Atlético mató al fantasma que lo perseguía

Atlético mató al fantasma que lo perseguía

El mayor tropezón en la historia del "Decano" lo persiguió en sus pesadillas hasta el domingo, cuando se levantó y pudo ascender a Primera.

 LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ

El domingo, el campo de juego del Monumental fue la escena de un crimen. Más precisamente, un asesinato. Un asesinato ejecutado con ensañamiento y alevosía. Atlético ideó y pensó muy bien durante casi un año cómo matar ese fantasma que lo acompañó desde Mendoza, cuando perdió el desempate con Huracán. Un fantasma concebido antes de ese 14 de diciembre por la ventaja desperdiciada en la tabla que, en cualquier otro caso, le hubiese significado el ascenso, pero no. Atlético no pudo lograr uno de los 10 boletos a Primera que entregaba un torneo de 22 equipos en 2014 y ahora, se llevó el primero de sólo dos con igual cantidad de participantes. Así de retorcida funciona la mente de un asesino.

Luis Rodríguez (¿quién otro podría hacerlo, si no?) asestó la primera puñalada. Se sintió bien pero no bastó. Los Andes parecía muerto con esa única herida pero Atlético siguió clavando el cuchillo, una y otra vez. Cinco puñaladas certeras fueron necesarias para matar al fantasma del “no ascenso”. La sangre que salía a borbotones del arco de Los Andes era sinónimo de paz. Pero el “milrayitas” no era la víctima, no. Era ese maldito fantasma que lo acechó en esas últimas dos semanas de 2014 y durante todo 2015.

En esa fatídica tarde, en el estadio Malvinas Argentinas, el equipo que había agarrado semanas antes Juan Manuel Azconzábal se echó a dormir y en su pesadilla nació ese espectro que ahora yace muerto en su estadio. El gol de Federico Mancinelli, el error de Lucas Calviño, la inmejorable situación de gol desperdiciada por Jonathan Gómez, el despeje fallido de Fernando Evangelista, el gol de Alejandro Romero Gamarra, otra tonta expulsión de Leandro Díaz y las otras dos conquistas del “globo”, sentenciaron el encuentro.

Las horas que le siguieron al final de ese partido fueron traumáticas. Los jugadores cruzaron la puerta del vestuario envueltos en una angustia digna de consolar. Algunos la supieron transmitir, otros se la guardaron. Antes de meterse en el colectivo, unos hinchas de Huracán insultaron a los jugadores y Pablo Garnier estalló. Agarró lo primero que vio en el piso y les devolvió el agravio con un botellazo.

Cuando llegaron al hotel Sheraton de Mendoza, donde se habían alojado, el cuadro de situación, empeoraba. Cristian Menéndez, el autor de la última puñalada a ese fantasma el domingo, estaba sentado en un sillón del lobby “mirando” su celular. En realidad, no miraba nada más que las jugadas de un partido que había terminado hacía dos horas. Para colmo, no sólo bastó ver el festejo de Huracán, sino que los jugadores tuvieron que soportar, antes de emprender el regreso, la celebración de Racing, que se consagró campeón ese mismo día y estaba en cuanto televisor tenía el hotel.

El viaje en colectivo (la ida había sido en avión, previa escala en Buenos Aires) fue una tortura. De alguna manera, habían sorteado la noche y a primera hora de la mañana, estaban en Catamarca. Los choferes quisieron parar en una estación de servicio y bajar a desayunar pero un integrante del cuerpo técnico se negó. Quería llegar lo más rápido posible a Tucumán y empezar a lidiar con sus propios fantasmas.

El dirigente encargado de la delegación se plantó y bregó por los choferes que habían manejado toda la noche. Por si el clima en ese ómnibus de dos pisos ya era tenso, se le sumó esa rencilla entre el colaborador y el directivo quienes tuvieron que ser obligados a bajar el tono de voz. Finalmente, llegaron a la provincia y esa parte de la pesadilla terminó.

A sacarse la espina

El nuevo torneo comenzaría con 15 de los mismos jugadores que padecieron esa amarga experiencia. Los 15 jugadores estaban dispuestos a matar al fantasma. Pese a la victoria en la primera fecha -curiosamente en Mendoza- los hinchas estaban disconformes y en el entretiempo del primer partido de local de la nueva temporada de lo hicieron sentir con abucheos. El equipo no lograba acomodarse y las heridas comenzaban a abrirse. El espíritu maligno cobraba aún más vida.

“¿Por qué tengo que revivir esto cuando ya ascendimos?”, se preguntará usted, hincha de Atlético. Quizás por la misma razón por la que las jugadores debieron sufrirlo en carne propia para levantarse y aniquilar ese fantasma. Parece mentira pero las amarguras, cuando logran superarse, cobran un dulce sabor con el tiempo. “Hay que dar vuelta la página”, respondía la mayoría en el plantel cuando se les consultaba si el ascenso perdido seguía pesando. En las declaraciones post 5-0, un año después, apareció la verdad. “Nos sacamos la espina del año pasado”, coincidieron esos 15 sicarios que, obligados por los hinchas y su instinto, salieron a matar al fantasma que el domingo había ocupado el cuerpo de Los Andes.

La primera rueda terminó con optimismo En la segunda, tras otros vaivenes, tuvo la recaída fantasmal más importante en Córdoba, por la fecha 28. Aquel 0-1 fue la última derrota del equipo. A partir de allí, comenzó a preparar su crimen. Estuvo 12 partidos invicto, elaborando la revancha que llegó el domingo. Una máquina de ganar hasta el partido con Los Andes, donde elevó su espíritu a una máquina de matar. Mató al fantasma que lo persiguió por un año. Mató, revivió y se sentó a la mesa a ver cómo se servía ese plato helado llamado venganza.

El comienzo de la pesadilla

Atlético acaba de perder 4 a 1 ante Huracán. Había dejado escapar una enorme chance de ascender. El fracaso sirvió para disfrutar el éxito actual. 

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El reencuentro

Ante Central Córdoba, el equipo volvió a jugar de local tras la final perdida. El público fue hostil y el plantel supo que iba a tener que esforzarse para reconquistarlos. 

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No te vayas sin decirme adónde vas

En una irregular primera rueda, en la que sólo los triunfos de local le permitieron mantenerse arriba, Atlético no podía despedirse de la primera fase mostrando que no tenía norte y así lo hizo: 3 a 1 a Boca Unidos. 

Otro golpe que sirvió

El partido que regaló ante Central Córdoba (ganaba 2-0 y perdió 2-3) significó un quiebre positivo para un equipo que en ese momento quedó lejos de Patronato, el líder. Otra vez, salió de lo más profundo del barro. 

“Sigo vivo”

Atlético venía de una dura derrota ante Instituto (cayó 1 a 0 y quedó a ocho puntos de la cima) y necesitaba reaccionar ante Santamarina, el escolta en ese momento. Sacó lo mejor de su fútbol, ganó 2 a 1 y avisó que iba a pelear.

Sin compañía en la cima

En la fecha 33, Atlético aprovechó uno de los tantos tropezones de Patronato en la segunda rueda para recuperar la cima ante Juventud Unida de Gualeguaychú. Le ganó 2 a 0 y se subió al primer puesto que nunca más abandonaría.  

El único empate permitido

Después de la derrota contra Instituto, Atlético ganó ocho de los nueve partidos siguientes. El único empate fue contra el rival con el que podía hacerlo: su escolta Patronato. Así, se aseguraba la cima.

El mejor partido del torneo

Atlético fue una topadora ante Los Andes, superándolo en todos los aspectos del juego. Tuvo su mejor performance en el partido más importante de la temporada. 

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