El ferrocarril cambió la industria azucarera

El ferrocarril cambió la industria azucarera

Con el arribo del primer tren, en 1876, se inició un período de transformación tecnológica en los ingenios tucumanos. De las 91 fábricas que funcionaban en 1877 solo quedaron 34 en 1881. El trapiche de madera fue reemplazado por el mecánico, importado de Europa. Hubo menos ingenios pero mejoró su funcionamiento y creció aceleradamente el número de productores: en 17 años los cañeros pasaron de 200 a 2.630. También se formaron numerosos pueblos en el interior provincial, alrededor de las estaciones ferroviarias.

INNOVADOR. La aparición del tren cambió la fisonomía de la provincia. No solo revolucionó la fabricación de azúcar, también creó nuevos pueblos. INNOVADOR. La aparición del tren cambió la fisonomía de la provincia. No solo revolucionó la fabricación de azúcar, también creó nuevos pueblos.

En la sobremesa de un congreso internacional de ferrocarriles, en la década de 1980, un renombrado conferencista apuntó: "seamos sinceros, si hoy hubiera que inventar el ferrocarril, nadie lo haría". Ironía o verdad, contradicción o exageración, lo cierto es que la llegada del ferrocarril a Tucumán provocó en 1876 una transformación fundamental en la economía de la provincia. 

"Los métodos de elaboración de la industria azucarera -que existía desde 1821- se habían vuelto obsoletos. Las fábricas no podían equiparse con modernas maquinarias de esa época porque no eran susceptibles de transportarse en carreta. Por la misma razón, tampoco podían expandir sus mercados. Trasladar cargas en esos medios de tracción a sangre resultaba accidentado, oneroso, prolongado y hasta riesgoso", explicó Víctor Rossi, abogado y consultor de transporte.

No obstante, el azúcar y el aguardiente tucumana llegaban a las provincias de Cuyo en cantidades limitadas a través de tropas de carretas, en viajes costosos y complicados.

Influencia
La irrupción del transporte sobre rieles paralelos y su rápida expansión ejercieron una poderosa influencia en toda la geografía llana de la provincia. No sólo con las líneas troncales sino también con las secundarias. "Este auge permitió que la industria azucarera se modernizara y también ofreciera abundante trabajo a los pobladores", destacó Rossi.

"Las fábricas azucareras -añadió- comienzan a adquirir maquinarias en el extranjero, que eran ofrecidas por agentes de ventas que en gran número comenzaron a llegar a esta capital. Desaparecieron los trapiches de madera y se ingresó a la era del vapor, en todas sus manifestaciones"

Fiebre importadora
Entre 1875 y 1878, según un artículo de LA GACETA del 31 de octubre de 1976, los ingenios tucumanos importaron máquinas azucareras por un monto de seis millones de francos, de acuerdo con un informe de los propios agentes de ventas.

"Desde París, Lille, San Quintín y Liverpool, inmensos cajones con piezas y maquinarias llegaban al puerto de Buenos Aires, para luego derivarlas a Tucumán por la vía del Central Córdoba", destaca la crónica de la época.

El analista y escritor Emilio Schleh, al referirse al auge ferroazucarero destaca: "el furor del progreso se ha apoderado de la industria. Los viejos tucumanos, que a veces ni saben francés, se entienden personalmente con los ingenieros que llegan de Europa y les instalan y enseñan el manejo de las novedades mecánicas. Entre los primeros industriales que se embarcan en esa arrolladora modalidad se encuentran los hermanos Juan Manuel y Juan Crisóstomo Méndez, Wenceslao Posse y el doctor Vicente García, pioneros de la revolución tecnológica".

Más cañeros
Lo cierto es que en poco tiempo, ramales de distintas líneas ferroviarias Ilegaron hasta cada ingenio. Pero, claro está, el adelanto supuso un dramático proceso de concentración fabril. "En 1877 existían 91 ingenios y en 1881 sólo quedaban 34. Asimismo, los propietarios de las restantes fábricas se convirtieron en cañeros, es decir, propietarios de surcos de caña", destacó Florencio Martínez, un conocido recopilador de la historia azucarera de Leales.

"El nuevo mapa laboral de la industria azucarera -agregó Martínez- no solo redujo a una treintena las fábricas sino que multiplicó los cultivos de caña. De los 200 que había en 1877 se duplicaron a 400 cañeros en tan solo cuatro años. Y, en 1895, sólo 17 años después, los productores de caña ya ascendían a 2.630".

Asombrosa producción
Otro dato interesante de este auge azucarero lo aportan nuestros archivos. "Las innovaciones mecánicas introducidas por el ferrocarril lograron que Tucumán llegue a contar, pocos años después del desembarco del tren, con 107 motores -87 a vapor y 20 hidráulicos-, que representaban una fuerza total de 1.449 caballos de fuerza. El ingenio Esperanza, de don Wenceslao Posse, dejaba estupefactos a tucumanos y porteños con su fantástica capacidad de elaboración. En 24 horas podía producir nada menos que 2.500 arrobas (28.750 kg) de azúcar", subraya.

A principios de este siglo la capital tucumana contaba con cuatro estaciones cabeceras de ferrocarril. Desde Buenos Aires llegaban por distintos ramales tres empresas ferroviarias: el Central Córdoba, el Central Norte -ambos de trocha métrica- y el Buenos Aires-Rosario -trocha ancha-. Desde esta ciudad el ferrocarril Noroeste Argentino recorría, por el piedemonte de las sierras del Aconquija (paralelo a la actual ruta 38), la principal área azucarera de esta zona hasta Villa Alberdi.

A lo largo de 130 kilómetros de rieles del Ferrocarril Central Córdoba (Belgrano) -inaugurado el 30 de octubre de 1876- nacieron varios pueblos. "El primero de ellos fue Taco Ralo. Luego La Madrid -más tarde empalmó con el Ferrocarril Noroeste Argentino-, Telfener -rebautizado Monteagudo-, Atahona, Simoca, Río Colorado -posterior empalme con el FC NOA-, Bella Vista y García Fernández", subrayó Rossi.

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