entre los miembros de la Comunidad Indígena Diaguita de Amfama. Receptivos con los grupos de senderismo y endurismo que suelen parar en las posadas del valle, aspiraban a mantener en cero los contagios de coronavirus gracias a los cuidados. Hasta ahora, según las informaciones oficiales, el objetivo se ha cumplido. “Gracias a Dios, a la Virgen y a la Pachamama”, reitera doña Griselda.

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