"Me abrían el calabozo para que limpiara"

"Me abrían el calabozo para que limpiara"

Cristian y Fernando Achén, recordados por el escándalo en El Manantial, revelaron que les encomendaban la guardia de la comisaría. "Los tres agentes se iban a cumplir servicios adicionales y quedábamos nosotros, los presos", dijo el menor de los hermanos.

MÓVIL POLICIAL. Cristian (entonces gordo) y Fernando, sonrientes. LA GACETA / ARCHIVO MÓVIL POLICIAL. Cristian (entonces "gordo) y Fernando, sonrientes. LA GACETA / ARCHIVO
23 Junio 2011
Una foto los hizo famosos. Pero no de la forma más conveniente.

Cristian Achén, que por entonces pesaba unos 130 kilos, levantaba el pulgar de la mano derecha, montado sobre una moto de la Policía. Su hermano menor, Fernando, sonreía, sentado en la parte trasera del rodado. Los Achén parecían estar cómodos en la comisaría de El Manantial. Hasta que estalló el escándalo.

En septiembre, Gendarmería allanó la dependencia, en busca de droga. Se decía que los hermanos comercializaban desde allí. Nunca se probó el delito. Pero sí que la situación de detención era bastante irregular. Señalados como presos "VIP", los Achén fueron llevados al área de máxima seguridad del penal de Villa Urquiza. Ayer, durante un cuarto intermedio en el juicio por presunta venta de drogas en su contra, le dieron su versión a LA GACETA.

Primero, fue el turno de Fernando, el hermano menor.

- ¿Cómo era la situación de ustedes en la comisaría?

- Los policías nos daban el "privilegio" de limpiar. Salíamos al patio, donde los jefes nos hacían acomodar cosas. A cambio, nos daban más horas cuando nos visitaba nuestra familia. Ese era todo el beneficio.

- ¿Lo único que hacían era limpiar?

- Bueno, cuando ellos no estaban en la comisaría, quedábamos a cargo mi hermano y yo. Pero hacíamos un servicio de limpieza, y cosas así.

- ¿Y si alguien llegaba? No podían decir que eran presos...

- No, no. Teníamos que decir que éramos colaboradores de la Policía.

- ¿Por qué los dejaban a ustedes a cargo de la guardia?

- Porque ellos no tenían personal. Estaban los jefes, Marcelo Gaytán y Jorge Santi, y tres agentes, que se iban a cumplir servicios adicionales en algunos locales de ahí. Quedábamos nosotros, los presos, y nos hacían cooperar. Todo a cambio de que los domingos nos permitan estar tres horas más con nuestra familia.

¿Es verdad que llegaste a firmar un acta del IPLA?

- Sí.

- ¿Qué día?

- No recuerdo, pero llegué a firmar tres hojas que habían traído unos inspectores.

- ¿Y por qué no te negabas?

- Es que si no hacía esas cosas no me iban a dar visitas; se me iba a complicar mucho.

- Se decía que ustedes comercializaban estupefacientes...

- Nunca vendí drogas. A mí esto me causó muchos perjuicios, porque estaba en un calabozo y de repente llegó Gendarmería a decirme que yo vendía drogas. Pero no encontraron nada. La verdad, me sorprendí mucho. Pero lo peor es que tiraron por el suelo mi apellido.

Fernando terminó de hablar y llegó Cristian. Antes le decían "El Gordo". Desde que entró a la cárcel, hace nueve meses, perdió 55 kilos (hoy pesa unos 80). Y está muy preocupado por su salud.

- Llegaste al penal después de estar en la comisaría de El Manantial. ¿Qué podés contar de ese lugar?

- Me daban un trato bueno, pero yo también tenía una conducta excelente. Ellos me abrían la puerta del calabozo para que limpiara; es mentira eso de que vendía drogas. Y la foto que me sacó un oficial me ocasionó muchos problemas.

- Se dice que vos ibas a comprar el pan y a jugar a la quiniela mientras estabas preso. ¿Eso es cierto?

- Sí, pero eso es todo porque yo tenía buena conducta. No era un chico agresivo; nunca le falté el respeto a nadie. Hacía mandados si el jefe me ordenaba. Hasta limpiaba su vehículo.

- Hay una filmación en la que se te ve intercambiando algo con un muchacho en la vereda de la comisaría. ¿Qué fue eso?

- Un oficial que me dijo: "ahí viene el chico con el carbón, Cristian; abrile la puerta". Era un domingo de feria, y estábamos por hacer un asado.

- Eras un preso "VIP"...

- No, esas son mentiras. Yo hacía todo eso porque me ordenaban. Pero en el calabozo no tenía nada raro. Me hicieron cartel de que tenía mucha plata, que era uno de los narcos más grandes. Pero no era así. Los policías me pedían $ 2.500 para no publicar la foto mía y de mi hermano sobre la moto. Pero yo no los tenía.

- Pero tenías libertades...

- Muchas veces me dejaban solo, y no sé con qué fin. Pero siempre dudé: creo que si me iba, me pegaban un tiro.

Comentarios