La biblioteca Alberdi puede ser la nueva Casa Sucar

La biblioteca Alberdi puede ser la nueva Casa Sucar

Cuando la piqueta, afilada y voraz, pendía sobre la Casa Sucar, el municipio capitalino exhibió los reflejos que tanto se le reclaman a la clase política y la salvó de la demolición. Entonces lo que tenía destino de negocio inmobiliario -uno más- mutó en orgullo para la ciudad. Da gusto visitar la Casa Sucar, un espacio multimodal en el que fluyen las expresiones culturales, fieles al buen gusto con el que fue concebida y construida la propiedad. Con esa obra la Intendencia ganó por partida triple: desde lo político, desde lo patrimonial y desde lo social. ¿Por qué no intentar un rescate similar con la biblioteca Alberdi?

Muchos elementos son diferentes en esta historia. La casona que alberga la biblioteca, y en la que funcionan además dos salas subsidiadas por el Instituto Nacional de Teatro y el Ente Cultural, no forma parte del listado de inmuebles protegidos por la Ley de Patrimonio. Además hay una comisión directiva que regula la actividad de la biblioteca y su presidente, Pedro Ruarte, anticipó que no podrán volver a funcionar sin ayuda del Estado. En ese sentido la solución del conflicto con la Casa Sucar fue más sencillo, porque se enmarcó en un acuerdo con el propietario. Aquí hay terceros involucrados y distintas actividades que conviven bajo un mismo techo. El problema, quedó comprobado, es que ese techo se cae.

La pregunta es quién está dispuesto a hacerse cargo. La Municipalidad ya demostró su interés y su capacidad para actuar. La Casa Sucar y el teatro Rosita Ávila forman parte del legado que dejará esta gestión; sería de esperar que le encuentre pronto un destino a la ex Dirección de Tránsito, que acumula mugre y roedores en pleno microcentro (Buenos Aires primera cuadra). Habrá que ver si el Lord Mayor está en condiciones de afrontar una erogación fuera de presupuesto de esta naturaleza. A su vez es una oportunidad para el Gobierno provincial, al que le ganaron de mano con la Casa Sucar y por medio de alguna de sus muchas vertientes (Ente Cultural, Caja Popular, Ministerio de Educación) podría anotarse un punto y liderar el proyecto.

Si de cultura se habla las universidades tampoco pueden quedarse calladas. Tal vez a la UNT le falten recursos económicos, de hecho son reconocidos por sus autoridades los déficits en infraestructura que padece, pero le sobran recursos humanos capaces de pensar nuevos formatos y destinos para el edificio de la biblioteca. Lo propio le cabe a la Tecnólogica. Y en el caso de las privadas, tanto la Unsta -cuya sede central queda cruzando la calle, a metros de la Alberdi- como la San Pablo-T suelen interesarse en esta clase de iniciativas. Otros actores también deberían estar invitados a este debate: las fundaciones, las ONG, colegios profesionales, sindicatos y en especial los privados, tratándose de un nítido caso de responsabilidad social empresaria.

Son muchos los que pueden contribuir al renacimiento de la biblioteca Alberdi. Lo ideal, lo ejemplar, sería convocarlos a todos y que de esa mesa de discusión surja un plan en el que muchos ponen y todos ganan. Sociedades horizontales, mixtas, en las que sean capaces de convivir representantes de los más diversos sectores. Qué mejor mensaje podría brindarse para el Tucumán del presente y del futuro. Si la cultura es inclusión social y construcción de ciudadanía, demostrando que somos capaces de transformar la biblioteca Alberdi en una nueva Casa Sucar, unidos, con ganas e imaginación, el lamentable derrumbe tomará la forma de una inmejorable oportunidad.

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