Superman y el León contra una chica desesperada

Superman y el León contra una chica desesperada

SUPERMAN NO ES UN HÉROE. El “Hombre de Acero” no pudo salvar a la joven. LA GACETA / FOTOS DE LEO NOLI ( ENVIADO ESPECIAL) SUPERMAN NO ES UN HÉROE. El “Hombre de Acero” no pudo salvar a la joven. LA GACETA / FOTOS DE LEO NOLI ( ENVIADO ESPECIAL)

Entre la marea humana que inunda los accesos al Kremlin, a una joven se la nota algo perdida y angustiada. Lleva consigo la Copa del Mundo que nosotros los argentinos desearemos hasta Qatar 2022, al menos. Está inmaculado el trofeo, como su dueña, coquetamente vestida combinando fondos blancos con flores en su falda y lunares en su camisa. De ojos celestes puros, cabello rubio natural y una piel a la vista cremosa, la señorita pide ayuda. Le responden.

Es el hombre de capa roja, traje azul, slip rojo, cinto amarillo y en cuyo pecho se suscribe una S de rojo profundo, fuego. Es Superman. Caramba, el hombre de acero ha llegado a su rescate. Creíamos que la señorita era rusa, pero no, su inglés perfecto nos invita a creer que es una turista más que está de paso por la ciudad y que quizás se ha perdido cuando debía entregarle a alguien la Copa del Mundo. Superman acude a ella, la saluda y le tira un guiño de ojos, más galanteando que preocupado por la situación de nuestra amiga NN. Le llamemos Nina.

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Extraño pedido  

Nina no está sola, en realidad, porque cuando uno de los superhéroes más amados de la historia intenta descifrar qué es lo que sucede, un comensal sale de la nada y enciende una cámara. Hay gato encerrado. Nina no es Louis Lane ni el camarógrafo su fiel amigo fotógrafo. El camarógrafo carga consigo un bidón de agua mineral, de 3 litros. Todo muy raro. Apurado, de agenda casi colmada, el hombre de acero le dice a Nina que apure los tantos. Le pregunta en qué puede ayudarla. Superman necesita tomarse el Metro para llegar a ver Inglaterra-Colombia. Superman es la versión inglesa del norteamericano, una copia con menos músculos, colorada y menos simpática, aunque el tipo se esfuerce por serlo.

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El misterio no es misterio, el misterio es un curro. Nina está vendiendo un producto, lo vende mirando a la cámara. Superman queda en orsai cuando ella le pide que moje una de sus alpargatas blancas. Brillan las panchas, como si fueran recién compradas. Superman no entiende el pedido de Nina. Entonces, ella insiste. Superman acepta y moja el pie derecho de Nina. Despacito, despacito, las medias de lycra no, le ruega ella.

Cuando un charco de agua inunda la suela derecha de Nina, ella le pide al colorado que ahora le toque su zapato. Todo rarísimo. Superman se encoje de hombros y acata la solicitud. “¿Esta mojado mi zapato?”, le consulta ella. “Sí”, se resigna Superman. “¿Estás seguro?”, repregunta Nina. “Sí, lo estoy”. Toma dos, volvamos de cero.

El cámara corta la película y le pide a Superman que cuando Nina le pregunte si su zapato está mojado, él le diga que no, porque ellos están vendiendo un producto impermeable o algo así.

Acción. Se repite el acto, Nina pregunta como curiosa y Superman vuelve a decirle que en efecto, su zapato sí está mojado. No tanto como podría estarlo, pero que está mojado al fin. La cara de Nina es kriptonita para Superman. Adiós al “Hombre de Acero”, despedido.

Toma 3. No muy lejos de donde fallaron con el invitado la primera vez, Nina y su colega se arriman a un morocho bien alimentado todo pintado con los colores de la bandera rusa. El moreno imita el rugido de un león, mientras la gente se le amontona para pedirle una foto. Es una de las atracciones de la zona desde que comenzó el Mundial. Nina cree haber encontrado al compañero ideal para asegurar su cometido. Míster León se pega a Nina, le ruge y hace lo que Superman había hecho rato antes. Toma el bidón y tira agua pero en el zapato izquierdo de Nina. Nina ríe, hace una pausa, y le ruega al león que toque el pie que acaba de bañar. El gigante obedece. Se reincorpora. “Has notado que mi zapato está seco, ¿no?”, cancherea Nina a su nuevo entrevistado. El León, mudo. Silencio. Más silencio. Han pasado 15 segundos de nada. Nina arremete. “¿Qué te parece, mi amigo?”, el León Mudo. Otros 15 segundos vuelven a correr en blanco hasta que por fin el león toma aire, exhala lentamente y le contesta a Nina. “Si quieres hablar conmigo tienes que pagarme 100 rublos”.

Chantas hay en todos lados.

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