Agosto

Agosto

La película protagonizada por Meryl Streep y Julia Roberts es una muestra ejemplar del estrago materno en su faz cruel. El deseo materno siempre hace estragos en tanto la madre intenta tapar la falta que anida en sí misma a través de sus hijos

11 Mayo 2014

Por Alfredo Ygel - Para LA GACETA - Tucumán

“La vida es demasiado larga”. Con esta frase cargada de melancolía y desazón extraída de un libro de T. S. Elliot, comienza Agosto, la película dirigida por John Wells, recientemente estrenada en la Argentina, protagonizada por Meryl Streep y Julia Roberts. Es una adaptación de la obra de teatro de Tracy Letts, que representa el drama en la vida de una familia americana, los Weston, que se desarrolla en una sombría casa en Oklahoma, en el Sur de los Estados Unidos. Enmarcada en esa llanura asfixiante y calurosa, metáfora del clima familiar, la puesta en escena del filme muestra de modo ejemplar lo que sucede en la vida de una familia cuando queda sometida al estrago materno, expresado en este caso por la crueldad de una madre que no encuentra límite a su voracidad mortífera. A esa casa sumida en la oscuridad y el agobio vuelven, a raíz del funeral de su padre, las tres hijas con sus parejas, junto a la tía materna y su marido. El padre, poeta reconocido devenido alcohólico, finalmente cae en su derrumbe final, impotente de limitar la locura de su mujer. Poco a poco van apareciendo las víctimas de ese goce desenfrenado materno que se expresa en las generaciones de mujeres. Una brillante Meryl Streep en una antológica actuación nos exhibe a Violet, una madre con un cáncer en la boca y atrapada en la adicción al consumo de drogas medicamentosas que ha devastado a cada una de sus tres hijas.

La mayor, Bárbara, una excelente Julia Roberts, identificada a la dureza materna. Una hija que se fue del hogar familiar, que no se entiende con su madre y que soporta la infidelidad de su esposo. También está otra de las hijas, quien pasa su vida de cama en cama a la búsqueda de algo que no logra encontrar. Una tercera se quedó en la casa paterna, víctima de los exabruptos de su madre, y sólo pudo armar una relación amorosa incestuosa con su primo. Presidiendo esta cadena de generaciones se encuentran las referencias a la abuela materna, que en su crueldad dio a sus hijas una “infancia podrida”.

Sin límite

¿Cuál es la importancia de aquello que la película intenta transmitir? Se trata de una madre que produce estragos en la relación con sus hijas. Pero, ¿Qué es el estrago materno? ¿Se trata de una condición cruel de algunas madres, como aparece en esta película, o más bien se trata de una condición estructural que hace a la relación de las madres con sus hijos?

Estrago es ruina, daño, asolamiento, que alguien produce en otro. En la relación a la madre, los niños quedan estragados, devorados por el deseo materno, como dentro de la boca de un cocodrilo. El deseo materno siempre hace estragos en tanto la madre intenta tapar la falta que anida en sí a través del hijo. Un límite frente a este deseo de colmamiento materno es el deseo del padre. Es la función paterna la que interviene introduciendo un palo en esa boca voraz y evitando que esta se cierre y deje atrapado al hijo, actuando como límite y evitando los efectos catastróficos de la voracidad materna. Para que esto suceda es preciso que un hombre aparezca para la mujer como aquel de quien obtiene la satisfacción verdadera. Es necesario que un hombre le hable, y en estas palabras le brinde aires de mujer.

Lo que esta película nos ofrece es lo que sucede cuando una madre no es limitada por la función paterna dejando a sus hijos a expensas del capricho materno. La crueldad es una de las formas que toma esta voracidad materna ilimitada. Esto también puede manifestarse en su contrario en el excesivo apego amoroso de una madre con sus hijos que deja a estos atrapados en un goce materno incestuoso.

En la película el padre queda sometido al exceso del deseo materno y permanece sumido en la impotencia y el alcoholismo, hasta sucumbir y renunciar definitivamente a la vida. Al mismo tiempo, todos los personajes masculinos que aparecen no logran sostener su deseo, quedando sometidos a lo ilimitado del goce de las mujeres. Se trata de hombres carentes de valor, sometidos a un deseo materno que les impide situarse en su lugar la vida, quedando relegados a ser sólo partenaires de sus parejas.

Una de las escenas que a mi entender expresa en forma elocuente el drama en juego se presenta cuando Violet, la madre, después de haber vomitado a la salida de una consulta médica, empieza a correr por el campo sin rumbo fijo, desorientada y sin saber adonde ir. Meryl Streep, en la brillantez de su capacidad actoral, cae al suelo agotada mientras su hija Bárbara le pregunta: “¿Adónde diablos vas?”. En su desesperación, responde “No hay donde ir”. Es así. No hay donde ir cuando el goce ilimitado mortífero se adueña de la escena familiar.

Corte

El palo en la boca del cocodrilo constituye la única opción para una salida en la conflictiva familiar. Es la función paterna la que produce la separación entra la madre y su hijo. Esta función la desarrolla la figura paterna o bien es encarnada por algún otro personaje que puede ser un abuelo, un tío, un pariente cercano, un educador, una institución, etcétera.

En la película, la opción de salida aparece de la mano de una extranjera a la familia. Al comienzo el marido, antes de partir para siempre, contrata a una mujer india a fin de que se encargue de su mujer enferma. Extraña, exterior a la dinámica familiar, alejada del encierro en el goce incestuoso, esta mujer india tiene la capacidad de poner límites. Es así como interviene impidiendo la seducción de la hija púber de Barbara por parte de la pareja de su tía, expresión del goce incestuoso familiar. También interviene abrazando a Violet allí donde esta queda al final abandonada por todos en la soledad y oscuridad de la casa. El libro de Elliott entregado por el padre a la mujer India, que esta lee con atención, viene a mostrar que son las palabras, el recurso a lo simbólico, lo que va a hacer de mediación en el dolor de existir de la vida en su costado mortífero. La última escena, en la que Bárbara, una Julia Roberts en su plena madurez expresiva -hasta allí identificada a la dureza materna-, en medio de la inmensa llanura del tórrido Agosto, abandona a su madre y produce un corte que la aleja de eso materno que devora.

En ese momento sonríe por primera vez y emprende un nuevo camino que anuncia un desprendimiento del estragante deseo materno en su faz cruel.

© LA GACETA

Alfredo Ygel - Psicoanalista, profesor de la Facultad de Psicología de la UNT.

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