“Culpa y enojo casi siempre van de la mano”

“Culpa y enojo casi siempre van de la mano”

20 Mayo 2015
“Ella quiere tenerme allí todo el tiempo -describe Miguel, asolado por la culpa de dejarla ‘sola’-. La demanda es constante e inagotable”. “Tiene miedo de todo; dice que no puede caminar, pero nada hay físico que se lo impida -se queja furiosa y al borde de las lágrimas Catalina-. Más o menos tolera que me vaya a trabajar, pero necesito hacer algunas otras cosas en la vida”.

La licenciada en Psicología Paola Brito, presidenta de la filial Tucumán de la asociación civil Psicólogos sin Fronteras (PsF), conoce este tipo de reacciones. Desde su trabajo con grupos vulnerables ha visto este tipo de reacciones en muchas oportunidades.

“La culpa y el enojo casi siempre van de la mano, y son muy dañinos, y no sólo en el cuidado de ancianos, sino con muchas patologías de todas las edades -destaca Brito-. Por eso es imprescindible hacer consciente esa situación y preservar los vínculos familiares”. Es este conocimiento de la situación el que ha llevado a la ONG a implementar las capacitaciones (ver “Capacitación”) de acompañantes terapéuticos en salud mental

Cada uno su función

“Cuando alguien en la familia se enferma, se desestructuran los juegos de roles”, explica por su parte Romina Paz Rojas, AT, estudiante de Psicología y también miembro de PsF.

“Si esa enfermedad se mantiene un período largo, la interacción familiar seguramente se dañará; más aún si el problema es permanente. El AT, además de ser la herramienta del equipo terapéutico en la vida cotidiana, permite a cada miembro de la familia mantener su rol: que la hija sea hija, y no la que debe controlar el cumplimiento del tratamiento, resalta Brito”.

Explican que es mucho más difícil que la manipulación o los boicots (incluidos los inconscientes), habituales en los pacientes, surtan efecto en alguien que no está ligado por el parentesco, por ejemplo.

“Aunque al principio cueste aceptarlo, se trata de mejorar la calidad de vida del paciente, pero también del grupo familiar, de preserva los vínculos. Si alguien puede hacerse cargo profesionalmente del tratamiento, este saldrá mejor. Es crucial aceptar los propios límites”, resalta Brito.

“Y también las propias responsabilidades -replica inmediatamente Paz Rojas.- Esa cuestión es especialmente espinosa en tratamientos de personas adictas; porque a la familia le cuesta aceptar la corresponsabilidad de esa adicción”.

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