Abriendo ventanas
28 Abril 2014

Mg. Juan Carlos Hourcade - Coordinador de la Pastoral Social

Entre los 19 cardenales creados por el Papa Francisco en el pasado Consistorio del 22 de febrero, aparece el nombre de quien hoy se transformó en el más anciano de los miembros del cuerpo cardenalicio, con sus 98 años, Loris Francesco Capovilla. Se trata de un homenaje a quien fuera el Secretario Privado de Angelo Giuseppe Roncalli –es decir, el Papa Juan XXIII-, desde 1953 y hasta el momento de la muerte del Sumo Pontífice, en 1963. Este personaje, responsable de que el mundo conociera muchos de los escritos del Papa Juan en forma póstuma, dijo en una entrevista en julio del año pasado: “Las similitudes entre el Papa Francisco y su predecesor Juan XXIII, son lo suficientemente numerosas como para llevarme a decir en varias ocasiones: el Papa Juan ha regresado”.

Es interesante esta comparación por cuanto les permitirá a las nuevas generaciones, que no han conocido al Papa Juan, tratar de entender a este queridísimo personaje, amado por los fieles de la Iglesia, por los creyentes de todas las religiones y por muchísimos no creyentes. Les tocó a ambos asumir el Pontificado en un tiempo de muchas sombras para la Iglesia y el mundo. Y ambos, en pocos meses, consiguieron cambiar el humor de la Iglesia y e incluso del mundo.

Juan y Francisco se encontraron con una Iglesia encerrada en sí misma –por diversas situaciones–, y tomaron la iniciativa de abrir las ventanas para que entrara aire fresco y renovara el ambiente; sin dudas lo consiguieron. Juan y Francisco se encontraron con un pontificado erigido en la máxima y absoluta autoridad eclesial y buscaron compartir el poder –que siempre consideraron sólo como servicio–, con sus hermanos obispos y cardenales. Juan y Francisco se encontraron con un mundo en conflicto y en guerra, y apostaron por la paz, ayudando ambos a la pacificación mundial. Juan y Francisco se encontraron también con un mundo que discrimina y trata como desechos a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los presos, a los homosexuales, a los divorciados y a todos los que “no son como uno” y simplemente se acercaron a ellos para mostrarles su amor preferencial y explicarnos con hechos a los demás, cómo actuar con los hermanos.

Queda mucho por hacer; sobre todo porque tanto Juan como Francisco nunca pensaron que fueran ellos mismos los que provocarían los cambios que la Iglesia y el mundo necesitan, sino que alentaron a que cada uno asuma el papel que le corresponde en este escenario.

Este domingo Juan y Francisco se encontraron. Y Francisco colocó a Juan en los altares en forma oficial, un lugar donde el santo pueblo de Dios y el mundo entero ya lo colocaron hace años.

Publicidad
Comentarios