Un bidón de 50 litros
31 Mayo 2020

Después del tsunami de 2011, los japoneses del norte de la isla aprendieron a estar provistos de 50 litros de agua potable y latas de conserva en sus casas. Cada cierto tiempo los renuevan, aunque no haga falta. La tragedia los marcó para siempre y adquirieron nuevos hábitos para cumplirlos a rajatabla.

La planificación y la disciplina orienta esta práctica de los orientales, pero la experiencia los transformó. Saben que en cualquier momento puede haber otro terremoto, otra crecida del mar, otra gran pérdida. Y así viven, en esa otra “normalidad”.

¿Qué aprenderemos nosotros de este tsunami llamado pandemia? ¿Qué rescataremos de una de las experiencias más transformadoras de nuestras vidas? ¿Queremos que el 2021 sea igual que el 2019 o queremos que sea mejor?

Esta semana, en una videoconferencia organizada por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), el tecnólogo y emprendedor Santiago Bilinkis ofreció algunas pistas para tomar nota de algunos de estos aprendizajes. La educación quizás fue el punto más sobresaliente de la charla, en la que destacó que durante este tiempo los alumnos dejaron de padecer de la evaluación a libro cerrado y de la pregunta por dato fáctico.

¿Por qué no lo habíamos probado antes? ¿Por qué habíamos subestimado la capacidad de los más chicos de relacionar contenidos y no de memorizarlos, como ya lo habíamos hecho nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos?

Por otro lado, Bilinkis destacó que quienes más aprendieron durante estos meses fueron los docentes, quienes adquirieron (de golpe) nuevos conocimientos para trabajar con video y herramientas digitales. Claro que este proceso no debe ser aislado de las condiciones socio-económicas de cada profesor o profesora, pero sin dudas hubo prácticas incorporadas a una currícula que hoy se apresta a repensarse. Por eso, el tecnólogo, con un tono crítico y reflexivo, advirtió que “eso es terreno conquistado y no hay que retroceder cuando se pueda volver a las aulas”.

Durante este tiempo aprendimos también -y lo seguimos haciendo- a manejar nuestras finanzas de otro modo. La incertidumbre, vieja compañera del trabajador argentino, nos hizo tatuarnos la idea de no gastar en cosas imprescindibles. Además de economía, aprendimos de estadística, gráficos de curvas y políticas sanitarias.

Pero más allá de las cosas materiales, aprendimos a cuidar mucho a los adultos mayores, a valorar el trabajo de nuestros profesionales de la salud y el de nuestros científicos.

Conocimos otra manera de planificar nuestro trabajo en casa y a reorganizar los roles para las tareas del hogar. Aprendimos que podemos cambiar nuestros hábitos, pero también que somos vulnerables y en algunas ocasiones no podemos hacer otra cosa que guardarnos.

¿Qué aprendizajes rescataremos cuando pase la pandemia? ¿Tendremos memoria suficiente para cambiar algunas prácticas casi inamovibles de nuestras vidas? Todavía nos queda un tiempo para pensarlo, unos meses para ser creativos y dirimir, en todo caso, qué cosas guardaremos en el bidón de 50 litros que los japoneses donarán para nuestras casas

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