Una transición con un kirchnerismo más sciolista

Una transición con un kirchnerismo más sciolista

En medio del desconcierto del oficialismo y ante la ausencia de la Presidenta, Randazzo y Scioli se pusieron el Gobierno al hombro. Señales de vientos de cambio en el horizonte. Por Hugo E. Grimaldi - Agencia DyN

27 Octubre 2013
El Frente para la Victoria luce desconcertado. La jefa natural tiene un estricto protocolo médico que cumplir y los principales coroneles la pólvora mojada. Muchos de ellos fueron corridos de la escena electoral por cuestiones de imagen o bien porque les gusta la confrontación como método y son piantavotos ante la gente que privilegia la moderación. Otros se han apartado estratégicamente porque desde la ideología manejan recetas que parecen estar agotadas, al menos para sostener la continuidad exitosa que reclama el peronismo, sobre todo la liga de gobernadores. En cuanto a la Presidenta se sabe que no lee noticias y que su entorno filial armó un lógico cerco de protección que le evite complicaciones, sobre todo las cardíacas, en una familia que perdió al padre de modo tan abrupto. Es natural que cuando un presidente está enfermo las versiones le ganen a la información pero, como en el caso actual ésta es más que escueta o tardía, los rumores y las operaciones sobre la recuperación de Cristina están a la orden del día. Tanta cerrazón alimenta las especulaciones y promueve la navegación sin luces de los extraños, pero sobre todo de los propios.

En ese sentido, no es bueno para el oficialismo llegar a estas elecciones de medio término con olor a gobernabilidad en declinación, tal como se ha percibido durante las últimas dos semanas, a partir de la desorientación que fomenta, primero que otra cosa, las pujas internas. El gran lío mental lo tienen por estas horas quienes, desde adentro del mundo K, hablan socarronamente de la "derechización" del modelo, que no es otra cosa que apuntar a vías algo más racionales para salir del atolladero económico, en contraposición con el "vamos por todo" que ellos sustentan y que amenazaba con no dejar títere con cabeza.

Por lo que fuere, lo cierto es que está bien claro que el kirchnerismo perdió el centro de la escena, que sus rivales se han cansado en la campaña de marcarle la agenda y que sus militantes (funcionarios, medios alineados e intelectuales) están despistados y más Cristina-dependientes que nunca. Con la Presidenta en obligado reposo y casi sin filtraciones desde Olivos, donde políticamente se mueven en sordina Carlos Zannini y Máximo Kirchner, la administración y la campaña sólo han tenido dos referentes bien visibles: Daniel Scioli y Florencio Randazzo, quienes se pusieron el Gobierno al hombro para torcer la sensación de vacío y dejaron en claro que existen a la hora de administrar valores distintos a los de la soberbia y la confrontación.

Ya se sabe que con Amado Boudou, tan opacado en la estima de la gente y sobre todo aislado en la consideración de sus camaradas de ruta, no se puede contar. Es hasta desdoroso para la figura institucional del vicepresidente de la Nación, en ejercicio de la Presidencia, que se le indique que ponga la firma o que evite discursos, como así también que no sea invitado a actos de homenaje a Néstor Kirchner, o al cierre de las campañas. Sus detractores internos se solazan con la impopularidad del vice y suelen decir que, a la inversa del papel que ocupan los reyes en las monarquías constitucionales, Boudou "no reina, ni gobierna". Randazzo admitió que la decisión de estatizar el Sarmiento la tomó en soledad, sin conversarlo con él siquiera, debido a que la Presidenta no sabe tampoco que hubo otro accidente en Once.

Desde la racionalidad de peronista avezado, Randazzo le hizo además un favor bien concreto al Gobierno, saliendo a hablar sin tapujos con la prensa sobre el accidente y la resolución tomada, a la inversa de la oscuridad sospechosa que suelen tener otros funcionarios, quienes sólo aceptan responder a aquellos que saben que no les van a hacer preguntas molestas. En la misma línea de visibilidad estuvo Daniel Scioli, que fue quien verdaderamente aguantó los trapos en el último tramo de la campaña, aún a costa de que al Frente para la Victoria en Buenos Aires no le vaya este domingo mejor que en las PASO, no sólo en porcentaje, sino en diferencia con Sergio Massa.

Seguramente, él cree que ante la gente y los intendentes poner el pecho da más rédito que algún kirchnerista del bando de los furiosos le pase alguna factura. En todo caso, si pasa, "mejor" dicen en su entorno: "plin caja, para Daniel". Lo cierto es que a su modo, con sobrentendidos y atándose a un libreto del que es difícil sacarlo, el gobernador bonaerense habló de todo y con todos y lo hizo sin prejuicios en la radio de mayor audiencia (Mitre del Grupo Clarín y en el programa de Marcelo Longobardi, el más escuchado), donde no tuvo empacho en abordar los temas económicos e institucionales que la cerrazón K prefiere barrer bajo de la alfombra.

Scioli tiene en claro que a mayor transparencia, mayor entendimiento y si bien es el campeón de la gambeta, no subestima a la gente, tal como es costumbre kirchnerista, aún en temas donde es imposible ocultar la realidad, como los precios. En cuanto a los temas políticos, también explicó su postura de corregir las cosas desde adentro, a la inversa de Massa, quien prefirió la compulsa por afuera, y en esto fue muy claro: "hay que poner el hombro, colaborar con el Gobierno y no confrontar para resolver los temas pendientes".

¿Qué cosas tiene que resolver el gobierno? Los temas de inseguridad y violencia que, por cotidianos, se están transformando en costumbre y sobre los que el gobernador logró juego propio, después de haber resistido los embates de la flor y nata del garantismo kirchnerista. A partir de esta cuestión tan sensible, el foco debería ponerse en erradicar la injerencia creciente del narcotráfico, con sus secuelas mafiosas de bandas, barras para todo servicio, tiroteos y asesinatos. Otra cuestión crítica para ponerle "voluntad" es la inclusión social y la pobreza en ascenso, dos temas que la inflación que no se quiere reconocer ha puesto en jaque. Hay que hablar también de tarifas y de subsidios.

A estos desajustes, que atacan primero que a nadie a la base más vulnerable de la pirámide y que son provocados no sólo por las fallas de concepción del modelo sino por la torpeza de muchos de sus ejecutantes, hay que sumarle, lo cambiario, con su secuela de pérdida de reservas y la imposición del cepo, ambas cosas derivadas del déficit energético y del desequilibrio fiscal, éste, a su vez, cubierto con emisión. Son eslabones de una crisis que no se quiere reconocer.

No obstante, el gobernador anotició, casi a modo de certeza, que el Gobierno "estará haciendo una evaluación profunda" sobre el dólar. Otro que machacó sobre lo mismo fue el titular de la Comisión Nacional de Valores (CNV), Alejandro Vanoli, quien señaló que "algunas restricciones" a la compra de dólares "quizás tengan que ser revisadas".

Mientras Scioli hablaba de soluciones sin agredir, ni mucho menos matando al mensajero, el otro funcionario había sugerido que el precio del dólar blue no debía informarse, tal como no se menciona periodísticamente el de la cocaína, un valor que los medios se abstienen de publicar por una cuestión ética y de responsabilidad social. Estas son las diferencias que trata de marcar el gobernador, lo mismo que la costumbre kirchnerista de hacerse notar, a partir de extravagancias dialécticas como la de Vanoli, potencia.

La conclusión del mercado es que algo puede pasar pronto en materia cambiaria, aunque no hay certeza aún sobre el camino a emprender, en cuanto a si se insistirá con la medicina de los controles o se producirá un desdoblamiento. Pero también, hubo otros mamarrachos propios de las internas que se desparramaron por la City para intentar tapar el sol con las manos y negar la nueva paridad de diez pesos, un dólar.

La fantasía de Guillermo Moreno era evitar que, complotados contra el Gobierno, los diarios pusieran ese valor en tapa antes de las elecciones. El y buena parte del kirchnerismo creen que si se menciona el precio, eso potencia la avidez de otros por comprar. De allí que, fiel a la premisa de operar sobre las consecuencias y no sobre las causas y como parece que el nutrido multimedios oficial no sabe cómo instalar un contra complot, el secretario se metió una vez más en la ilegalidad y llamó por teléfono a las cuevas para parar la operatoria del blue hasta el lunes. Y hasta mandó a allanar cuevas reticentes junto a la CNV, mientras personal de la Policía Federal, la AFIP y el Banco Central, todos con chalecos identificatorios se paseaban por Florida para correr a los arbolitos, como si esos pobres intermediarios que hacen changas fuesen el problema.

Pese a todo, hay olor a vientos de cambio en el horizonte, porque se supone que con el aval de la Presidenta se empezaron a tomar actitudes menos ideológicas destinadas a abordar los problemas desde otros ángulos.

En esta línea, las señales indican que se avanzó en: a) darle juego al gobernador Scioli en temas de seguridad y no criticarlo; b) arreglar la deuda con cinco empresas que ganaron juicios en el Ciadi para destrabar créditos del Banco Mundial; c) abrir el diálogo con el FMI en materia estadística; d) pensar en cierta posibilidad de que se avance con el Club de París; e) promover un eventual acercamiento a algunos holdouts para salvar un probable default; f) progresar en el acuerdo YPF-Chevron, a partir del decreto de flexibilización petrolera en función a las inversiones; g) exponer voluntad de comenzar a negociar con Repsol.

Comentarios