¡Bienvenido sea el título número 51!

¡Bienvenido sea el título número 51!

Los "xeneizes" armaron una fiesta que comenzó en La Bombonera y se extendió en el país

05 Diciembre 2011
BUENOS AIRES.- Los tres años de frustraciones en lo deportivo hicieron que el nuevo título fuese festejado con un desbordante entusiasmo por los simpatizantes de Boca, que colmaron el estadio La Bombonera como en las mejores jornadas de su rica historia.

El título número 51 en la historia del club se festejó a lo largo y a lo ancho del país. Todo comenzó cuando el árbitro Héctor Baldassi marcó el final del encuentro. Comenzaron los fuegos artificiales y los jugadores dieron la vuelta olímpica con una camiseta que en la espalda tenía el número que representa la cantidad de títulos conseguidos, contando el ámbito local y el internacional.

Desde las tribunas, los apellidos se fueron sucediendo en la garganta ronca y loca de la tribuna: "Riqueeeelme", "Battaaaaaaglia", "Y dale Lucas, dale dale Lucas", "Clemeeeeeeente"; y en esa desmesura habitual de la alegría hasta los más resistidos recibieron la ovación. "Erviiiiiiiti" fue el símbolo, el resumen, por fin el romance en una relación que estuvo varias veces a punto de romperse.

El "Flaco" Schiavi arengando a los más chicos, "volví y los saqué campeones"; el emblema, Juan Román Riquelme, con sus hijos; Juan Manuel Insaurralde dirigiendo a la hinchada desde el travesaño; los gorros, las banderas, los papelitos... Todo confluyó y le dio forma de locura a los festejos del nuevo campeón de la Argentina.

El plantel, luego de saltar sobre el cartel de la firma que auspicia el campeonato, se unió en la ya clásica palomita colectiva sobre el césped, una costumbre iniciada en el exitoso ciclo de Carlos Bianchi y de cuya dulzura probó hoy Falcioni, otro de los resistidos, otro de los reivindicados en la noche boquense.

Una nueva vuelta olímpica, ahora caótica e incompleta y en la que los jugadores le dieron protagonismo al preparador físico Gustavo Otero, precedió al paso a los vestuarios. Allí, entre corchos y champagne, siguieron los festejos con cantitos dedicados al viejo rival, River, que pena en el infierno de la B Nacional.

Y allí, en ese contraste brutal, se cerró en la noche del domingo una postal perfecta del fútbol, de una pasión incomparable, de la alegría completa que hoy es azul y es oro. (Télam y Especial)

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