Final de partida para un artista que mostraba el alma

Final de partida para un artista que mostraba el alma

Con la muerte de Alfredo Alcón se va no sólo el mejor actor argentino, sino un artista que se prodigó con generosidad hacia sus pares de todas las generaciones

Final de partida para un artista que mostraba el alma
12 Abril 2014
“No existe trayectoria que me proteja del miedo. Antes de cada función, siento que voy a salir a enfrentar mis propios sueños, a mostrar el alma, y quiero escapar”, admitía Alfredo Alcón, cada vez que un escenario lo esperaba, en España, en Buenos Aires o en Tucumán. Esa reflexión reflejaba la relación que el más importante de los actores argentinos supo tener con la actuación, con la creación. Una relación que el psicoanalista Manuel Andújar, que lo conoció de cerca, define así: “el acto creador se realiza en el borde de una herida que queremos sanar. Es por esto que toda creación está acompañada de miedos, ansias y antigua infancia”.

Alfredo Félix Alcón Riesco -que murió en la madrugada de ayer en su domicilio tras varios meses de internación hospitalaria por un cáncer de colon- había nacido el 3 de marzo de 1930 en Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Hijo único de madre viuda (vio morir a su padre cuando tenía tres años), por su venas corría sangre española por partida doble: de Cádiz por la parte paterna y de Castilla por la materna. Criado en el barrio porteño de Liniers como un niño tímido, esa característica -que lo acompañó siempre- no le impidió aceptar su vocación: a los 15 años ingresó al Conservatorio Nacional de Arte Dramático y a poco de recibirse se sumó al ciclo “Las dos carátulas”, que en 1951 se emitía por Radio del Estado, hoy Nacional, donde también tenía que leer informes del Mercado de Hacienda, según la agencia DPA.

En su extensa carrera, Alcón protagonizó más de 40 películas, con sus primeros protagónicos en 1955 y 1956, compartiendo cartel con Mirtha Legrand, primero en “El amor nunca muere” y después en “La pícara soñadora”. En teatro interpretó personajes de obras de William Shakespeare, Federico García Lorca, Arthur Miller, Tennessee Williams, Henrik Ibsen, Eugene O’Neill y Samuel Beckett, entre muchos otros autores clásicos. Alcón también tuvo una prolífica carrera en televisión, donde actuó en “Yerma”, “Hamlet”, “Otelo”, “Por el nombre de Dios”, “Vulnerables”, “Locas de amor” y “Herederos de una venganza”, su última aparición en la pantalla chica.

En sus numerosas visitas a Tucumán, Alcón dio testimonio de humildad. Una anécdota que recupera Andújar lo refleja. “A la salida de una comida en la casa del poeta Arturo Alvarez Sosa y de la actriz Norah Castaldo, le hice un comentario sobre dos versos del llanto a Ignacio Sánchez Mejía, el torero, a quien García Lorca le escribe en su muerte. Le dije que él subía la voz en los dos versos finales; y me respondió que sí, y que así lo había dirigido el gran director Lluis Pasqual. Fue un momento tenso, pero quedó ahí. Pasaron casi 20 años, íbamos en auto a Villa Nougués. Y Alfredo me dijo, sin perder el tono con el que venía hablando: “...esos dos versos finales también podrían haber sido dichos como vos lo piensas”. Y no se habló más de la cuestión”.

Por su talento y por su talla humana -que quedan al desnudo en la despedida que se proyectará hasta hoy en el Cementerio de la Chacarita previo velatorio en el Congreso de la Nación- recibió numerosos premios, entre ellos el Martín Fierro; el Cóndor de Plata y el Estrella de Mar de Oro; el ACE de Oro, el María Guerrero, el Ollantay, el gran premio de honor de la Fundación Konex y el García Lorca. “El arte sirve para ayudar a mirar. No es que revele nada, sino que constituye una inminencia de una revelación, que es lo que todos buscamos”, dijo alguna vez. Señal de que el arte era para él mucho más que una cuestión estética. Quizás por esa intensidad con la que asumió el oficio de actor es que fue un maestro sin habérselo propuesto. De eso dan fe la admiración y el respeto que le prodigaron los actores de las nuevas generaciones, entre ellos Nicolás Cabré, Fabián Vena y Joaquín Furriel, con quienes compartió cartel y enseñanzas al final de su carrera. Furriel, con quien el actor había compartido escenario el año pasado en “Final de partida”, de Beckett, le puso título a esa apertura hacia los jóvenes: “Alfredo Alcón fue nuestro faro”.


PARTE DE LA HISTORIA DEL ARTE ARGENTINO

1955
Debuta en cine con “El amor nunca muere”, junto a Mirta Legrand.

1960
Lo dirige Leopoldo Torre Nilsson en “Un guapo del 900”. La dupla vuelve a reunirse a lo largo de los años en “El santo de la espada”, “Martín Fierro”, “Los siete locos” y “Boquitas pintadas”.

1963
Margarita Xirgu lo conduce en “Yerma”, de García Lorca, que luego llega a la TV.

1966
Estrena en teatro “Israfel”, de Abelardo Castillo, dirigido por Inda Ledesma.

1975
Protagoniza “Nazareno Cruz y el lobo”, película de Leonardo Favio.

1980
Actúa en “Historias del zoo”, dirigido por Omar Grasso, con quien también hace “Hamlet”, “Peer Gynt” y “Lorenzaccio”.

1983
En España, actúa en la serie de TV “El jardín de Venus”.

1994
Estelariza “Escenas de la vida conyugal”, de Ingmar Bergman.

2001
Juan José Campanella lo dirige en “El hijo de la novia”.

2009
Protagoniza “Rey Lear”, de Shakespeare.

2013
“Final de partida”, obra que dirige y actúa por segunda vez en su vida.

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