Al maestro Fontenla no le cabe la música sin sentimiento

Al maestro Fontenla no le cabe la música sin sentimiento

Una lección para los compositores clásicos contemporáneos: sin emoción la técnica es aburrida y estéril

EN LA GACETA. Fontenla (85 años) evocó los conciertos que brindó en Tucumán a fines de la década del 40. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL EN LA GACETA. Fontenla (85 años) evocó los conciertos que brindó en Tucumán a fines de la década del 40. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
13 Noviembre 2013

"Vine a tocas dos años seguidos a Tucumán... Era una orquesta fantástica, con músicos excelentes", evoca Jorge Fontenla. No precisa los años; ubica los recitales a fines de la década del 40, tiempos en los que despuntaba como un eximio pianista e iniciaba una carrera extraordinaria. Alguna fibra sensible vibró en el maestro durante el regreso a la provincia.

La semana pasada, el hijo de Fontenla (Jorge Gabriel) dirigió la Orquesta Estable en el teatro San Martín y estrenó una obra de su padre: "Divertimento", con Valentina Díaz Frenot como pianista invitada. Allí estuvo el maestro, con el oído atento.

- Y entonces, ¿cuál es la clave para componer una buena obra?

- El sentimiento, el sentimiento. Mire, la técnica puede divertir, pero si no hay nada más al final se torna aburrida y estéril. Si repasamos la música de los grandes en sus composiciones están expresados lo hermoso, el dolor, la alegría.

- Siempre mirando a los grandes, ¿no?

- La evolución es un proceso que se basa en lo que existe. Para componer no es necesario renegar de Schubert, de Mozart, de Bach. A ellos le fluía la música con el correr de la pluma, una cosa maravillosa que hoy ya no parece posible. Pueden decirme que soy antiguo, pero siempre me esforcé por componer cosas originales y me satisface cuando las escuchan y nos las rechazan.

Fontenla pide que los directores se animen a programar música clásica del siglo XX. Entiende que acudir a los consagrados es un reaseguro, porque el público los conoce y las orquestas están acostumbradas a recorrer esas partituras. "La cuestión es que la música es un arte de la frecuentación -subraya-. Una escucha no basta para enamorarse de una obra".

Termina completándose un círculo de lo establecido, en el que pierden los compositores contemporáneos. Según Fontenla se trata, a fin de cuentas, de una cuestión de valentía para pisar terrenos desconocidos.

- ¿Y cómo resulta el trabajo junto a su hijo? ¿Son parecidos?

- Las versiones de una misma obra cambian de acuerdo con el intérprete. Esa variedad hace interesantes los resultados. Una vez un pianista me pidió que fuera a escucharlo y al final me pidió una opinión. "Me gustó, pero yo no lo toco así", le respondí. Un intérprete puede mejorar una obra o destruirla.

Fue una respuesta respetuosa, diplomática. Marcando las diferencias entre dos músicos (padre e hijo) que le confieren su impronta a la música.

Gran conversador y rastreador de anécdotas en una memoria excelente, a Fontenla los 85 años le afloran en la sabiduría. Habla con admiración de la explosión artística que se produjo en el país a mediados de la década pasada, cuando las orquestas surgían aquí y allá. A ese torbellino creativo Fontenla le aportó toda clase de obras. Para componer "Desde el Louvre" pasó una semana recorriendo el museo. La puso música a la ópera "Sonata de primavera". Y mientras tanto, dio la vuelta al mundo una y otra vez.

"Y ahora estoy en el directorio de Sadaic, representando a los músicos clásicos. El único entre 11 miembros. Me tratan como si fuera el único que sabe de música", dice con una sonrisa. Pero no es broma.

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