Intentan sobrevivir entre vandalismo e indiferencia

Intentan sobrevivir entre vandalismo e indiferencia

De los principales monumentos que engalanan plazas y parques de la ciudad, La Libertad parece ser la más afortunada: en los próximos días comenzarán a restaurarla. La escultura de Alberdi, la de Belgrano y la de Hipólito Yrigoyen están a merced de las inclemencias climáticas y de los dañinos

13 Junio 2011
"Cuando llueve me dan no sé qué / las estatuas. / Nunca pueden salir en pareja / con paraguas, / y se quedan como en penitencia, / solitarias". A la primera estrofa de "Las estatuas", de María Elena Walsh, se le podría agregar que en Tucumán esa penitencia que les impone el destino se parece más a un castigo: las inclemencias del clima, el vandalismo y los cuidados esporádicos dejan huellas que cada vez son más difíciles de borrar.
Es innegable el valor histórico que poseen La Libertad, el monumento a Alberdi, la estatua de Belgrano y la de Hipólito Yrigoyen. Los nombres de sus autores, la calidad de los trabajos y -en algunos casos- su antigüedad son aspectos que las destacan sobre el resto de las obras instaladas en las plazas y en los parques.
Pero al observarlas uno descubre que tienen otra cosa en común: la suciedad, los daños causados por golpes, los robos que se concretaron o que quedaron en intento -pero que dejaron sus huellas- y los graffitis en los pedestales se manifiestan en todas.
Actualmente, la más afortunada parece ser La Libertad: en los próximos días comenzarán a restaurarla. A cargo del trabajo estará Beatriz Cazzaniga y se calcula que se extenderá hasta septiembre. La Municipalidad planea inaugurarla durante el mes de la ciudad, explicó el subsecretario de Planificación Urbana, Luis Lobo Chaklián. La estatua permanecerá en su sitio y los restauradores trabajarán sobre andamios, como se hizo en otras ocasiones.
Al final de la canción, Walsh nos recuerda que, por más quietas e indefensas que estén, las estatuas merecen algo más que el castigo de la indiferencia y el maltrato: "Su memoria procura decir / sin palabras / y nos piden la poca limosna / de mirarlas / cuando quieren contarnos un cuento / de la Patria.

La Libertad
La altura la aísla de los daños que pueden causar los vándalos, pero deja el mármol a merced de la acción del sol, de la lluvia y de la polución. El pedestal de la obra de Lola Mora (inaugurada en 1904) está rodeado por plantas prolijamente cortadas, pero un graffiti desteñido resalta en la cara que da al norte.

Lo que ya se hizo
En las últimas décadas, la estatua de La Libertad fue sometida a dos grandes restauraciones. Una se llevó a cabo en 1996 y la otra, en 2002; ambas estuvieron a cargo del equipo dirigido por Beatriz Cazzaniga, quien volverá a dirigir los trabajos este año. Luego de la segunda restauración, un grupo de expertos de la UNT y de la UTN realizó un estudio y recomendó colocarle un techo para protegerla de las inclemencias climáticas o sacarla de la plaza Independencia y trasladarla a algún ámbito cerrado.

Monumento a Alberdi
Al techo que lo cubre le faltan algunas planchas y eso impide que lo proteja totalmente de la acción del clima. El mármol en el que Lola Mora le dio forma al monumento de Alberdi (inaugurado en 1904) está cubierto por una capa de tierra y a la figura alegórica de la República le faltan los dedos y la pluma.

Los dedos polémicos
Uno de los aspectos que más polémica causa cuando se analiza el estado en el que se encuentran las estatuas de la ciudad son los dedos y la pluma que le faltan a la figura alegórica de la República en el monumento a Alberdi. Angel Díaz, encargado de esculturas de la Dirección de Espacios Verdes, dio su punto de vista: "es más dignificante para la obra dejar la rotura que poner una yapadura de mal gusto. Por más lamentable que sea, ese daño forma parte de la historia de la obra".

Belgrano
Fue la primera estatua que conocieron los tucumanos: la obra de Francisco Cafferata fue inaugurada en 1884. A la figura le faltan las espuelas y le aserraron el sable. Pero se encuentra en mejor estado que otras. Eso sí: el pedestal no se salva del ataque de los jóvenes que dejan sus firmas con corrector y felpones.

Hipólito Yrigoyen
La figura severa del dos veces presidente parece analizar con gesto adulto lo que ocurre alrededor: su perfil está surcado por manchas oscuras, el pedestal fue graffiteado y, para colmo, su nombre está mal escrito.


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