Curiosos, abstenerse

Curiosos, abstenerse

En este proceso los electores se encuentran frente a eslóganes vacuos y candidatos muy preocupados por construir respuestas antes de que lleguen las preguntas. La capital es un hervidero y la precampaña está revuelta.

La curiosidad es la contraseña del saber. Sin ella podemos quedarnos hundidos en la conformidad y estancarnos. En las generaciones de nuestros abuelos la invitación era a leer porque allí cabía toda la imaginación y también estaban todas las respuestas. Sólo había que hacerse preguntas.

Son las palabras de los otros las que nos hacen pensar. Esos vocablos son los ladrillos que van construyendo el presente y el futuro. Las elecciones son una invitación ineludible a la curiosidad. El elector dibuja en su imaginación cómo va a ser su futuro con cada uno de los candidatos que puede elegir. Se hace todas las preguntas -en tiempo presente y en modo porvenir- y espera que el candidato les dé la respuesta a cada uno de los interrogantes. Ahí están las palabras del otro que nos hacen dialogar y pensar.

En este proceso electoral cuya campaña aún no ha comenzado pero tiene fin el 9 de junio los electores se encuentran frente a eslóganes vacuos. Y, lo que es peor, tropiezan con postulantes muy preocupados en construir respuestas antes de que lleguen las preguntas. En realidad a las preguntas las hacen los encuestadores a los que ellos les pagan para que después los candidatos digan las respuestas de las preguntas que nunca les hicieron.

Ese galimatías sirve para ver cuán alejados están los dirigentes de los ciudadanos. Las palabras de ellos, los otros, no ayudan a pensar porque es sinuoso -por no decir intransitable- el camino del diálogo. Los candidatos principalmente se preocupan porque sus voces salgan por las redes sociales, generando un camino de ida. En todo caso con una vuelta muy poco sincera como para entender y crear. Para ellos basta. Son palabras estudiadas previamente para que no haya preguntas. El mayor experto en estas lides en estos tiempos es el equipo de José. Alperovich hasta las entrevistas televisivas esquiva. Se siente un general que sólo quiere oír su voz, que sólo ella se escuche y que nadie la contraste. También hay otros candidatos que forman equipos rentados para que la voz del candidato sea elogiada y la del rival atacada. Hasta aquí nada es auténtico.

No sólo el partido político se ha desvirtuado, algo que veníamos venir desde tiempos de los sublemas. Ahora, también los candidatos. Ninguno de los ocho postulantes a gobernador por Tucumán fueron sometidos a una interna. En el egoísmo del yo no caben las ideas creativas sino las armas destructivas. Es más fácil encontrar a los candidatos atacando y criticando a sus rivales que construyendo puentes a los que puedan subirse los ciudadanos. Y, en el estado desesperanzado y de frustración que se vive en estos tiempos, los sueños y las ilusiones no tienen cabida. Al menos, esto es lo que dejan los prolegómenos de los comicios tucumanos de 2019.

Tráfico de crustáceos

Esta precampaña está revuelta. Es un mar de fondo. En el oficialismo los gendarmes electorales hacen operativos para que el tráfico de crustáceos no los sorprenda. Manzur se ocupó de llevar a su cardumen a Guillermo Gassenbauer y a Armando Cortalezzi, pero cuando estos decidieron saltar el charco y se fueron para volver con Alperovich, en el acto, los miembros de la fórmula oficialista los trataron de cangrejos. Pero el gobernador-candidato vio en el ojo ajeno lo que no distingue en el propio ya que él mismo aplaudió en el Salón Blanco cuando otros cangrejos como Cristián Rodríguez o Fredy Reales o Fabián Pérez dieron sus pasitos para atrás.

Es tal la desesperación por tener votos a cualquier precio que no sólo se contentan con estos punteros de barrio. Hay encuestadores que están sondeando si alguien estaría dispuesto a votar a Caruso Lombardi. El DT de San Martín es un arma política apetecible no sólo en Tucumán. En Buenos Aires también lo están midiendo electoralmente. Tanto en el manzurismo como en el alperovichismo ven con buenos ojos la posibilidad de sumar un hombre de la popularidad del director técnico. ¿Y el domicilio? Ya sabemos que los problemas legales suelen ser saltados como los alambres de púa por los cuatreros.

Uno para ti, 10.000 para mí

“Uno para ti, otro para ti, 10.000 para mí”, solía repetir el profesor Neurus, aquel personaje de dibujos animados del argentino Manuel García Ferré. En el interior tucumano refleja el reparto de candidatos. La silenciosa Silvia Elías de Pérez, el enigmático José Alperovich, el inesperado Ariel García, el insistente Bernardo García Hamilton, el reiterativo Ricardo Bussi, los desunidos Lita Alberstein y Ariel Osatinsky tienen o harán todos los esfuerzos por conseguir una lista troncal y nada más. En cambio, el binomio Manzur-Jaldo ya dibujó un armado que sumará unos 10.000 candidatos, producto de los 45 acoples de legisladores y los cientos de interesados en ser concejales y delegados comunales. La excepción que confirma esta regla 2019 es que la estructura de Cambiemos que -¿por vergüenza?- ni el nombre se anima a llevar, podría llegar a los comicios de la sección Este con dos listas.

Los amigos de Germán

La Capital es un hervidero. El intendente Germán Alfaro presume de su gestión y en ella se apoya para entrar al final de la carrera con algunos metros de ventaja, según él y sus encuestas lo dicen.

Cada circuito capitalino se ha convertido en un laboratorio electoral. Todo se mide al centímetro. Desde las paredes elegidas para las pintadas hasta los punteros que acercarán los votos, pasando por las denuncias que a diario se despliegan para enlodar a uno u otro candidato.

La pelea central de la velada es entre Alfaro y el ahora manzurista Mario Leito. El intendente variopinto se siente muy cómodo. Presume con encuestas que le dan tranquilidad. Paralelamente, se apoya en una docena de acoples que constituyeron los amigos de Germán y unos dos por lo menos que vienen de cuna radical.

A Leito parece incomodarle la serenidad de Alfaro y hasta en sus spots televisivos se da tiempo para atacar la gestión más que para destacar sus ideas. Los operadores del oficialismo siguen muy de cerca cada uno de los pasos de su candidato porque camina sobre la cornisa y el que se equivoca, se cae.

La capital de la sonrisa

Hasta ahora en la capital todos sonríen. Alfaro, porque no ve cerca a sus rivales. Silvia Elías de Pérez, porque es su lugar de fortalezas y donde además Alfaro le sumará puntos si es que hasta el momento de los comicios no hay ningún cisma que termine convocando a las tijeras. También sonríe Alperovich porque su candidatura tiene un muy buen aval en las encuestas. Y, si bien su candidato a intendente (Juan Luis Pérez) no asoma, Alperovich confía en su apellido y bisbisea a sus adláteres que los radicales desilusionados simpatizarán con él. Bussi, otro que se apoya en su apellido -aunque este refiere y remite a su padre- también sonríe. Ha logrado instalar el discurso de la seguridad y espera que aquellos desencantados que ven que no le funciona el arranque a Vamos Tucumán se suba a su auto.

Aún no tan sonrientes, los integrantes del binomio Manzur-Jaldo muestran su entusiasmo cuando ven que Elías de Pérez puede crecer en la Capital porque esos son sufragios que, ellos están seguros, se le descontarán a Alperovich.

Como los cowboys

En el Oeste los vaqueros de Vamos Tucumán andan a los tiros. La dupla de los intendentes Mariano y Roberto Sánchez enfrentan con los operadores de Alfaro, que está deseoso de no ser sólo un referente de Capital. Alfaro no da puntada sin hilo y sabe que después de 2019 viene 2023. Los referentes de Yerba Buena y de Concepción son hombres de absoluta confianza de Elías de Pérez y no están dispuestos a dar cabida a otros acoples ni a dirigentes que no tengan el certificado de buena conducta otorgado por ellos mismos. El 9 de junio se sabrá quién habrá ganado este duelo del oeste. El ideario peronista está seguro que sin acoples no se gana, los vaqueros de Silvia sostienen lo contrario.

El 9 de junio, más de un auto llevará a votantes que no sufragarán por quien les pagó el recorrido. La semana antes de los comicios es muy posible que suba el precio de las tijeras. No será por la inflación, precisamente, sino porque la traición sube más rápido que el dólar. Mientras tanto, en el tiempo que falta recorrer, los electores siguen esperando las respuestas a sus preguntas para subirse a un sueño colectivo que los saque de la desesperanza y de la virulencia dirigencial.

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