Para Marcelo Rabossi “la Universidad se paga sola y debe seguir siendo gratuita”

Para Marcelo Rabossi “la Universidad se paga sola y debe seguir siendo gratuita”

El experto en Economía de la Educación advierte que a pesar de ser gratuita la universidad es elitista. El gran crecimiento de los institutos terciarios.

En momentos de crisis económica, cada vez que la tijera del Estado apura los recortes en los sectores que cree que “menos duele”, se enciende la vieja discusión de si la universidad nacional debería ser arancelada. Sobre todo cuando el 74% de los alumnos no se recibe a tiempo y la mitad no aprueba más de una materia por año, como dice el último informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA). A pesar de eso, el experto en economía de la Educación Marcelo Rabossi apoya la gratuidad al hacer un balance entre lo que invierte el Estado y lo que se devuelve a la sociedad con un mayor nivel de educación.

“La Universidad debe ser gratuita. No le veo necesidad de arancelamiento por lo menos a nivel de grado. El postgrado ya sabemos que en la Argentina es arancelado. Los beneficios que se devuelven o las externalidades, como decimos los economistas, son tan grandes que la Universidad se paga sola. El objetivo más bien debería ser que haya más estudiantes y más graduados universitarios”, afirma desde el corazón de la Universidad Torcuato Di Tella.

A Rabossi le gustan los desafíos. Sobrino del laureado filósofo Eduardo A. Rabossi, sorprendió a su familia cuando decidió dejar la escuela, a los 16 años. Se dedicó a vender libros tocando timbre casa por casa, a dibujar planos que había aprendido en la escuela técnica donde había ido y a ser ayudante de laboratorio. Un día, a los 29 años, se anotó en la nocturna. Terminó la secundaria con el mejor promedio, se enamoró y se casó con la profesora de Historia. También se inscribió en la carrera de Economía Empresarial de la Di Tella. Egresó con medalla de oro. Ganó una beca Fulbright, consiguió una beca en la Universidad de Nueva York y allí hizo su doctorado.

- ¿Cómo es que la Universidad se paga sola?

- Se paga sola en el sentido de que el graduado universitario, incluso el estudiante que no completó la carrera y luego sale al universo laboral, aumenta su nivel de productividad. Eso significa que tiene mejores salarios y que al fisco le va a tributar más, es un dinero que vuelve al Estado. Si lo miro desde un punto de vista fiscalista y monetario, la cuenta me cierra. No es que el Estado invierte y después no recibe nada como retorno.

-Bueno, pero ¿desde un punto de vista social?

- Desde un punto de vista social también me cierra la cuenta porque tenés una población cívicamente más comprometida. Una población con mayor nivel de educación utiliza menos el sistema sanitario porque es más consciente de las medidas de prevención de enfermedades, y utiliza menos el sistema carcelario, por lo menos, por cierto tipo de delito y por eso usa menos el sistema judicial.

- ¿Cuánto más puede ganar un universitario por encima del que sólo tiene el título secundario?

- En la Argentina el diferencial salarial es mucho más bajo que en otros países. Esto tiene que ver con la ayuda del Estado con planes sociales que hace disminuir la brecha entre lo que cobran los universitarios y los que sólo tienen completo el secundario, que en general son los que reciben los planes sociales. Eso te baja el premio por estudiar. Por otro lado, hay gremios muy fuertes que aumentan el piso salarial, por lo tanto, la diferencia entre los operarios, los “de cuello azul”, y los de cuello blanco, que son los que están en cargos gerenciales, es mucho menor que la que existe en otros países. La diferencia es del 40% más o menos, y en Chile, del 100%.

- Si la Universidad es gratuita, ¿por qué no hay más inclusión?

- Porque no hay una relación directa entre acceso y gratuidad. El gran tema aquí es el secundario. El 50% de los jóvenes en edad de haber completado el secundario no lo ha terminado ni lo va a hacer. No ponés aranceles ni ingreso restricto y no solucionás el problema porque estás usando políticas pasivas. Es decir, abrís la puerta, quitás el arancel, y no estás generando una política activa que sería tratar de que los jóvenes completen el secundario, asistirlos, ayudarlos y hacer que ingresen en la universidad. La gratuidad no conduce a la inclusión.

-¿Entonces, la universidad es elitista?

- Es elitista en los resultados. Si bien tenés una cierta diversidad en el ingreso, cuando observás quiénes se gradúan, ahí vemos cómo una universidad que es democrática en el ingreso termina siendo selectiva o elitista en el egreso. Se produce un desgranamiento, en el cual la probabilidad de que abandonés la universidad si pertenecés al quintil más bajo de ingreso es el doble de aquellos que ingresaron pero que pertenecen al quinto quintil, es decir, que son más ricos. ¿Por qué? Porque provienen de secundarios con menor nivel educativo y no han sido preparados con las herramientas necesarias. La universidad es impiadosa a diferencia del secundario. La segunda cuestión tiene que ver con el entorno difícil de los jóvenes que tienen un bajo capital social. No están acostumbrados a relacionarse con gente de otro entorno y sufren un shock cultural. La universidad es un mundo bastante diferente al que ellos están acostumbrados y los termina expulsando. Una situación similar se produce cuando se ofrecen becas a jóvenes vulnerables para estudiar en universidades de élite. Terminan fracasando si no tienen un apoyo muy grande porque se sienten discriminados y la ayuda financiera no puede quebrar esa brecha.

- La universidad es gratuita y no ha crecido tanto como los terciarios. Cómo explica ese fenómeno?

- Los institutos terciarios han crecido mucho más en relación con la Universidad pública que más bien se ha amesetado. Los terciarios tienen 900.000 alumnos y la universidad 1,9 millón. Sin embargo el perfil del alumno terciario tiene más que ver con el primero y el segundo quintil que con los del cuarto y quinto quintil que son los más ricos de la sociedad. La tasa de deserción en el terciario es mucho menor que en la universidad, al punto que, por año, la cantidad de egresados del terciario y de la universidad se iguala. Porque el formato del terciario es más parecido al del secundario y el shock es menor. Los sectores más vulnerables eligen el terciario porque ven allí una mayor probabilidad de éxito.

-¿Cómo se equilibra eso?

- En primer lugar, hay que dejar de pensar en políticas universitarias y hablar de nivel superior, incluyendo los institutos terciarios. Hay que tratar de generar una sinergia entre ambos. Estratificar en el ingreso para desestraficar en el egreso. ¿Qué significa esto? Hacer una articulación fuerte. Que los terciarios puedan ser utilizados como primer paso para los alumnos que luego quieran completar la universidad. Hacer que los créditos que han obtenido en el terciario puedan ser transferidos a la universidad. Pero para que haya esa transferencia debe haber un estudio de la calidad de esos institutos, una agencia de acreditación similar a la Coneau, que evalúe a los terciarios. Eso es fundamental para hacer una transferencia de créditos equivalentes. Lo que pasa es que los argentinos nos negamos a ser evaluados. Hay como una idea de que la evaluación forma parte de un sistema eficientista, capitalista, que discrimina a la gente. Cuando en realidad, lo que buscamos es controlar la calidad. Sobre todo, en un mundo donde en los próximos 20 años va a desaparecer el 40% de los empleos tal como los conocemos hoy. Hoy hay unos 1.800 institutos terciarios con niveles de calidad variopintos.

-¿Qué puede decir de la escasa inversión en ciencia y técnica?

- Es un punto que atraviesa a toda la Argentina. Argentina invierte el 0,6% del PBI en investigación y desarrollo. Yo acabo de venir de Gran Bretaña donde están muy preocupados porque su nivel de inversión es del 1,8 y el objetivo es llegar a 3 puntos del PBI. Si le sumamos que el PBI en Gran Bretaña es mayor dos veces y medio per cápita que el de Argentina, terminás infiriendo que Gran Bretaña está invirtiendo alrededor de seis veces más que nuestro país. También hay que ver cómo se invierte. En general los países destinan entre dos o tres puntos del PBI a la educación superior y tienen un sector privado muy fuerte, porque conviven los dos sistemas. En la Argentina, cuando hay recortes los platos rotos los paga la educación superior.

PERFIL
› Marcelo Rabossi

Economista, docente de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), doctorado en la University of New York, investigador visitante en la State University of New York, Albany. Experto en Economía de la Educación.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios