De garbanzos y mirlos

De garbanzos y mirlos

Buen humor en las cartas de Ernesto Padilla.

De garbanzos y mirlos

Con mucha frecuencia, la especiosa correspondencia del ilustre tucumano Ernesto Padilla, se interrumpía con toques de buen humor provinciano. Por ejemplo, en una carta de 1921 a Clemente Onelli, director del Zoológico porteño, le criticaba haber publicado “herejías sobre el garbanzo y su cultivo en Tucumán”. Le parecía increíble “eso de hablar de que la carestía del garbanzo disminuirá el consumo del puchero nacional”. Apuntaba: “¿Qué no sabe que en el puchero nacional, es decir en el legítimamente criollo, no se acostumbra poner garbanzos?”.

Agregaba Padilla, ya en serio, que “desde hace diez o doce años, en el departamento de Trancas, se hace un gran cultivo de garbanzos”. Y dentro de la “falta de preparación” de los cultivadores, “se obtienen muy buenos rendimientos y se abastece el mercado de Buenos Aires y del interior de la república”. Pensaba que “se ha de eliminar el extranjero, por más grandes que sean los garbanzos de España o los de Chile, porque ya se van obteniendo muy buenas variedades que los equivalen, y se usan procedimientos de separación y clasificación que llevan a entregar al comercio tipos superiores”.

Volvía al humor. Un amigo de Córdoba le escribía “pidiéndome que le consiga de usted un mirlo metálico de cola larga y, si no tiene de cola larga, de cola chica. A él se le ha muerto uno que adquirió en la calle Sarmiento 1348, en la que ya no tienen. Él le mandará un loro cordobés, hablador y con tonada. No precisó los detalles, para que usted no vaya a cometer la indiscreción de creer que estoy bromeando, refiriéndome a algún cordobés conocido”... Terminaba: “Déjeme demostrar que tengo alguna influencia todavía, y que puedo hacerme la ilusión de que un amigo del interior consigue, por mi intermedio, llenar el capricho de tener un pájaro de plumaje atornasolado del Senegal”…

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