Los niños se convirtieron en “cuentacuentos” en las plazas

Los niños se convirtieron en “cuentacuentos” en las plazas

Distribuidos en los paseos públicos, alumnos de escuelas y colegios recomendaron lecturas y leyeron cuentos a la gente que pasaba

HISTORIAS, DE PASEO. Imágenes como ésta - una niña y su maestra, en la Yrigoyen- se multiplicaron ayer en muchas plazas de la ciudad.  la gaceta / foto de analía jaramillo HISTORIAS, DE PASEO. Imágenes como ésta - una niña y su maestra, en la Yrigoyen- se multiplicaron ayer en muchas plazas de la ciudad. la gaceta / foto de analía jaramillo
01 Noviembre 2014
“Señora, ¿quiere escuchar un fragmento del Martín Fierro?”, el gaucho Lucas Villagra, de 11 años, interrumpe con su pregunta el paso acelerado de una mujer que avanza por el adoquinado Paseo de la Independencia. No se puede negar a tal petición y acepta. Una seña de Lucas con la mano es suficiente para que comiencen a aparecer otros gauchos y paisanas con sus papelitos en las manos. No será sólo un fragmento, serán varios. Ellos son del Colegio León XIII de San José. En ronda cada uno recita sus estrofas. En el medio la mujer sonríe, entre nerviosa y sorprendida. “Me gusta”, terminará diciendo.

Ayer, en varios paseos públicos alumnos de escuelas y colegios correspondientes a la zona 11 de la capital salieron a las calles para leerle a la gente y recomendarle libros de literatura. El lema de esta feria itinerante organizada por el Ministerio de Educación y el Plan Nacional de Lectura era: “La fantasía de los libros llega a través de los niños”. Cada establecimiento buscó alternativas creativas para acaparar la atención del transeúnte.

En la plaza Yrigoyen los niños de la escuela Bernardo de Monteagudo se disfrazaron de princesas, de Gato con Botas, de reyes. Los niños de primer grado colgaron una hamaca paraguaya para invitar a la gente a descansar mientras ellos les leían un cuento de su autoría. “Elegimos relatos que tuvieran un lobo como personaje. A partir de allí ellos escribieron sus propias historias”, contó Eugenia Campos.

Joaquín y Felipe Gómez Naranjo, de 6 años, son mellizos y tuvieron una genial idea. En un cuaderno cada uno escribió su cuento y lo llenó de ilustraciones. Las dos tapas del cuaderno servían como portada del relato. Una de “El lobo cantante”, escrita por Joaquín, y la otra de “Camila y el lobo”, escrita por Felipe. Feliz de la vida, la directora de la escuela, Sonia Rodríguez, se hamacaba a la sombra, mientras Joaquín le leía una de las historias.

Lectores entusiastas
En la plaza Independencia los alumnos de las escuelas Federico Helguera y Costanera Norte visitaban los bancos y le ofrecían a quienes reposaban ahí una lectura. La gente, en su mayoría, no se podía resistir al encanto de este ofrecimiento. Agarraban los cuentos y los ojeaban, Otros niños preferían leerles en voz alta algunos párrafos.

Benjamín, de 7 años, transpiraba con las poesías de “Zoología poética”. “¿Cómo puede ser esto de que una persona se convierta en araña?”, se preguntaba mientras leía. Él mismo cuestionaba el relato y se reía a carcajadas.

“El objetivo es que en las escuelas el 70 por ciento de las lecturas sean obras literarias de autores nacionales y extranjeros y el resto manuales y teorías”, explicó Julia Acosta, directora de la escuela Federico Helguera. La razón de esto: “la literatura permite hablar de los que acontece, pero también les crea a los niños un espíritu crítico y les permite apropiarse del patrimonio cultural”.

Hace dos años que se ejecuta este programa que fomenta la lectura, pero es la primera vez que los chicos salían a la calle. El alboroto era evidente y los niños morían de ganas de contar de qué se trataban los cuentos y leer historias en las que habían estado trabajando durante tanto tiempo.

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