Nada es gratis

En la política no hay amigos. Pueden haber socios; tal vez aliados, pero no acuerdos de largo plazo. Todo es espontáneo y, generalmente, los acuerdos se destruyen cada cuatro años. O, quizás, en menos tiempo. Los pactos no se cumplen; se hacen addendas que no son más que pedir perdón por el incumplimiento antes de que se seque la tinta de la firma del dirigente que asumió una obligación institucional, económica o financiera. Lo hizo la Casa Rosada cuando le pidió al Fondo Monetario Internacional (FMI) una vuelta de tuerca al acuerdo que no tenía ni dos meses de vigencia. También lo hizo con las provincias por aquel Consenso Fiscal firmado hace no más de un año, en noviembre de 2017, y sin embargo ya fue retocado otra vez para no dañar los ingresos de las distintas jurisdicciones firmantes, menos aún durante el año electoral que se avecina.

A las palabras se las lleva el viento. Los discursos de barricada se doblegan ante la imponente realidad de necesidades fiscales y de posicionamientos políticos. Así es esa política. Efímera. Quién iba a pensar que hace una semana, el propio gobernador Juan Manzur se subió a un escenario y, ante una multitud, le reclamó al Gobierno nacional el cambio de políticas económicas y, a la siguiente, recibiría tantas llamadas desde la Rosada para que apoye un proyecto de Presupuesto para 2019 tan cuestionado en la calle como en el recinto de sesiones del Congreso. La Argentina necesita bajar el déficit en sus cuentas públicas y de eso nadie tiene dudas. La cuestión pasa por las formas. El gradualismo ha sido un anestésico que no calmó los dolores. El bolsillo de los argentinos tuvo que apelar a la morfina para mitigar el dolor que le causa al poder adquisitivo vivir con una inflación que, en el mejor de los casos, puede rondar el 45% al finalizar el año. Hasta ahora no hay un medicamento efectivo para bajar la presión sobre los precios.

La Argentina es un país amortiguado que tiene un Índice de Precios al Consumidor (IPC) mensual que se diferencia sustancialmente con el de los países vecinos. La inflación nacional argentina representará más del doble de la que el mismo FMI proyecta en la sumatoria de los IPC del resto de los países de América del Sur. con la excepción de Venezuela. Aún más, tomando el dato de septiembre (que fue del 6,5%, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos -Indec-), ese índice sólo es comparable con el comportamiento de los precios pautados para Uruguay (7,6%) en todo este año. Pensar en el largo plazo resulta una tarea difícil, pero hay que hacerlo.

Manzur lo hizo al negociar las compensaciones para que algunos de los diputados que representan al oficialismo tucumano (Pablo Yedlin y Gladys Medina) le den quórum para el tratamiento del cálculo de gastos e ingresos para el año que viene. La dureza del discurso partidario le dio paso al pragmatismo que el tucumano le mostró, en varias ocasiones, al presidente Mauricio Macri. Entre ambos, hay una línea telefónica abierta y fluida. A ese nivel se acordaron algunas cuestiones que encaminaron las negociaciones hacia la sanción del proyecto. Macri quiere que ese objetivo se logre ya mismo. Mañana mismo, en Washington, la cúpula del Fondo debe definir qué hacer con el envío de remesas en dólares para el país.

En Tucumán no habrá “lluvia” de inversiones, pero sí una ráfaga de promesas. La Nación ofreció compensar con una partida de $ 3.000 millones a la provincia por la baja en Ingresos Brutos que se evidenciará el año que viene. También una línea de crédito subsidiaria de $ 2.000 millones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial (BM), con la que Manzur podrá licitar obras en el año electoral. El compromiso federal es que esas partidas lleguen apenas arranque 2019.

Otra concesión nacional: se creará en el Presupuesto un fondo compensatorio de $ 6.500 millones para las provincias por el traspaso de los subsidios al transporte. Los empresarios de la actividad vienen amenazando con llevar a $ 40 el precio del boleto urbano si no hay subsidios. El agua no llegará al río.

Manzur siguió con atención la sesión parlamentaria. Había pagado la primera cuota a la Casa Rosada. En la política, como en la vida misma, nada es gratis.

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