Telos: entre desinfecciones y la ilusión de festejar el fin de la pandemia

Telos: entre desinfecciones y la ilusión de festejar el fin de la pandemia

Durante el período de aislamiento, en los hoteles apostaron por la asepsia. Pero con la cuarentena llegó el cierre. Hay esperanza.

Telos: entre desinfecciones y la ilusión de festejar el fin de la pandemia

La pandemia de covid-19 dejó bajo cuarentena obligatoria a millones de familias, estudiantes, extranjeros y parejas pero, ¿alguien, por favor, puede pensar en los amantes? Para evitar la propagación de esta enfermedad respiratoria las recomendaciones son claras: alejarse de los amontonamientos masivos, promover la desinfección constante y permanecer en nuestras casas. Un lugar que puede ser de disfrute, unión o frustración por no poder visitar un motel.

Al igual que con los negocios gastronómicos y shoppings, desde hace semanas los hoteles alojamiento debieron intensificar sus medidas de higiene: cuestión que de por sí ya traía aparejada un estigma para estos espacios con jabón genérico y luces led en los techos. “Es una locura cómo mermó la cantidad de gente en el último mes. Quienes se acercan, además de consultar la disponibilidad, preguntan por la desinfección y en base a eso toman la decisión de acostarse o no”, explicaba el dueño de uno de los telos que se encuentra en el conocido “trinomio” de la calle General Paz antes de que se decretase la cuarentena obligatoria. Entre las medidas de supervivencia está lavar los pisos con lavandina, echar desinfectante en los muebles y proveer de alcohol en gel en cada habitación (al lado de los preservativos y la golosina de cortesía).

Para intentar paliar el temor y la desinformación (que va de boca en boca, igual que un chape), cuatro de estos locales debieron también prescindir de su calendario de horarios o las visitas de gente fugaz. “Durante una semana estuvimos dilatando los turnos, así que las habitaciones quedaban vacías por una hora para poder desinfectarlas. Es complicada la situación porque tuvimos que rechazar muchas parejas para no llenar la sala de espera y acabar con el tránsito de amantes por los pasillos”, comenta la propietaria de una antigua casona en barrio Sur, devenida en punto de reunión secreto.

Quién hubiera podido pensar que el deseo terminaría despidiéndose de las sábanas de seda y de los yacuzzis. “Es raro, al principio la gente sentía una adrenalina extra por venir a estos lugares, y en varios casos jugaba el morbo de pensar que otros usaban el cuarto. La intimidad se mezclaba con lo prohibido y la necesidad -reflexiona el administrador de un histórico motel con paredes fucsia y salones para striptease-. Cuando el coronavirus se tornó un tema serio (debido a las muertes alrededor del mundo) la idea de rozar objetos extraños o estar en una cama desconocida empezó a causar asco y temor”.

Ya sea de tres estrellas o con servicios premium que podrían ser el máximo apogeo del erotismo, ahora que la cuarentena total fue decretada, los moteles también debieron cerrar sus puertas. En este trayecto, apenas queda la sed de encuentros furtivos y un par de medidas tragicómicas. Entre ellas, el cartel que exhibió un hotel ubicado en plena ruta provincial 305 saca un par de sonrisas. “Prohibidos los tríos, orgías o el ingreso de más de dos personas al mismo dormitorio. Sepan disculpar las molestias, nos cuidemos entre todos”, enfatizaban las fotocopias pegadas en el estacionamiento.

“Somos un rubro bastante sensible a los cambios sociales y culturales, quizás en unos meses el covid-19 sea historia, hasta entonces es el final de los nichos de amor. Puede que las personas adopten nuevos hábitos erógenos en sus casas, que recurran a la pornografía en el celular o dejen en stand by el sexo. El futuro es incierto, pero -por lo pronto- cuando esto acabe vamos a levantarnos para celebrar la superación de la pandemia. Y ahí, el goce, los gritos y los toqueteos van a regresar”, finaliza (con mayor optimismo) el dueño de un telo shakesperiano.

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