"Actuar en el Alberdi es como un milagro"

"Actuar en el Alberdi es como un milagro"

El actor se presentó seis veces en Tucumán: en dos de ellas interpretó un unipersonal sobre García Lorca; protagonizó una película dirigida por el tucumano Gerardo Vallejo y actuó en tres obras de teatro

POR LAS CALLES DE TUCUMÁN. Alfredo Alcón, a los 78 años, cuando vino a la provincia a presentar la obra “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller. Lo acompañaron en la pieza teatral Diego Peretti, María Onetto y otros.
POR LAS CALLES DE TUCUMÁN. Alfredo Alcón, a los 78 años, cuando vino a la provincia a presentar la obra “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller. Lo acompañaron en la pieza teatral Diego Peretti, María Onetto y otros.
12 Abril 2014

Tucumán lo vio actuar por primera vez en 1974. Ya era uno de los intérpretes más prestigiosos de habla hispana. Sin embargo él se definía como “un actor al que le faltan muchas cosas por cumplir, que tiene limitaciones y a veces debe trabajar a disgusto para poder sobrevivir” (LA GACETA, 13/7/1974). Expresaba con ello la situación de muchos actores argentinos que la estaban pasando mal por la crisis social del país. Alfredo Alcón jamás se callaba. Pero sobre todo, nunca se conformaba, siempre su ideal estaba más alto.

Cuando vino a Tucumán por última vez, en 2008, para presentar “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller, Alcón definió lo que era para él estar en Tucumán: “actuar en un teatro como el Alberdi, ante un público como el tucumano, es un milagro. Sobre todo porque intentaremos nuevamente subir a esta cumbre, aún sabiendo que no vamos a llegar”. Alcón tenía ya 78 años y ya había presentado en las salas tucumanas las obras “Recordando con ira” (1974) y “Escenas de la vida conyugal” (1995) junto a Norma Aleandro, además del unipersonal “Los caminos de Federico” (1998 y 1992). También había rodado la película “Con el alma” (1993) de Gerardo Vallejo.

Sin embargo él sentía que todavía no había dado lo mejor de sí.

“Esta obra -decía al referirse a la pieza de Muller- no fue elegida para ser bien interpretada, sino para intentar hacerla bien. Lo mismo sucede con una gran montaña. No es tan importante llegar a la cima, sino escalar, tratar de llegar a lo más alto. Eso nos hace crecer, nos hace ver cosas de nosotros mismos que no veríamos si no tenemos esa utopía de llegar a esa cumbre”, decía.

La experiencia no significaba nada para Alcón. “Hay que tener cuidado cuando se habla de ‘actor experimentado’ ”, le advertía a un periodista de LA GACETA. “Yo le tengo mucho miedo a la experiencia. Si uno pudiera ver la vida con los ojos de un chico de ocho años seríamos eternos. Pero, si nos consideramos personas experimentadas es porque llegamos a nuestro límite y no vamos a aprender más nada. Sigo poniéndome nervioso cada vez que actúo”, confesó aquella vez, en que había compartido el escenario del Alberdi con Diego Peretti, María Onetto, Sebastian Pajoni y Roberto Castro.

Bajo la piel de Lorca
En 1992, un periodista de LA GACETA le preguntó cómo concebía el teatro y él le respondió con un cuento, que había leído en un libro de Eduardo Galeano. Narra la historia de un niño que no conocía el mar y le pide a su padre que lo lleve a verlo. “El papá lo llevó a ver el mar, atravesando dunas, arena y de, pronto, aparece el mar”, relató, moviendo sus manos como si fueran verdaderas olas. “El chico no lo había visto nunca, y al verlo tan grande, tan movedizo, de tantos colores, tan loco, le dice al padre: ayudame a mirar. Galeano dice que esa es la función del arte”. Alcón piensa que “esa debería ser la función del artista: ayudar a los demás y a sí mismo a mirar”.

Alcón tenía una gran profundidad conceptual y elegía obras de gran exigencia actoral. “En ‘Los caminos de Federico tratamos de reproducir el constante fluir de estados de ánimo e ideas contrapuestas, común en las personas de pensamiento tan rico como el de García Lorca. La idea es captar aunque más no sea un poco de ese movimiento y de esa chispa vital. Quisimos hacer un espectáculo diferente que no fuera una sucesión de recitados sino un hecho vivo, cambiante. Un hecho teatral y una expresión para la que la voz humana no es ajena sino, por el contrario, necesaria” (LA GACETA, 12/7/ 1998).

Rodaje en Tucumán
En 1993 pasó varios días en Tafí del Valle filmando la película “Con el alma”, de Vallejo, ya fallecido. Alcón interpretaba a Don Quijote y Lito Cruz al Martín Fierro. Alcón quedó fascinado con el lento transcurrir del pueblo. Pero a veces pasaban cosas extraordinarias, como la muerte de un paisano. Estaban filmando en el cementerio y el rodaje debió suspenderse hasta que el ataúd quedó bajo tierra y los deudos se fueron. Alcón se quedó contemplándolos y reflexionó: “qué natural es para la gente del valle la vida y la muerte”.

MARCÓ A FUEGO

- “Muerte de un viajante”.- Esta obra marcó a fuego a los tucumanos que la vieron en sus tres funciones, en 2008. El impacto no sólo se debió al planteo actual de la clásica historia de Arthur Miller, sino por las sorprendentes actuaciones de Alfredo Alcón, Diego Peretti y María Onetto. “Fue una lección de teatro. La presencia de Alcón en Tucumán difícilmente será olvidada”, comentó Ricardo Bertella, a la salida de la función.

- “Con el alma”.- En el cementerio de Tafí del Valle, el cineasta tucumano, Gerardo Vallejo, grabó en 1993 el prólogo y el epílogo de su película “Con el alma”: el encuentro mágico de Don Quijote de la Mancha (Alfredo Alcón) y Martín Fierro (Lito Cruz), símbolos de la literatura universal.

- Actuaba en cada charla.- “Los tiempos de cierre son tiránicos. Llegué al Aeropuerto a buscarlo recién bajado del avión. Cansado por el trajín del día, pero amable, Alfredo Alcón se paró en medio del salón y respondió la ametralladora de preguntas. Él hablaba y yo grababa prestando atención a esa “representación” que realizaba para mí, en cada respuesta. Los pasajeros se fueron deteniendo alrededor nuestro. De golpe, éramos 5, 10, 20... Simplemente había dado sus respuestas y nos había dejado sin preguntas. (Ricardo Bocos, LA GACETA, 2/10/92).

Publicidad
Comentarios