Un final escándaloso para una historia de novela

Un final escándaloso para una historia de novela

03 Agosto 2017

Héctor Sánchez - Telam

Los lectores de uno de los cuentos inolvidables de Osvaldo Soriano, “El penal más largo del mundo”, habrán de saber que la usina inagotable de esas obras fantásticas no es otra que la Asociación del Fútbol Argentino. Que un penal sea sancionado un domingo y que -escándalo de por medio- sea ejecutado una semana después está en la misma línea de los cinco minutos que jugarán hoy Riestra y Comunicaciones.

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Tal vez el fallo disparatado y absurdo del Tribunal de Disciplina de la AFA inspire a nuevas camadas de escritores en el creciente campo de la literatura futbolera, y este dislate de ignorar el reglamento que está escrito y vigente para fabricar un parche en lugar de una solución, alimente la pluma de nuevos escritores. Y también está invitado al juego el gran Roberto “Negro” Fontanarrosa: ni en su maravillosa historieta “Semblanzas deportivas” llegó a imaginar que un club de barrio que recibe inyecciones millonarias de un abogado mediático -como Víctor Stinfale- llegaría a agrandar la medida de las áreas con la idea de beneficiarse con un penal.

En ninguna parte del reglamento (artículo 106) dice que un cotejo plagado de irregularidades y que sufrió invasión del campo de juego por parte de “suplentes, dirigentes, allegados” (inciso G) deba continuar una vez que fue suspendido. Dice que al equipo que incurra en esas inconductas (Riestra lo hizo) se le dará por perdido el partido.

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En el terreno pantanoso de la AFA (la vieja, la nueva, la de siempre) la ficción crece al ritmo de los despropósitos. Y los reglamentos no se aplican: se debaten, se estiran las discuciones, se inventan recovecos y se instruyen laberintos. Y los fallos son absurdos.

“Es un fallo bastante duro pero ejemplificador”, dijo el titular de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia. Ni duro, ni ejemplificador. El fallo ignoró el reglamento. Ya lo saben los clubes del golpeado fútbol argentino: pueden agrandar las áreas y mandar gente al campo de juego cuando vayan ganando y peligre el resultado.

Los cinco minutos se dividirán en dos tiempos de 120 y 180 segundos. Ya no serán los cinco minutos que debían jugarse el domingo, con dos equipos cansados por el desgaste de una final disputada y caliente. Riestra ganaba 2 a 0 (2-1 en el global) y el “cartero” pugnaba en forma desesperada por conseguir el gol que igualara la llave y lo llevara a los penales contra el “guapo de Pompeya”. Serán cinco minutos de otro partido y de otro contexto. A esta altura esto adquieren viso de clamor, ante la injusticia del fallo que benefició a Riestra: “Dale, Comu, hacé un gol”. Y que haya penales para que algún nuevo Osvaldo Soriano lo cuente para la posteridad.

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