El partido que ellas quieren ganar

El partido que ellas quieren ganar

REIVINDICACIÓN DE GÉNERO. Tras el debut ante Japón, Estefanía Banini contó la lucha de la mujer argentina por la igualdad. Reuters REIVINDICACIÓN DE GÉNERO. Tras el debut ante Japón, Estefanía Banini contó la lucha de la mujer argentina por la igualdad. Reuters

“Es un monstruo, que se pudra en la cloaca más profunda”. Lo dice la madre de Alicia Muniz (sin ñ), horas después de que Carlos Monzón mató a su hija, el 14 de febrero de 1988. Es uno de los momentos más dramáticos del primer capítulo de la serie “Monzón”, que fue adelantado en la web a modo de promoción por Space, días antes del estreno de mañana que promete fuerte repercusión. Por Monzón (el campeón mundial más ganador en la historia del boxeo argentino), porque, por lo visto, promete ser de gran nivel, y, por último, porque arranca fuerte con el asesinato de Muniz, arrojada por Monzón desde el balcón del chalet de Mar del Plata. Femicidio.

El 3 de julio se cumplirán 30 años de la condena efectiva de 11 años que la justicia impuso a Monzón, fallecido el 8 de enero de 1995, en un accidente con su auto cuando volvía a prisión, ya en régimen que permitía salidas transitorias. “Asesino”, gritaban muchos. “Dale campeón”, alentaban otros, protegiendo al ídolo, en tiempos, además, en los que no se denunciaba con tanta firmeza la violencia de género. Sí se lo hace hoy. La Argentina sufre un femicidio cada día y medio. Hubo enojos, por eso, con el afiche de la promoción de la serie, que dice “Campeón. Ídolo. Femicida”. Ni campeón ni ídolo, protestaron muchos, solo “femicida”.

Pero Monzón no salió de la nada ni estaba lejos de ser “un paria de la sociedad”. Era un ídolo. La serie podrá tener momentos que generan hasta “empatía” con él. Como la que un sector social tuvo inclusive con el odontólogo Ricardo Barreda que mató a su suegra, esposa y dos hijas en 1992. “Por eso es tan importante que esta serie salga en 2019, porque puede dar mucho a la lucha feminista que estamos teniendo”. Lo dice la actriz Carla Quevedo, que hará de Alicia Muniz. Y que confesó que debió googlear para saber quién era Monzón. No es necesario googlear hoy para saber qué es un femicidio.

Enorme brecha

La introducción acaso ayuda a entender cómo una selección argentina femenina que vuelve a un Mundial después de 12 años y que sufrió precariedad absoluta, jugó sus dos primeros partidos ante dos potencias dejando la vida en cada uno de ellos. Por supuesto que hay un componente técnico, pero el corazón explica como nadie de qué modo este equipo logra achicar la enorme brecha que la separa de sus rivales. En todo. Dinero, entrenamiento, equipamiento. “Como si el Barcelona de Messi enfrentara a un equipo de la Tercera división inglesa”, graficó el diario The Guardian, horas antes de la caída 1-0 del viernes ante Inglaterra.

Algunos informes compararon el juego con los varones y, vaya obviedad, hablaron en la previa de la Guerra de Malvinas. Lo hizo hasta la TV de Estados Unidos, con imágenes de la batalla en el Atlántico Sur y comentarios infantiles del ex jugador Alexi Lalas. Pero el propio The Guardian informó como pocos por qué Argentina dejaba el corazón en cada partido. Dijo que era imposible separar al equipo del fenómeno #NiUnaMenos, nacido hace cuatro años exactos, 3 de junio de 2015 tras el femicidio de la adolescente de 14 años Chiara Páez. Fútbol sí. Pero también orgullo. Reivindicación de género. Gritar “aquí estamos. De pie”.

Ola feminista

El Mundial de Francia se juega acorde a los tiempos de la ola feminista. Los reclamos por igualdad los evidenció como nadie Ada Hegerberg, Balón de Oro femenino que renunció al Mundial porque exige a la Federación noruega premios idénticos a los que cobran los hombres, una utopía no solo en Argentina. En España, donde los últimos meses hubo récords de asistencia (más de 60.000 personas en el Wanda Metropolitano en marzo pasado), 13 de los 16 clubes de Primera amenazan con huelga si no logran garantías de sueldo (la mitad de las jugadoras no cobra salario).

La postergación es un clásico, como lo demuestra un titular de prensa nada lejano que decía: “dos españolas y Cristiano Ronaldo entre los nominados a mejor gol de la temporada por la UEFA”. Las “españolas” son jugadoras sin nombre. Más cerca, en Uruguay, otro informe recogió los comentarios de la prensa cuando se supo la fase de grupos del Mundial Sub 17 de 2018: “Qué lindas deben ser las finlandesas” o “las morenas lindas (por Ghana) son una exquisitez”.

¿Cómo no entender, entonces, que apenas después del empate sin goles del debut contra Japón, la capitana Estefanía Banini hablara de “lo que está haciendo la mujer argentina por la igualdad”? Algunos se enojaron. ¿Acaso no lo hizo también, a su modo, la muy celebrada crack brasileña Marta, embajadora global de la ONU, cuando, tras su gol récord ante Australia, se señaló el botín con fajas azules y rosas, símbolo de la igualdad? Ese gol, en su cuarto Mundial, igualó el récord histórico de 16 del alemán Miroslav Klose en las Copas de la FIFA.

¿Cómo no celebrar este Mundial, sea cual fuere el resultado final de la selección argentina que juega el miércoles un partido decisivo ante Escocia para avanzar o no a la segunda rueda? ¿Cómo no celebrar que el fútbol viva acorde al tiempo que le toca vivir y no dentro de un submarino? ¿Cómo no entender, y no acompañar, a esa selección que se presenta femenina, pero también feminista? ¿Cómo no entender que ese reclamo sea parte de su fútbol?

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