Un diablo híbrido, Margarita, Luisa y la vuelta a Madryn

Un diablo híbrido, Margarita, Luisa y la vuelta a Madryn

En Santa Fe, el Argentino de Artes Escénicas presentó obras de Rosario, de San Juan y de Córdoba

En la rosarina “Fausto o la pasión de Margarita”, Gustavo Guirado presenta a un protagonista viejo y enfermo, consciente de que ha sido abandonado por seres humanos y divinos poco antes de su muerte, y que pronto sabrá cuál es su destino en la eternidad. En ese tránsito final (y fatal), lo invade un diablo híbrido sexualmente y conflictuado por haber sido rechazado por Dios. La tercera ocupante en escena es la joven Margarita, objeto del deseo y de los placeres que hace tiempo dejó de lado. Nada puede salir como lo esperaba, lo cual confirma la sorpresa eterna del hecho teatral.

Esta propuesta fue la gran y grata sorpresa -hasta el momento- en el XV Argentino de Artes Escénicas que organiza la Secretaría de Extensión Social y Cultural de la Universidad Nacional del Litoral en el centenario de esta casa de altos estudios. La obra está seleccionada por el Instituto Nacional de Teatro en su catalogo y ojalá pueda llegar a Tucumán.

Elementos expresionistas y provocativos con un texto magnífico, desplegado lleno de sutilezas potentes (Fausto pide como máximo deseo “odiar sin culpa”; “ese olor a viejo que no te lo sacás con nada”, dice Margarita; el/la Diablo que alterna su sexo quejándose en alemán) completan un juego escénico intenso y seductor, muy cercano a la perfección.

Sobre el escenario están Paula García Jurado, Anahí González Gras y Edgardo Molinelli, quienes juegan con ductilidad esta versión vernácula de la leyenda alemana. Es interesante además, en este momento histórico, el giro dado a la imagen de la mujer, que pasa de ser objeto de la pulsión a impulsora de la historia en todos sus contenidos. Lo que antaño era un personaje complementario aunque fundamental, ahora es el motor de toda la resolución escénica.

El jueves, en el primer turno del encuentro que concluirá el sábado, desde San Juan llegó a la capital santafesina el aporte del grupo Lanotannegra Teatro, uno de los de mayor presencia nacional de esa provincia en la década de vida que tiene. Esta vez fue con “Luisa”, con la dirección de Natacha Sáez y la actuación de Lorena López, en un relato melodramático escrito por Daniel Veronese, al tono de su serie televisiva “Para vestir santos”. El despojamiento escénico (sólo un sillón y una mesa de noche) refleja el que sufre el personaje en sus afectos más cercanos, a los que recorre durante los 50 minutos en escena para describir ausencias de madre y de Agustín, su amor eterno, construcciones de vínculos y necesidades insatisfechas a partir de un registro de sus recuerdos y ansias. El trazo exagerado e histriónico, producto de una marcación muy detallada deriva en una reiteración de gestos y hechos sin detenerse en las sutilezas dramáticas. Ese respiro hubiese sido bienvenido.

El cierre fue con un clásico de festivales y encuentros. Salieron desde Córdoba hace tres años y han recorrido el país. En lo personal, este tercer abordaje de “Volver a Madryn”, fue tan disfrutado como el primero en 2016. Esta creación, dirigida por el reconocido Rodrigo Cuesta (salteño radicado en la Docta), parte de un humor verbal de contenido sexual corrosivo y violento, que suele incomodar a varios espectadores, hasta meterse en la profundidad más íntima de tres personajes desnudados de sus ropajes afectivos. Ellos luchan con y por sus conflictos más secretos y saben que nada de lo que esperan podrá darles la plena felicidad añorada. Entre las risas y el ritmo policial se filtra un sino ineludible.

La anécdota habla de un robo en la ciudad chubutense, azotada por el frío invierno que hiela hasta la ilusión, en una zona costera golpeada por el viento y la soledad que cada uno siente. La obra parte de la evocación que los protagonistas hacen de su intervención en el hecho y de su vida entera, ya desde lejos y ante la posibilidad de un retorno que quizás nunca se concrete. Porque volver a donde uno se fue siempre es regresar a un sitio distinto y siendo otra persona.

Una vez más, deleitarse con la precisa puesta en escena (en especial el manejo de las luces y su enorme peso simbólico) y con las actuaciones de Alejandro Orlando, Hernán Sevilla e Ignacio Tamagno, permite descubrir nuevos discursos en una trama conocida de antemano, el drama de una historia mínima bajo el disfraz de una humorada.

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