Por Roberto Delgado
01 Enero 2021
Villa Gesell. FOTOS: ROBERTO DELGADO.
El mundo bulle tranquilo en Villa Gesell. La calle 3 está recorrida constantemente por automóviles que circulan a 20 km/h sin apuro, sin bocinazos. En las playas, una bandera verde con la leyenda “Sí” muestra a los bañistas respetando el distanciamiento social. No se ven banderas rojas (con la leyenda “No”, que indica playa saturada de gente). Del norte al sur, y a lo largo de 15 kilómetros hasta Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul, se repiten 91 banderas verdes y no se ve amontonamiento. Es raro el paisaje de bikinis y barbijos. “Todavía hay poca gente, ya van a llegar", dice Nicolás, vendedor de pareos en la arena.
“Hay muy pocos contagios. Y le pedimos al turista que no salga del ejido urbano”, dice la responsable de Defensa Civil que controla el certificado Verano del visitante en uno de los accesos. “¿No se puede ir de visita a Cariló o a Pinamar?”, se le pregunta. “El certificado sólo le permite transitar por el partido de Villa Gesell: Gesell, Mar de las Pampas, Mar Azul y Las Gaviotas. Pinamar es partido de Madariaga: Hay muchos casos ahí, y es otra jurisdicción. Si va, corre por su cuenta. Al regresar va a ser sanitizado todo el auto y también sus ocupantes”, advierte.
Villa Gesell parece serena pero tiene intenso movimiento. Espera tener 4 millones de visitantes en toda la temporada. Desde noviembre, cuando se abrió el acceso a propietarios no residentes, y desde diciembre, cuando se abrió la temporada de turismo, ha tenido muchas visitas: se autorizaron 125.000 certificados. Las 30.000 solicitudes de los últimos tres días entrarán en las estadísticas del nuevo año. Casi todos los visitantes han sido locales: 64,5% de Buenos Aires, 30% de Capital Federal, 2,5% de Rosario y el resto de distintas partes del país. ¿De Tucumán? Ya se verán en la estadística de enero.
La inspectora de Sanidad insiste en que ha habido pocos contagios (545 en el año, 18 casos activos) y recalca que Pinamar y Mar del Plata (con 115 y 2.242 casos activos, respectivamente) son otro mundo lejano a la burbuja gesellina. “Son números razonables para el contexto pandémico que vivimos”, dice el secretario de Turismo, Emiliano Felice, en la página web del municipio. Claudio, el encargado de Newen, un restorán ubicado frente al muelle, ratifica que tratan de cuidar esa burbuja: “la gente necesita vacaciones y nosotros necesitamos trabajar tras un parate de ocho meses, pero no queremos que haya contagios”.
En la playa, frente a su negocio, se instaló la base del operativo policial en la medianoche del nuevo año para evitar desbordes en la arena. Había 200 agentes distribuidos desde la calle 310 al norte gesellino hasta la 47 al sur de Mar Azul. El intendente, Gustavo Barrera, había decretado el 30 de diciembre que se iba a limitar el acceso para desalentar la presencia de grupos de jóvenes en las playas. Igual hubo bastante gente y en algunos lugares se arrojaron fuegos artificiales en dirección al mar. “La consigna es controlar que no lleven alcohol y que mantengan la distancia social”, dijo un oficial. No hubo en la mañana del nuevo año reportes de incidentes, el gran temor en la ciudad balnearia donde aún resuena la conmoción por la muerte de Fernando Báez Sosa, patoteado por un grupo rugbistas el 18 de enero pasado a la salida del boliche Le Brique. Los boliches están cerrados en esta temporada.
En Gesell y zona de influencia rige un plan de seguridad sanitaria que, además de las banderas verde y roja, implica protocolos a cumplir (todo se explica en el sitio gesell.tur.ar). En Café Martínez, de Mar de las Pampas, el visitante debe firmar una declaración jurada indicando nombre, procedencia, teléfono y si tiene fiebre, tos o si ha tenido contacto con alguien con Covid o ha viajado al exterior. El trámite es discreto y respetuoso, pero obligatorio. “Mar de las Pampas está lleno de gente”, dice Claudio, de Newen, que también tiene negocios en la otra localidad. “Hasta ahora está tranquilo, pero se prevé un aumento fuerte este fin de semana”, explica la moza del café, donde no hubo que esperar para conseguir mesa en la tarde del 31 de diciembre. “Habrá mucha gente el fin de semana”, añade. En la esquina, un titiritero prepara la “Carpa de las Pulgas” con espectáculos para niños: “Hemos duplicado la capacidad de la carpa para que pueden entrar 15 personas con distanciamiento social”, dice.
En la mañana del 1 de enero, la costa se despereza con los que trasnocharon poco. Menos ventosa que el 31 y con cómodos 22 grados, la playa invitaba al descanso mientras la ciudad dormida esperaba despertarse a partir de las 15. Entonces los turistas empezaron a llenar el mundo. Paseos por los bosques de pinares y por las dunas, y multitudes dispersas por las extensas playas. Entre los playeros camina Nicolás, el vendedor de pareos de Lomas de Zamora, que recorre la arena todo el día hasta las 20: “este año va a ser bueno. Ojalá que no haya contagios”, suspira
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